Como reflexión previa al tema que me ocupa hoy (que no es otro que la covid-19 en otras latitudes asiáticas), me pregunto de qué hablaremos cuando se acabe la pandemia. Como no podía ser de otra forma, es el asunto mediático que ocupa sistemáticamente un espacio dominante en los periódicos y en los telediarios hasta acaparar cerca del 50% de las noticias. Tan solo espero que, una vez superado este trauma epidemiológico, no volvamos a centrarnos obsesivamente en Cataluña y que haya otros temas más edificantes que nos ayuden a ser mejores ciudadanos e individuos y a enfrentarnos a los retos de este mundo cada día más raro, antiguo y nuevo a la vez que nos acecha.
Vuelvo a la cuestión objeto de esta columna. En Europa, la mejora progresiva del aspecto sanitario de la pandemia ha implicado el levantamiento de restricciones y una cierta vuelta a la normalidad previa a esta situación. También está llegando el verano, al como el amor y al Sur, siempre se vuelve y alegra la vida. Esto incide en el ánimo colectivo que parece que ya va remontando el vuelo poniéndose en una actitud más positiva que resulta necesaria para conseguir la ansiada recuperación.
Sin embargo esta situación esperanzadora contrasta profundamente con lo que está sucediendo en determinadas partes del mundo asiático que hasta la fecha habían gestionado con éxito la pandemia e incluso se habían convertido en envidiadas referencias ante lo calamitoso de la gestión (en todos los aspectos sanitarios, sociales, políticos) en nuestro mundo occidental.
En efecto, asistimos actualmente en el Sudeste Asiático a un repunte notable de la pandemia que coincide con un momento, en general, de escandalosa lentitud en el proceso de vacunación. En general, numerosos países de la región están luchando desesperadamente para contener los contagios que se multiplican con las nuevas variantes de la enfermedad que dejan a la población aún más desprotegida si cabe. Dado el masivo número de visitantes por turismo y negocios de estos países, era sorprendente que hasta la fecha hubiesen evitado el impacto masivo de la covid-19 por tanto tiempo. Y no está nada claro cómo se consiguió esto. Existen varias teorías pero ninguna concluyente: que si el clima caliente y húmedo contribuyó a dificultar los contagios o el hecho, aparentemente determinante, de que el uso de la mascarilla se impuso desde el primer momento o el freno que supuso el cierre fulminante de las fronteras desde principios de 2020. Y luego está el caso de la India, que es un mundo aparte por sus colosales dimensiones y por el impacto político que ha tenido esta dramática situación que merece un futuro artículo dedicado al tema de forma monográfica.
Vayamos por países. En Tailandia, probablemente el país más próspero de la región, los contagios se han cuadruplicado desde abril de 2021. Por otro lado, solo el 2% de una población de cerca de 70 millones de habitantes ha sido vacunado. Los focos de contagio han sido las prisiones atestadas, las zonas más densamente pobladas de Bangkok y los centros de construcción. La confianza en la gestión gubernamental está en horas bajas ante la manifiesta insuficiencia de sus resultados y su escandalosa opacidad. Sin embargo, la propia industria farmacéutica tailandesa se encuentra a punto de encontrar su propia vacuna. Además una compañía local, Siam Bioscience, está produciendo 200 millones de dosis bajo la licencia de AstraZeneca y se prevé que su distribución arrancará en breve, en el próximo mes de julio. Además se espera que Siam Bioscience suministre vacunas a otros países del sudeste asiático y a las Maldivas. En la actualidad, superado el confinamiento severo implantado en 2020, el gobierno ha permitido que los centros comerciales y los restaurantes estén abiertos al 25% de su capacidad mientras que los colegios, los gimnasios, los parques y salones de masajes (relevante institución Tailandesa) permanecen cerrados.
