VALÈNCIA. "Somos la representación de un mundo mejor, aquí no se viene solamente a escuchar música, sino a vivir una experiencia global", así define el Rototom, su director, Filippo Giunta. Y es que, en este evento que se celebra del 16 al 22 de agosto en Benicàssim, las charlas sobre no violencia, sostenibilidad y reciclaje tienen casi la misma importancia que los multitudinarios conciertos de reggae.
Una decidida apuesta por el debate colectivo que ha acabado convirtiéndose en sello de identidad de esta cita para los amantes de los ritmos jamaicanos. Así, mientras la mayoría de festivales rechazan ser identificados con ideologías concretas y aseguran promover un ocio sin (aparentes) connotaciones políticas, el Rototom reivindica su papel como espacio para la reflexión, el diálogo y "la cultura de la paz". Pese a las posibles suspicacias, parece que la fórmula funciona, pues este año el encuentro celebra su 25º aniversario con un cartel que incluye nombres como Ben Harper -con un repertorio reggae “preparado ad hoc”-, The Skatalites, Alborosie, Johny Osbourne o Mellow Vibes. Hablamos con Giunta sobre los orígenes de esta iniciativa, la filosofía que promueve y las perspectivas de futuro que se le plantean.
-¿Qué balance hacéis de estos cinco lustros de vida?
-Hemos pasado por varias etapas diferentes. Comenzamos en un espacio muy pequeño en Italia, era algo minoritario, porque no había muchos amantes del reggae en esa época. El primer año vinieron unas mil personas, casi todos músicos o amigos. Edición tras edición, el proyecto fue creciendo hasta que tuvimos que cambiar de ubicación porque no cabía más gente. Así que probamos varios emplazamientos hasta encontrar un parque natural de 25 hectáreas donde logramos podíamos ofrecer un aforo muy amplio. Después decidimos trasladar a España. Ahí llegó la verdadera revolución del festival, fue donde explotó todo. Ahora estamos hablando de una cita por la que pasan 250.000 personas, de un recinto que supera las 50 hectáreas…También ha crecido el número de escenarios y actividades. Digamos que en este territorio se ha desarrollado el festival como una iniciativa de carácter mundial, nos hemos internacionalizado. De hecho, el año pasado recibimos visitantes de 98 países diferentes. En esta edición notamos de una forma especial el sentido de pertenencia que ha desarrollado el público, sienten que este festival también es suyo, que es una parte de sí mismos.
-De hecho, uno de los aspectos que más reivindicáis los organizadores del Rototom es su vertiente cultural…
-Se trata de algo que estaba en el origen del festival: charlas, debates, talleres…Pero es cierto que, desde que estamos en España, estas actividades han ido ganando importancia y organizarlas se vuelve cada vez más complejo. Por ello, hemos creado una segunda estructura, que primero fue asociación y este año se ha convertido en una ONG, Éxodus. A partir de ahora, esta entidad tendrá el objetivo de trabajar más allá del festival y abordar asuntos como la cooperación con inmigrantes. Estamos preparando un calendario de eventos que propondremos en distintos municipios españoles de forma independiente al propio Rototom. Llevar a cabo conferencias en agosto resulta difícil porque mucha gente está de vacaciones, es complicado conseguir disponibilidad de ciertos ponentes e intelectuales. Al desestacionalizar esos encuentros, podemos traer a personas con las que hasta ahora no habíamos podido contar.
-Formáis parte del Mediterranew Fest la marca de la Generalitat que engloba a distintos eventos musicales de nuestro territorio. ¿Cómo está funcionando la iniciativa?
-Todavía es demasiado pronto para juzgar la efectividad de este proyecto, pero estamos muy contentos de que desde del Gobierno valenciano se ponga en marcha una estructura que puede coordinar y complementar el trabajo que hacemos. Yo siempre soy partidario de la idea de que los festivales no somos competencia, sino colegas. Todos tenemos que trabajar juntos para que la gente se acostumbre a considerar la música como algo importante de su vida, crear ese hábito de ir a conciertos igual que se va a partidos de fútbol. Como siempre digo: el éxito de uno implica el beneficio del resto. En este sentido, creo que es muy positivo que Mediterranew Fest reúna en una misma mesa a los distintos festivales, porque, al final, tenemos objetivos muy parecidos aunque nuestros estilos musicales sean muy distintos.
