VALÈNCIA. Las aguas de la Albufera están tranquilas, el embarcadero vacío y los barqueros, con sus mascarillas, conversan a un lado. En esa calma los patos son los protagonistas, que hasta se han subido a las pasarelas y toman el sol. En el cielo no hay estelas de aviones y el horizonte es nítido, señal que hay una bajada en el nivel de emisiones de gases contaminantes. El cantar de un carricero rompe el silencio, la garza apoyada sobre la caña marcha y el zambullín desaparece en el agua. Un ambiente que hace pronosticar que la naturaleza está más exuberante y verde que nunca. O quizá todo sigue igual.
Para conocer la evolución del Parc Natural de l'Albufera, uno de los grandes tesoros de la Comunitat Valenciana, quedamos con un biólogo, que prefiere permanecer en el anonimato, para que desvele si realmente la naturaleza ha ocupado el espacio que el hombre le ha robado en los últimos años. “Hemos visto más presencia de lubinas y es un muy buen indicador porque es un pez muy voraz que necesita muchas presas (pequeños peces, crustáceos, larvas…) y eso implica que las aguas tienen mayor diversidad de organismos y puede ofrecer más alimento”, explica.
Según detalla, la lubina es una especie que siempre ha estado en la Albufera, pero ahora tiene más presencia por la ruptura de unas jaulas durante el temporal Gloria y que entraron por las compuertas que conectan la Albufera con la playa a través de la Gola de Pujol. El motivo, insiste, es lo de menos porque lo importante es que han permanecido en la Albufera, demostrando que la calidad de las aguas ha mejorado en los últimos años. “Hubo un tiempo que había tal riqueza que la gambeta se utilizaba como abono de los campos”, comenta sobre un pasado que sí fue mucho mejor. También recuerda que las aguas no eran verdes como ahora sino transparentes “y podías ver con tus ojos el fondo”
Desde que se decretó el estado de alarma el consumo de anguila y cangrejo azul ha disminuido, por lo que los pescadores de la Albufera se limitaron a la pesca de llisas y carpas, cuya demanda en la exportación se ha mantenido. En consecuencia, los niveles de anguilas y cangrejos azules previsiblemente se han mantenido o incrementado, pero a niveles todavía muy lejanos a los años setenta. El técnico del Ayuntamiento de València da un dato esclarecedor: “A mediados del siglo pasado solo en la comunidad de El Palmar se pescaban unas 150 toneladas de anguilas y ahora se pescan seis”.
Los expertos insisten en que las mejoras que se atisban son circunstanciales y no permanecerán en el tiempo. Para que el cambio real se produjera, habría que regenerar el agua que entra a la laguna ya que en los años setenta llegaban a la Albufera anualmente 500 hectómetros cúbicos procedentes del Júcar y ahora solo cien. Asimismo, critican que durante el invierno no hay una regeneración, lo que impide que el agua de la laguna reduzca la concentración de microalgas que le confieren ese tono verdoso y recupere la transparencia que tuvo antaño. “Solo renovando la laguna con aguas limpias conseguiremos que la concentración de nutrientes y con ello las microalgas, se reduzcan y el agua recupere su transparencia”.
La vida bajo esas aguas se mantiene igual o en ligera mejoría con respecto a las mismas fechas del año pasado gracias también a las lluvias, que han llenado la laguna y dado vida al entorno. Se nota más en los marjales y en la Devesa, pues en el entorno nidifican cerca de noventa especies y es zona de paso de unas 350 especies. Concretamente, en 2020 se registraron máximos históricos de especies como el morito (16.096), la cigüeña (709), el aguilucho lagunero (149) o la gaviota cabecinegra (510). “Todavía es muy pronto para cuantificar si este año será mejor que el anterior y en qué especies pero podemos ver que el nacimiento de algunas aves se ha adelantado, como es el caso de los moritos”, comentan con cierto optimismo.
Los flamencos también han batido récords históricos y este año invernaron 7.530 en la Albufera. De hecho, una de las fotos que más circularon mientras la humanidad permanecía en casa fue la de un grupo de flamencos que estaba en las aguas próximas al Oceanogràfic de València. Una imagen que por otra parte desvela que fue tomada anteriormente a su difusión: “desde hace un par de años en febrero se posan ahí un grupo de flamencos y esa foto era de ese momento”.
Los coches comienzan a circular por la carretera y el ruido se incrementa. Dejan atrás días en los que las perdices y los patos paseaban por ella o incluso se sentaban sin temor a ser atropellados.
Al adentrarse por la Devesa de la Albufera vuelve la calma. Es un gusto para los sentidos. Las más de ochocientas especies que se concentran aquí están en su máximo apogeo. Los lirios rompen el manto verde del horizonte, el romero llena con su olor los caminos y la sombra de los pinos hace más llevadero el calor. El silencio lo rompe el siseo de una culebra que descansa en un camino de madera y una tortuga mediterránea se esconde al escuchar los pasos. Ya no están acostumbrados a la presencia humana.
Sin embargo, el regreso de la actividad del hombre ya se percibe en la Devesa, donde algunas flores ya se han pisado y destrozado algunos nidos de aves. “El gran problema de la naturaleza somos nosotros, los seres humanos, que ni respetamos ni cumplimos con las normas”, lamenta. Y tanto porque la arena de la Playa de la Devesa del Saler está repleta de plásticos, escombros y peces muertos del temporal Gloria. “Se ha hecho una gran limpieza pero el mar sigue trayendo lo que tiramos y las consecuencias del temporal son más graves de lo que pensamos”, comenta.
Unas olas de seis metros que arrasaron el primer cordón dunar y que se llevaron más de medio millón de metros cúbicos de arena al agua. “Temporales como el Gloria tienen un efecto brusco y agudo en la naturaleza porque no se va a recuperar tan fácilmente” e insiste en que el calentamiento global provocará más temporales y “las dunas no podrán frenar la fuerza del mar”.
En el interior de la Devesa del Parc Natural de l’Albufera la flora y la fauna está hermosa, consecuencia de las lluvias de esta primavera y la poca contaminación. También por las acciones que se han llevado a cabo en los últimos años, como la reintegración de la tortuga mediterránea —está incluida en el Catálogo Valenciano de Especies de Fauna Amenazadas como en peligro de extinción—. Un proyecto, explica, llevado a cabo en el Centro de Recuperación de Fauna “La Granja” y cuyos frutos ya se pueden ver.
Entonces, ¿el coronavirus ha beneficiado al Parc Natural de l’Albufera? En su opinión ha contribuido a que la naturaleza siga su curso pero “serían necesarios diez años de cuarentena para que la Albufera y la Devesa sigan conservándose a pesar de la gran presión humana existente a su alrededor y el gran reto es que podamos continuar disfrutándolas durante mucho tiempo”.