Otro plato más que borda Esther Valiente
No sé si les pasa. Tengo asociados algunos restaurantes al mar y a las maravillas que nos regalan sus aguas. Me ocurre en Easo Berri. Suelo pedir siempre pescado, pero mientras se lo digo a Borja, pienso mucho en el cochinillo que preparan y dudo de si estoy eligiendo correctamente. Lo reconozco. Le soy infiel mentalmente a la dorada o al bacalao con el cochinillo desde la primera vez que lo probé hace años. Por fin en mi última visita, dejé aflorar mi adulterio gastronómico y me decidí por la carne (sin pizca de remordimiento).
Y recordé las razones por las que anhelo ese plato. Esa piel, dorada y crujiente, el interior tierno y jugoso, y un sabor que se hace insuperable... Una muestra más del don que tiene Esther para darle el punto a cualquier cosa que cocina.
"Nos traen el cochinillo entero. Lo divido en seis piezas y lo metemos en bolsas de vacío con romero, tomillo, pimienta, sal y mantequilla. Lo cocinamos en el horno a baja temperatura durante todo el día y antes de servirlo lo volvemos a meter en el horno para tostar la piel", explica Esther Valiente.
Parece sencillo. Producto, tiempo y cariño. Los tres ingredientes determinantes de cualquier plato. En esta receta van sobrados de los tres.