-Muchos festivales intentan alejarse de cuestiones políticas o debates ideológicos, vuestro caso es el opuesto: fomentáis esas conversaciones, habilitáis espacios para la discusión filosófica. ¿Qué valor añadido aportan estas experiencias al Rototom?
-Nosotros hablamos de reggae y se trata de una música muy conectada con el mensaje que cuenta. Casi todos los artistas de este género, vengan de donde vengan, hablan de los mismos temas la solidaridad, la justicia, la paz, el amor, la búsqueda de un mundo mejor…Esto hace que todos sus seguidores se sientan parte de este movimiento, que se reconozcan. Al no depender de patrocinadores, somos muy libres para hablar de lo que queramos sin miedo a represalias. Por eso, nos mostramos muy críticos con las multinacionales y el problema medioambiental, asuntos que a menudo, no le gustan mucho a la gran industria. En realidad, nuestros patrocinadores son nuestro propio público, que se alegran de que sigamos divulgando estos mensajes.
El Rototom no son solamente bandas que tocan, sino un público que convive y tiene que respetarse. Considero que es un experimento social muy importante, somos la manifestación concreta de que personas muy distintas unas de otras pueden coexistir en armonía y en el que la diferencia no es motivo de conflicto sino de enriquecimiento.
-Una de las grandes críticas que se está haciendo en los últimos años a los grandes festivales es que repiten las mismas fórmulas, los mismos carteles una y otra vez. ¿Crees que el Rototom busca distanciarse de esa tendencia, renovarse cada año?
-Esa es otra ventaja que tenemos: la audiencia no viene a escuchar a un artista concreto, así que tenemos la libertad de proponer el cartel que consideramos mejor y no lo más popular. No pensamos en programar a aquellos grupos que sabemos que van a vender más, si no estaríamos haciendo siempre lo mismo. Al preparar cada edición, dedicamos mucho tiempo buscar nuevos talentos en todo el mundo con la convicción de que los espectadores van a sentir esa curiosidad por descubrir nuevas voces. Ese empeño por descubrir a nuevos intérpretes es también la única forma de garantizar que la escena reggae pueda seguir creciendo. Así, el Rototom funciona como un gran escaparate mundial para que esos creadores que se lo merecen tengan un espacio privilegiado sobre el escenario.
-Otra cuestión polémica en los grandes festivales son las condiciones laborales de algunos empleados (camareros, por ejemplo) y el uso que se hace de los voluntarios para cubrir determinados puestos de trabajo. Teniendo en cuenta los preceptos ideológicos que promulga el Rototom, ¿cómo se gestionan este tipo de asuntos logísticos?
-El gran gasto del festival es el personal contratado. A diferencia de otros macroeventos, el Rototom invierte mucho más en trabajadores que en artistas. Además, nosotros no montamos solamente escenarios, ponemos en marcha casi una ciudad que se desarrolla durante cerca de diez días e intentamos que sea lo más sostenible posible. Para nosotros sería imposible organizarlo como un festival cualquiera.
Por otra parte, nosotros no entendemos que se utilice a voluntarios para realizar trabajos humildes sin cobrar por ello. Un voluntario es alguien que viene a aprender cómo se organiza un festival. En nuestro caso, va siempre acompañado por un miembro de la plantilla con experiencia para que le ayude y, al mismo tiempo, adquiera conocimientos. Además, tenemos convenios con la Universidad de Castellón y con colectivos de países como Venezuela o Colombia. muchas personas que vienen aquí para recibir formación, acaban montando sus propios festivales, algo de lo que estamos muy orgullosos. En definitiva, para nosotros el tema de los trabajadores es algo central, no es secundario.
