VALÈNCIA. “Ya sabes como es él, es todo pasión. Dijo que iba a durar un mes, pero bueno, yo creo que aún le queda tiempo. No importa porque está quedando precioso”. Jesús María Arce es el director del colegio marianista de Orcasitas Santa María. La persona de la que habla es el pintor valenciano Luis Lonjedo. Y el trabajo que le tiene allí gratamente atrapado a éste es un reto de órdago. Desde el pasado 10 de septiembre el artista está creando unos frescos de más de 300 metros cuadrados, casi se podría decir que una pequeña Capilla Sixtina; la original, la de Miguel Ángel, ocupa 460 metros cuadrados.
Lonjedo ha sido profesor en El Pilar de València, donde ya dejó una muestra de su capacidad para este tipo de retos con una pintura secuencial de un niño lanzando un avión de papel. Pero en el caso de este centro de Madrid coinciden varias circunstancias cuanto menos significativas. La primera es que el colegio comenzó a funcionar como tal en el curso 1972-1973. Teniendo en cuenta que el artista valenciano nació en 1968, podría haber sido escolarizado allí; al menos cronológicamente.
La segunda son las propias circunstancias personales del creador. Profesor, ha logrado con este reto aunar su dos pasiones: la educación y la creación. “Me encanta cuando les das un papel y un lápiz a un niño y le dices que dibujes. Ellos se muestran sin complejos, sin miedos. Es un poco como esa idea que planteaba Picasso, lo de volver a ser un chiquillo”, comenta.
Padre de dos hijos, hay también un factor emocional que le ha resultado grato, y es la propia historia del colegio que relata también con emoción el director. A diferencia de otras congregaciones religiosas, las monjas originarias sí atendieron a las peticiones del arzobispado de Madrid, siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II, y abandonaron el centro de la ciudad para irse a Orcasitas, una barriada que estaba naciendo como consecuencia del aluvión de inmigración interior. Y aunque ahora es un centro con una nutrida presencia de laicos, “las monjas siguen teniendo relación con los alumnos y ex alumnos”, comenta Arce. “Hay que verlas por la calle, preguntando a la gente por sus familiares; cómo se acuerdan de todos”, resalta.
Teniendo en cuenta esa especial vinculación del centro con el barrio al que pertenece, desde el colegio se plantearon que, en lugar de hacer una típica remodelación y repintado de la fachada, debían aprovechar para llevar a cabo algo especial, algo que le diera singularidad e interactuara con los niños. Fue ahí como se les ocurrió acudir a Lonjedo, cuyo nombre salió en la primera reunión, explica Arce.
Desde el principio el pintor valenciano hizo suyo los preceptos de los responsables del colegio. Entendía su mensaje. Quería utilizar el arte como una forma de mostrar y visibilizar a los niños valores como la amistad, la generosidad, o que debían escribir el libro de su vida, un libro que comenzaba ya, ahora, en este momento; es de hecho una niña leyendo un volumen la figura central del mural más grande.
La implicación de Lonjedo con el proyecto ha llegado al extremo de que estuvo en Alcudia de Crespins realizando un curso de… gruista. Para poder pintar bien los murales tuvo claro que los tradicionales andamios serían un problema. Ahora que tiene el carnet profesional, bromean sus amigos con él, si no sale bien lo del arte siempre tiene la posibilidad de cambiar de oficio. Aunque a la vista de los resultados y de su éxito como pintor durante estos años, no parece que vaya a tener que plantearse nunca esa opción.
Las jornadas de Lonjedo, relata Arce, son de sol a sol. Desde las ocho de la mañana el valenciano está en el colegio y a veces se pasa horas sentado, pensando en cómo pintar una pierna o un brazo, tiempo más que necesario porque cualquier rectificación implica el consumo de litros y litros de pintura. Es de hecho la logística la que le está causando un mayor problema porque no halla un rojo concreto que necesita para una figura.
El pintor se muestra exultante y ha compartido ya en redes sociales algunas de las primeras imágenes de este trabajo. Son espectaculares. Él sigue dándole vueltas a cómo situar un brazo, una pierna. Y relata cómo está siendo esta experiencia. “El papel es agradecido; el lienzo cuesta más; pero el muro, ¿sabes?, pintar en un muro es lo más agradecido”. Llenar de vida lo que sólo serían ladrillos tiene esa magia.