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colores, formas y nuevas lecturas

Rocío Egío, la diseñadora valenciana con dislexia que acabó trabajando para The New York Times

22/01/2023 - 

VALÈNCIA. Nada más acceder al portfolio de la valenciana Rocío Egío salta una biografía de lo más peculiar: “Hola, soy Rocío, una diseñadora disléxica a la que le apasiona la comida”, una definición que le ha permitido en la actualidad poder acogerse a proyectos realmente interesantes entre clientes destacados como The New York Times, McDonald's, la ONU, El País, The Washington Post, la CNN y un largo listado de lo más variado y sorprendente. Para llegar a estos proyectos ha tenido que seguir tres pasos clave: llamar a muchas puertas, acabar con el síndrome del impostor y vencer a las connotaciones negativas ligadas a la dislexia, que lejos de causarle problemas ha podido servirle como "una especie de super poder", para generar su obra.

“Se convierte en desventaja si te dejas llevar por los estándares, pero en el momento que encuentras tu hueco se puede convertir en un poder”, comenta la diseñadora, en este lo que hace es valorizar todo lo que le llamaba la atención de joven en la escuela, lo relacionado con el universo más bien visual, al que se dedica ahora porque para estudiar siempre se fijó en ello: “Desde pequeña para estudiar y aprender siempre tenía que trasladar lo escrito a lo visual, era mi forma de hacerlo todo. La cuestión es darle la vuelta a eso y adueñarse de ello, viendo cómo funciona y a la marcha”. De esta manera concibe no solo el mundo que le rodea, también su trabajo, y el cual distingue encontrando en la dislexia un factor que la caracteriza, “porque hay muchos diseñadores, pero no diseñadores disléxicos”.

La dislexia es también su forma de ver el mundo, la que le permite generar trabajos tan peculiares y reconocibles. En su caso personal lo que le ocurre es que tiene un trastorno de lecto-escritura, en el que le resulta imposible asociar fonemas y letras, ya que para ella “las letras son formas geométricas” entre las cuales le cuesta distinguir entre A y 4 o E y 3, aunque le resulta algo beneficioso en según que casos: “es como si tuviera una capacidad visual de más, siento mi mente como si trabajara de una forma más “fonetical”, por así decirlo”. Aunque duda sobre el empleo del término “fonetical” es su forma de ser y de crear la que le delatan, Rocío va por impulsos, referencias y trabaja plasmando el imaginario que la rodea.

En su trabajo se puede aprecia uso de formas de geometría pura, de forma en la que muestra sus conocimientos de arquitectura y un gran festín de colores. También tiene que ver mucho con el sentimiento de echar de menos España, ya que reside en Suiza desde hace unos 7 años. Estar fuera de casa le hace querer recordar lo que le recuerda al mediterráneo a través de sus proyectos, obviando los colores más pastel de las zonas sur de Europa y rescatando los más potentes: “Siento que quiero reconectar de esta manera”, explica nostálgica, “estar tan lejos es un elemento que me une mucho a mi identidad”. Y sobre la comida lo tiene también muy claro: “Es un sector que me divierte y es mi pasión”, por ello su Instagram y sus redes se veían plagadas de imágenes de coloridos platos, que poco a poco fueron generando su identidad, y que tiene un espacio en su portfolio a través de las recetas que hace en su día a día.

Ilustraciones editoriales realizadas para The New York Times

Algunas de las imágenes que ilustran las recetas de Rocío

Además de colores, comida y lecturas arriesgadas su obra tiene mucho que ver con la arquitectura. Sus estudios le han hecho dibujar en la actualidad un sinfín de figuras geométricas que se dividen tan solo con los colores potentes que le recuerdan al mediterráneo. ¿Y cómo llega una colorida foodie lover a los grandes encargos? Rocío confiesa que su clave es “tocar puertas e insistir, mucho”, los primeros proyectos arrancan gracias a su proactividad (y a su cuidado perfil de diseñadora) y a través de contactar ella con las colaboraciones soñadas genera su trabajo ideal: . “O yo toco puertas o voy a acabar haciendo cosas que no quiero hacer”, explica, “desde que empecé a trabajar contacto con gente de manera bastante regular, y nunca pierdo la relación con los clientes españoles”.

A través de estas dinámicas llama a su puerta The New York Times, a los que nunca había contactado por miedo a no ser suficiente: “Al principio no me sentía preparada para llamar a su puerta, pero cuando me pidieron colaborar con ellos sentí que estaba ya a cierto nivel, y me dio la esperanza de que sí que podía dedicar mi vida a ello”. Con ese empujón profesional lleva ya rodando varios años en el mercado, encontrando marcas que representan su personalidad y con voluntad y ganas de empezar a enseñar lo aprendido: “Mi próximo proyecto es dar clases sobre diseño, es algo que quiero empezar a hacer por mi misma, y por lo que estoy muy emocionada”, una manera de poner en práctica y enseñar su lectura visual a cualquier alumno que quiera saciar la necesidad de la diseñadora: la esencia de crear constantemente cosas nuevas... ¿Cuál será el próximo cliente que llamará a su puerta?

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