Entró como botones, para sacarse ‘unos duros’, y ha acabado siendo el trabajador más veterano de la institución. Lo suyo con Caixa Ontinyent es un romance duradero
VALÈNCIA. Hablar de Vicente Ortiz Mora (Aielo de Malferit, 1958) es hacerlo de Caixa Ontinyent porque nada más y nada menos que lleva en la única caja de ahorros peninsular 46 años. «Me incorporé en 1973 el mismo año en que falleció Nino Bravo, que era de mi pueblo», reconoce orgulloso a Plaza este antiguo comentarista de los partidos del Ontinyent CF allá por los ochenta. «Las obligaciones profesionales y las responsabilidades familiares me obligaron a dejar la narración de los partidos». Pero a cambio ganó su familia —su mujer Xelo y sus dos hijas Xelo y Eva a la que hay que sumar próximamente su primera nieta, Helena— y la única de las dos cajas de ahorros españolas que han sobrevivido a la crisis junto a la balear Colonyà (Caixa Pollença).
Pero ¿cómo inició su ‘romance’ con Caixa Ontinyent hace más de cuatro décadas? «Fue mera casualidad y también una necesidad porque mi familia no disponía de recursos para que yo pudiera seguir estudiando. Acabando el curso escolar 1972-1973 buscaba un trabajo, al menos para el verano, y me enteré de unas oposiciones para el puesto de botones que había convocado la Caja de Ahorros de Onteniente, como se llamaba entonces. Aprobé y entré como empleado número 19; hoy en día no solo soy el más veterano en la casa sino también de las dos cajas de ahorros españolas».
Todo ello pese a reconocer que «tenía ciertos prejuicios respecto del negocio bancario porque no consideraba muy legítimo captar depósitos a un precio y prestarlos a otro superior. En un principio veía la fachada de un banco que ganaba dinero ‘traficando’ con el ahorro de las personas». Pero con el paso del tiempo se dio cuenta de la importancia del concepto ‘sin ánimo de lucro’ de las cajas y la tremenda labor a favor de las familias, la reversión de beneficios a la sociedad y el impulso de la actividad económica en la zona de influencia. De ahí que la mentalidad sobre el negocio bancario de este adicto al chocolate, al pà socarrat de Aielo, a la ‘fogasa’ de Ontinyent y a las pastas de San Antonio de Canals fuera cambiando con el paso del tiempo.
Mientras tanto el buen trabajo de Ortiz se fue traduciendo en ascenso tras ascenso en la caja hasta convertirse en miembro del equipo directivo, portavoz de la entidad, secretario de actas del consejo y responsable de la Obra Social de Caixa Ontinyent. «Es la cara más humana de la entidad, que me ‘atrapó’ por la posibilidad de relación con las personas, con sus inquietudes, con sus problemas y también con sus costumbres y con sus fiestas. Era algo más que facilitar refugio a los ahorros o créditos en condiciones accesibles. Hoy en día la Obra Social se dirige a temas de integración social y laboral, a educación financiera y a una responsabilidad social que incluye el impacto en el cambio climático».
Entre 1884 y 1964, Caixa Ontinyent tuvo un Monte de Piedad que trata de recuperar en «un proyecto que aúna lo romántico con el servicio social. Hemos visto la experiencia de otros Montes de Piedad que quedan en España y en la Comunitat Valenciana, por lo que pensamos que nuestra Obra Social puede asumirlo perfectamente». Y con el cuño de la que el exministro de Economía Luis de Guindos definió en el Congreso en mayo de 2012 como una entidad «supersana y muy sana».
Eran tiempos donde la banca española estaba en el ojo del huracán en Europa —derivando en las multimillonarias ayudas de Bruselas a no pocas entidades domésticas— pero en los que Caixa Ontinyent supo aguantar el chaparrón, eso sí «viviendo su propio calvario en un entorno marcado por la creencia de que solo las grandes podrían superar la situación, lo que se traducía en presiones externas para que la caja se fusionara, tensiones internas por la incertidumbre reinante, una competencia muy agresiva y un deterioro de la confianza de nuestros clientes».
Pero en los peores momentos, Caixa Ontinyent contó con la ventaja de tener «una plantilla muy competente, unos directivos volcados en la entidad y unos órganos de gobierno que han antepuesto la función y la viabilidad de la caja a cualquier ideología o intereses ajenos» como apunta Ortiz; mientras no duda en afirmar que si le hubieran advertido que casi medio siglo después de llegar a la casa iban a ser la única caja de ahorros peninsular «hubiera dicho que era pura ciencia ficción, sin base alguna y con mala intención»; a la vez que señala que «con el tiempo sabremos por qué desapareció prácticamente todo el sector en solo cuatro años».
De cara al futuro Ortiz manifiesta a Plaza que están trabajando «en una expansión, lenta y gradual, para abrir nuevas oficinas por las zonas situadas entre el norte de las comarcas de la Costera y la Safor, y el sur de València ciudad, pero siendo prudentes tanto en la expansión como en el crecimiento sin perder nunca nuestros valores fundacionales».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 55 de la revista Plaza