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El chalet 'solitario' de los periodistas se salva del derribo

El Ayuntamiento de Valencia veta la modificación del PGOU que habría permitido demoler el último chalet de la margen derecha de Blasco Ibáñez y construir un edificio de ocho alturas

29/12/2016 - 

VALENCIA. Como un rescoldo del pasado, una isla, una suerte de accidente de la historia, el número 16 de la avenida Blasco Ibáñez de Valencia, esquina con la calle Severo Ochoa, custodia un pequeño tesoro arquitectónico. Al contrario de lo que sucede en la margen izquierda, mirando al mar, donde permanecen dos manzanas con 19 de los chalets diseñados por el arquitecto Enrique Viedma (Valencia 1889 - 1959) para la Asociación de la Prensa, en la margen derecha la presión especulativa fue dando cuenta uno tras otro de 13 de los 14 chalets de la zona y sólo quedó el ubicado en el número 16, en el momento de su construcción número 6 de Paseo al Mar. 

El último chalet de los periodistas de esta margen de la avenida, el único que se ha salvado de los derribos que se produjeron en los años 60 y 70 y dieron pie a las fincas que en la actualidad jalonan ese lado de la populosa vía, es una imagen poderosa, muy similar a la de la conocida película de animación Up!, una metáfora de la resistencia de lo antiguo frente a lo nuevo. 

En el pasado pleno del Ayuntamiento de Valencia este chalet singular fue protagonista de uno de los puntos del día. La concejalía de Urbanismo informó en contra de una nueva petición de descatalogación. Apoyándose en las conclusiones de un informe de la Dirección General de Patrimonio de la Generalitat, el consistorio evitó quitarle la protección al inmueble y con ello que fuera demolido y se construyera un edificio ex nuovo en el solar. Se formalizó de manera oficial su pervivencia, cumplimentando lo adelantado semanas antes.

Desde hace 21 años pende esa amenaza sobre el chalet, que en la actualidad permanece cerrado y tapiado. Si el inmueble ha sobrevivido ha sido en gran parte porque cuenta con un elemento guardián: desde 1988 está catalogado con un nivel de protección 2. Tiene esa consideración "por su valor histórico y artístico" y, según dicta la normativa vigente, debe ser conservado “al menos parcialmente”, preservando “los elementos definitorios”. Es decir, se pueden hacer reformas en su interior pero debe conservar su aspecto exterior.

La historia de su espada de Damocles se remonta a noviembre de 1995 cuando su entonces propietario, el médico Luis Piera Pons, anestesista de lo que hoy es la clínica Quirón, solicitó la modificación del plan general de ordenación urbanística para así poder demoler el chalet y construir en su lugar el mentado edificio de ocho plantas. A favor de esta demolición se exhibieron diferentes argumentos, entre ellos un informe de la Universidad Politécnica de Valencia donde se consideraba que esta catalogación era “sustituible”.

Uno de los postulados que se esgrimía a favor del derribo era el hecho de que la vivienda en cuestión, construida en 1947, forma parte de una manzana compuesta de edificios de ocho y nueve alturas, está rodeado de medianeras que no tienen tratamiento de fachada y se consideraba al chalet como “un auténtico residuo de lo que fue un conjunto de construcciones urbanísticas”, en palabras del arquitecto J. A. de Juan Carrasco. Tras varios intentos infructuosos, rechazados todos por el consistorio que regía Rita Barberá, en 2005 el doctor Piera, que falleció en 2009, vendió el edificio a la mercantil Prodaemi. Esta a su vez tasó el chalet en 4,915 millones de euros. Durante un lustro no se volvió a realizar petición alguna y parecía que la amenaza que cernía sobre él había desaparecido.

Sin embargo no era así. En 2010 el expediente 706/95 volvió a los despachos del consistorio. Fue también la vez que más cerca estuvo de ser demolido el inmueble. La revisión del catálogo del PGOU se había aprobado dos años antes, en 2008, y había sido remitida a la Conselleria de Cultura. En este nuevo documento el consistorio sí aceptaba la descatalogación del chalet y con ello permitía que se derruyera para construir en su lugar el edificio de ocho alturas.

El Grupo Municipal Socialista denunció esta recalificación por el alto componente especulativo que tenía y propuso que tanto este chalet como el resto de los ubicados al inicio de la Avenida de Blasco Ibáñez, frente al jardín de Viveros, fueran incorporados como Bien de Relevancia Local. El entonces concejal socialista Juan Soto, en la oposición, inició una campaña para que así figurase en el Catálogo Estructural de Bienes y Espacios protegidos de la ciudad como integrante del Patrimonio Cultural Valenciano. Soto justificaba su postura porque se trata, decía, “de un elemento fundamental para comprender la configuración inicial de la avenida propia del estilo de ciudad jardín de principios del siglo XX y que llegó a Valencia en los años 30”.

La alcaldesa fue sensible a la petición socialista y tras convenir que no existía una explicación contundente que justificase esta recalificación, pues el edificio se encontraba en perfecto estado de conservación, se comprometió a mantener su protección y no derribarlo, respetando así la protección que ya figuraba en el PGOU de 1988.

En septiembre de 2014 la mercantil Palbox Holding adquirió el inmueble y el año pasado solicitó de nuevo la reactivación del expediente para que se llevase a cabo lo que califican como “irreversible proceso de descatalogación”. Para justificar su petición exhibieron en esta ocasión una propuesta firmada por el arquitecto Camilo Grau, donde se incluía a su vez un informe del arquitecto Luis Alonso de Armiño Pérez, profesor titular del departamento de Urbanismo de la Escuela de Arquitectura, quien califica al chalet de los periodistas de “vestigio descontextualizado” y asegura que la protección del chalet “no es sino una iniciativa agónica, carente de perspectiva”.

La insistencia en llevar a cabo la demolición del inmueble tiene una explicación pecuniaria evidente. Un estudio de viabilidad de la promoción inmobiliaria que se quiere realizar, firmado por el arquitecto José Antonio Culla Bayarri, estima que “el valor de venta del edificio no debería bajar de los 8,5 millones de euros”. Es decir, que si se tirara el chalet de los periodistas abajo y se construyera la finca, esta prácticamente duplicaría su valor. Igualmente, se recomienda a la mercantil Palbox Holding no invertir más de 600.000 euros en la descatalogación del edificio.

Los argumentos económicos no han sido suficientes para convencer al nuevo consistorio. Tras recibir el informe de Patrimonio de la Generalitat, el concejal de Urbanismo Vicent Sarrià abogó por mantener su catalogación, propuesta que salió adelante. Y al igual que sucedió durante los años de mandato de Rita Barberá, el chalet periodistas de la margen derecha, el solitario, ha vuelto a salvar la espada de Damocles y seguirá estando catalogado con un nivel 2. No será derruido. Por el momento.

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