Le costó que se lo publicaran, Stalin en los 40 todavía tenía predicamento en Occidente, pero cuando lo hizo, se convirtió en un clásico y un superventas en todo el mundo. La fábula antiestalinista de Orwell pronto se llevó a todos los formatos posibles, de los dibujos animados al cómic. La más popular, es la que nos llegó por Moebius, pero hace pocos años una editorial francesa reeditó la que hizo la CIA para países del tercer mundo. Ya entonces, en 1951, la agencia de inteligencia apostó por el cómic para esta propaganda antisoviética.
VALÈNCIA. El argumento de Rebelión en la Granja es bien conocido. En una granja, hay malos tratos hacia los animales y una explotación inmisericorde bajo la amenaza constante de los perros. Un día, bajo el liderazgo de los cerdos, todos se unen y derrocan al granjero. Sin embargo, en lo sucesivo, los cerdos se hacen con el poder, se alojan en la casa más grande, echan mano de los perros contra sus antiguos compañeros, el resto de animales, y maquinan planes para conquistar el mundo y que todas las granjas estén bajo el dominio de los cerdos. Es la paradoja de la revolución, que cambia a unos tiranos por otros.
Esta pequeña fábula de Orwell fue muy oportuna. Escrita durante la II Guerra Mundial, se hizo popular en los años 50. En una época en la que la izquierda se cuidaba muy mucho de criticar a Stalin y su régimen. Posiblemente, la visión menos interesante del autor fue la que dio de nuestra guerra en Homenaje a Cataluña. Sin dominar ni el catalán ni el castellano, se aventuró en la elucubración de que la represión estalinista de Negrín fue la causa de la derrota ante Franco. Una conclusión sin perspectiva alguna, ni de la política de Negrín ni del conflicto que, por otra parte, tampoco tuvo que ser fácil obtener en los años 40 sin ni siquiera leer en castellano.
Aunque hay correspondencia de Orwell en la que reconoce que se le fue la mano en su propio libro: “No dudo que he hecho muchos errores y declaraciones engañosas (…) Di una versión más comprensiva de la línea POUM de lo que realmente sentía, porque siempre les dije que estaban equivocados (…) Pero es que no tenían audiencia alguna en la prensa capitalista y solo fueron objeto de libelos en la prensa de izquierdas”.
Con su fábula estuvo más atinado. Lo curioso de Rebelión en la granja es que la escribió en una ídem. Cuando volvió de la Guerra de España, se instaló en Wallington, al norte de Londres, donde escribió algunas de sus obras más reconocidas con plena tranquilidad. Un alegato que marcó el siglo, pero lo hizo lejos de las balas las revoluciones y la política activa. Era una granja, del siglo XVII, que convirtió en una tienda de ultramarinos en la que él mismo atendía por las mañanas, mientras que por la tarde se dedicaba a escribir.
Allí se casó, aunque sí que fue tras vender la granja cuando sacó su obra más famosa, 1984, que se publicó en 1949. Al igual que Rebelión en la granja, con el estalinismo en el punto de mira. Su obsesión contra la URSS también fue militante y acabó facilitando a los servicios secretos británicos los nombres de izquierdistas prosoviéticos, según Paul Preston, en una lista con "comentarios antisemitas y homófobos" al margen.
Lo que debería trascender es que los primeros antifascistas no lo tuvieron nada fácil, recordemos que el fascismo venía en cofre de patriotismo, y después, quienes denunciaron que el socialismo o la igualdad sin libertad era muy relativa, también nadaron contracorriente. Estos, durante más años todavía. Ninguno de ellos, desde luego, tomó esas posiciones entre aplausos. Como dijo el sabio, una elección sin consecuencias no tiene ningún valor.
Orwell tuvo suerte de que ese valiente paso antidogmático que había dado le fuera bendecido por el éxito de Rebelión en la granja, que fue mundial e instantáneo, aunque tuvo que estar durante dieciocho meses viendo cómo la rechazaban todos los editores, que no tenían arrestos de publicar esa sátira contra Stalin. Por aquel entonces, Iosif seguía siendo el gran aliado y el heroico vencedor de la guerra que había entrado en Berlín.
La cuestión es que los primeros antifascistas y luego los primeros antiestalinistas estuvieron solos, se rieron de ellos y tuvieron que armarse de valor para continuar. Es ahora cuando se aprecia el valor de sus opiniones. Como escribió en Babelia hace años Juan José Mateo: "a Orwell el mundo le llega a provocar asco porque siente que está hecho por políticos de todo o nada y una mayoría de ciudadanos de blanco o negro sin término medio".
Rebelión en la granja fue llevado a las viñetas por Jean Giraud "Moebius" y Marc Bati. Se publicó en 1984, año en que se ensalzó la obra del británico hasta la hilaridad, para disgusto de los Vázquez Montalbán del momento. Según Tebeosfera, posiblemente la portada fuese de Moebius y el grueso de la obra Marc Bati. El origen estaba en el proyecto en dibujos animados de Louis de Rochemont sobre la obra, algunas fuentes dicen que Moebius participó en él y luego se encargó en su estudio de esta adaptación que se publicó en 1984. Un cómic que fue la puerta de entrada para tantos y tantos niños de aquella época. Un proyecto con morbo, porque quien realmente produjo la película de esta obra de Orwell fue la CIA, que operaba a través del citado cineasta.
Me parece llamativo encontrar que en Books in Spanish for Children and Young Adults, una guía de libros ilustrados para niños, Isabel Schon escribió que la obra rompería el corazón de Orwell al ver su trabajo reducido a "absurdos dibujos" y "frases cortas" y recomienda el cómic solo a "lectores reacios que de otra manera nunca irían al libro". ¡Llueve sobre mi corazón! Mi Rebelión en la granja estará siempre marcada por estos dibujos y su mensaje, clavado en el cerebro por esa adaptación al cómic. Un género que quizá haya podido ser menos denso y con una abstracción menor que la lectura, pero no menos impactante que ninguna otra expresión.
De hecho, no puede haber mayor prueba de su efectividad, que muchos años antes de que apareciera esta versión de Moebius, la propia CIA la editó también en cómic ya en 1951. Una reedición se puede adquirir en la editorial francesa L´Echapèe. El guión era de Donald Freeman y el dibujo de Norman Pett (autor de Jane, una de las primeras pin-ups creada para subir la moral de las tropas). Estas viñetas fueron reproducidas con la intención de difundirlas por todo el globo, en especial el tercer mundo, en forma de tiras en periódicos desde el Caribe al Sudeste asiático y Oriente Medio. De hecho, la editorial francesa tuvo que lanzar la reedición a partir de un único ejemplar que encontró escrito en lengua criolla de Mauricio. No deja de ser llamativa la apuesta por ese texto de la inteligencia estadounidense, pero sobre todo porque pusieran todo su poderío industrial para difundirlo por el mundo en formato de tebeo: en viñetas.