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el tintero / OPINIÓN

¿Cuándo se apagaban los incendios?

Recuerdan seguro aquella expresión que siempre utiliza la oposición para acusar al gobierno de no prever los incendios forestales en época estival, recordándole que los planes de prevención deben trabajarse durante el invierno.

17/08/2022 - 

El calor, el viento y el fuego. Elementos, por desgracia, ya naturales en estos meses estivales en muchos lugares, y también en nuestra querida Comunidad Valenciana, da igual quien gobierne y da igual que los medios de extinción cuenten con avances tecnológicos porque la fuerza y brutalidad del fuego arrasa y la complicidad con el viento, especialmente el poniente de los últimos días, crean el cóctel ideal para ver con profunda tristeza y brutal impotencia como parajes naturales de gran valor y miles de hectáreas pasan del verde y el marrón al negro. La naturaleza muere ante el fuego que a veces catalogamos de purificador, pero en esta ocasión es aterrador y perverso.

Los tiempos actuales nos llevan a buscar justificación, y sobre todo culpables para todo, parece que el significado de la palabra accidente queda erradicado del diccionario. Todo debería estar controlado y todo podía evitarse si… Y ahí encontramos un vacío, porque estoy seguro de que todos nuestros montes y bosques no tienen los debidos cortafuegos y las medidas que podrían ayudar a reducir el riesgo de incendio o minimizar sus consecuencias en caso de producirse, pero porque eso es materialmente imposible y porque quizá requeriría un gasto público desorbitado.

La vuelta a la vida rural

El siglo XXI y los excesos de la globalización trajeron destellos de vuelta a una vida más real y humana. Jóvenes que deciden apostar por la artesanía, por oficios llenos de arte, cuidado y cariño, de horas de trabajo para elaborar productos auténticos e irrepetibles, no moldes en serie que cuestan apenas unos céntimos, a fin de cuentas, hay brotes verdes de que algunas personas piensan que la vida no puede regirse siempre por el frenesí de alcanzar los mejores trabajos y ganar muchísimo dinero para garantizar la existencia de tus teóricos próximos cien años. Dentro de ese concepto de volver a una vida más pausada y vinculada a nuestras raíces, a nuestro territorio y a nuestros orígenes familiares, está la idea de vivir en el campo, la vuelta al entorno rural.

Foto: SERGIO PADURA/ARCHIVO

La gran dicotomía entre campo y ciudad, entre modernidad (y también ordinariez) y tradición y muchas veces belleza. La belleza del mundo rural nace de la verdad, de la honestidad con que se hacen las cosas y se comportan sus gentes. Muchos nos emocionamos más al ver la foto de una señora de ochenta años que sube con el saco del pan en una calle empinada en un pequeño pueblo que la de un hombre perfectamente trajeado cruzando un semáforo con un café en un vaso de cartón. Pongo estas dos estampas como imagen de dos formas de vivir. Es esa gente del campo, de los pueblos, la que conoce mejor que nadie el medio rural y la que sabe cómo cuidarlo, como gestionarlo, como relacionarse con la agricultura y los animales y también la que habría que tener muy en cuenta para conservar nuestro hábitat, no sólo en los incendios sino durante todo el año.

Churras y merinas

La famosa expresión para que los temas que no tienen relación alguna no acaben en el mismo debate, cosa harta difícil especialmente en la política del siglo XXI. Porque da igual si sube la luz, se invade Ucrania o se quema la Vall d’Ebo, para solventar todo e incluso evitarlo está la ONU y su Agenda 2030. Ahí se resumen todos los males del planeta y todas las soluciones, que pasan principalmente porque casi todos vivamos un poco peor, con restricciones y escasez de materias, pero los líderes mundiales y gobernantes pueden seguir empleando cientos de coches para su escolta o todo tipo de aeronaves para sus desplazamientos. 

 Y sinceramente, me empieza a parecer un juego perverso que es como esos combinados veraniegos donde en un bote de color de latón meten varias bebidas y varias hiervas y solo sabe azúcar. Es un totum revolutum, donde cada hecho que sucede es culpa nuestra y tenemos que cambiar nuestra forma de vida. Justamente lo que sí debemos es recuperar muchas de las costumbres y hábitos de nuestros mayores, en estos incendios se ha demostrado que la natural relación de las personas con la naturaleza ayuda a limpiar y crear cortafuegos, bien sean los cazadores o los deportistas que utilizan la montaña. Del fuego no nos librarán exclusivamente decisiones políticas que casi siempre llegan tarde, aunque en año electoral, los valencianos siempre creemos en el efecto renovador de las llamas.

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