Pasamos a un país más frágil económicamente, Camboya. Antes de febrero de 2021 los contagios estaban especialmente controlados y su número era bajo no excediendo de 10 diarios. Sin embargo en abril 2021 se registraron incrementos de cerca de 500 casos al día. La respuesta del gobierno de Camboya ha resultado especialmente estricta: confinamiento severos incluyendo una ley contundente que imponía a aquellas personas que vulnerasen las normas para lucha contra el coronavirus penas de cárcel de hasta ¡¡20 años!! Sin embargo, dada la pobreza y la forma de vida en Camboya donde numerosas personas viven hacinadas en viviendas minúsculas, el distanciamiento social resulta imposible. Y los millones de personas que viven al día sencillamente no se pueden permitir quedarse en casa. En consecuencia, la única solución efectiva para Camboya (y para casi todos los países de la zona) es la vacunación masiva. En este sentido Camboya ha sido especialmente exitosa en la el proceso de vacunación. Desde la llegada de las primeras muestras de AstraZeneca a principios de marzo 2021 se ha conseguido inocular un sola dosis a cerca del 22% de la población adulta habiéndose al alcanzado a estas alturas la plena vacunación del 15% de dicha población. Como área de influencia china, el gigante asiático también ha suministrado más de un millón de dosis de su vacuna estrella, Sinopharm.
Por lo que respecta a Vietnam, después de un comienzo ejemplar en 2020 en la gestión de la crisis de la covid-19 de la que incluso me hice eco en esta columna, la situación ha empeorado sensiblemente hasta alcanzar los 2.000 casos desde finales de abril es decir casi un incremento del 40% respecto a las cifras acumuladas desde el inicio de la crisis sanitaria. Esta situación ha obligado al gobierno a imponer confinamientos en algunos distritos en el afán de contener los contagios. Sin embargo la vacunación va más lenta de lo deseado habiendo alcanzado a fecha de hoy a solo algo más del 1% de su población. Esto se debe a las relaciones tensas con China que han tenido como efecto la dificultad en conseguir vacunas de dicho país si bien sí ha conseguido importar un millón de dosis de AstraZeneca. Además, de la misma forma que lo está haciendo Tailandia, Vietnam está desarrollando su propia vacuna y parece que los resultados por el momento son prometedores.
En cuanto a Laos, uno de los países que hasta la fecha solo había registrado 41 casos de Coronavirus (todos ellos curados), la situación también se ha agravado alcanzando los 2.000 contagios lo que ha justificado el confinamiento impuesto por sus autoridades. Lamentablemente, el proceso de vacunación (con Sinopharm, AstraZeneca y la rusa Sputnik) se desarrolla con lentitud. En consecuencia solo se ha conseguido vacunar al 2% de su población lo que resulta decepcionante. Además, un segundo cargamento de AstraZeneca en el que se habían depositado grandes esperanzas, se ha retrasado por la situación de colapso en la India.
Finalmente, se debe hacer referencia a Myanmar (la antigua Birmania) cuya situación es probablemente la más vulnerable entre sus vecinos del Sudeste Asiático. En efecto, la situación política del país en el que se ha restablecido mediante la violencia el odiado gobierno de los militares es muy complicada. La gente tiene preocupaciones más relevantes que someterse a tests o vacunas. Los enfrentamientos con las fuerzas del orden controladas por los militares está llevando a una situación de casi guerra civil. Los muertos ascienden ya cerca de 1.000 personas y los periodistas, activistas y políticos detenidos a cerca de 4.500. Además, a pesar de la poca información que llega (ya que el régimen, dadas las circunstancias, ha multiplicado sus esfuerzos de censura para evitar que ninguna noticia aflore al exterior), sí se ha sabido de fuentes anónimas que numeroso personal sanitario se ha unido a las protestas y han dejado de trabajar en la lucha contra pandemia. Esta situación conlleva que la desconfianza hacia el gobierno militar es profunda por lo que la población tampoco está atendiendo a sus llamamientos para la aplicación de la vacuna.
En conclusión, aunque las cifras son inferiores si las comparamos con las europeas, norteamericanas y brasileñas hasta la fecha, en estos momentos la pandemia está cebándose con el sudeste asiático. Las medidas adoptadas no son suficientes y solo un esfuerzo a corto plazo de vacunación masiva evitará una crisis sanitaria de grandes proporciones. También preocupan las variantes del virus que lo puedan hacer más difícil de erradicar. Parece que estamos obligados a tener que convivir con la covid-19, ese horrendo compañero de viaje, un poco más de tiempo.