Saben ese dicho de ‘perro no come perro’. Pues en la profesión que ejerzo desde el siglo pasado, en la que se intenta explicar, compartir, informar, analizar o entretener al lector/espectador/oyente de nuestros correspondientes soportes comunicativos, eso de la solidaridad es un concepto que se aplica poco o nada, a no ser que haya un atropello a un profesional de manera fragrante.
El Gobierno de España liderado por el pertinaz Pedro Sánchez, ha decidido poner en marcha un Plan de Regeneración y contra los bulos que, según el presidente: "defiende el derecho de los ciudadanos a una información veraz". Todos y todas los trabajadores de este oficio -o al menos así pienso yo, que lo mismo soy muy cándido- nos hemos echado las manos a la cabeza porque consideramos que la mejor legislación sobre los medios de comunicación es la que no existe, que la persecución a los periodistas es un nuevo dislate oportunista y que no se pueden poner puertas al campo.
Estoy completamente de acuerdo con Sánchez en el fondo, pero no en sus propuestas ni en la forma que pretende llevarlas a cabo, y me explico. Nos enfrentamos a una realidad en la que la sobreinformación que nos llega a paladas por las redes sociales y miles de páginas webs ha desviado el foco de atención y nos está alejando cada vez más de la certeza. La audiencia, los intereses empresariales, las presiones políticas, la llegada de partidos con un discurso más radical, los odiadores profesionales, los alegatos xenófobos, machistas, etc…, han alterado de tal manera esta bendita profesión que al ciudadano/a ocasional al que le llega una notificación en su móvil -muchas veces, la mayoría de ellas, distorsionada gracias al algoritmo de sus preferencias-, no duda ni recela del mensaje, del fondo del mismo o de su posible manipulación.
La era digital ha disparado la llegada de pseudomedios -este palabro tan utilizado por Sánchez-, que, dirigidos o no por periodistas, colectivos y hasta por la IA, escriben, adiestrados, sin ningún tipo de escrúpulo, de falsedades, medias verdades, mentiras, bulos malintencionados y teledirigidos. Ha quedado claro que aquel dicho ‘miente que algo queda’, ha pasado a ‘miente, que cuanto más grande sea la patraña, más se lo tragarán’.
"Ha quedado claro que aquel dicho ‘miente que algo queda’, ha pasado a ‘miente, que cuanto más grande sea la patraña, más se lo tragarán".
Ante este bombardeo de ‘fake news’ que se han introducido en nuestro sector como si de una plaga de ratas se tratara, me surgen un sinfín de preguntas que no soy capaz de responder y que les lanzo a ustedes: ¿Ha de existir una legislación que supervise y/o controle, sancione y fulmine a los medios, tal y como propone el Gobierno?, ¿debería establecerse una autorregulación desde el propio sector?, ¿es el Gobierno quien debe decidir cómo regularlo, con sus posibles derivadas políticas como consecuencia?, ¿son los políticos, sí, sí, los políticos de ahora, los más adecuados para defender la verdad por encima de todo, cuando el virus de la mentira inoculó a no pocos de ellos hace tiempo?, ¿y Pedro Sánchez?, ¿es el presidente quien ha de defender la verdad cuando él ha sido capaz de decir una cosa y la contraria sin pestañear y sin ruborizarse? Y, por último, ¿Por qué ahora y no hace un año, o dos?