-Han pasado ya varios años de la polémica de Matisyahu, el artista de origen judío cuya actuación trató de boicotear el colectivo BDS. ¿Sentís que ha marcado un antes y un después en el festival? ¿Ha cambiado la percepción social sobre el festival a raíz de ello?
-Está completamente superado. La gente que nos criticó en esa época eran personas que no conocían el festival ni su trayectoria. Quienes llevaban 25 años apoyándonos entendieron que todo se debió a un malentendido. Cuando anulamos el concierto lo hicimos para evitar un problema, no para discriminar a nadie. Frente a la posibilidad de un enfrentamiento violento, de un altercado, el propio artista estuvo de acuerdo en anular su intervención. Al final, decidimos contar con él, celebramos el concierto y conseguimos confirmar, una vez más, los valores fundacionales de este festival: la no discriminación (sea quien sea), la paz y el amor. Fue un episodio doloroso y complicado que vivimos con mucha tensión, pero acabó bien y su actuación resultó espectacular.
-Los organizadores del Rototom habéis manifestado en distintos momentos que estáis muy a gusto en Benicàssim, pero que quisierais contar con una ubicación fija para no tener que estar montando y desmontando cada año las infraestructuras del festival. ¿Lograr un emplazamiento estable es ya una posibilidad en el horizonte o de momento no lo contempláis?
-Para nosotros, no contar con un terreno propio en el que trabajar es un problema muy, muy importante. Cada año hay que debatir sobre las condiciones de alquiler y el uso que le damos, encontramos desperfectos en la zona o descubrimos que el césped se encuentra en mal estado...Sería mucho más sencillo tener un espacio que fuera nuestro y pudiéramos cuidar durante todo el año, nos gustaría mucho.
Todas las instituciones valencianas se han enterado de que los festivales son un gran vehículo de promoción turística que traen un importante beneficio económico al territorio. Esperamos que, en algún momento, el Ayuntamiento de Benicàssim expropie el terreno o alguna entidad pública nos ofrezca un espacio fijo en el que podamos organizar el festival para siempre. También estamos dispuestos a comprar el terreno si fuera necesario, pero, en cualquier caso, nos gustaría resolver el problema de una vez por todas. Nos encantaría quedarnos aquí en esta localidad, pero obtener un recinto seguro es lo más importante, si eso fuera posible en otro pueblo, contemplaríamos la opción de marcharnos.
-Como el resto de festivales bajo la marca Mediterranew Fest, el Rototom contará este año con un punto violeta para denunciar posibles agresiones sexuales. ¿Por qué crees que e importante este espacio?
-Bueno, para nosotros no será solamente un punto violeta, sino un punto ‘del respeto’. No abordaremos solamente los ataques puedan sufrir las mujeres, sino cualquier grupo que padezca discriminación ya sea por orientación sexual, raza, religión…
-En alguna ocasión has comentado que os fuisteis de Italia porque sentíais que no se entendía bien vuestra filosofía, ahora en ese mismo país estamos asistiendo al ascenso de posiciones de ultraderecha que chocan todavía más con vuestro discurso político. Sin ir más lejos, la decisión del ministro del Interior, Matteo Salvini, de rechazar los barcos con refugiados. ¿Cómo estáis viviendo esa deriva de vuestra tierra natal?
-De hecho, uno de los motivos que propició nuestra salida de Italia fue el crecimiento de la Liga Norte, que ahora tiene muchísimo más poder. La situación es mucho peor, se ha disparado el populismo. En ese sentido, los impulsores del festival, como italianos, sentimos el deber de dar una respuesta diferente a la de nuestro gobierno. Nos da vergüenza que en el mundo se asocie a Italia con Salvini y que sus habitantes cierren los ojos a la tragedia. Los italianos son un pueblo de migrantes, sabemos lo que supone tener que salir a buscar un futuro mejor. Precisamente este año colaboramos con la asociación Proactiva Open Arms, responsable de llevar a cabo acciones de salvamento marítimo en el Mediterráneo. Cada año seleccionamos un proyecto al que ayudar y esta vez, en parte, nos decidimos por este tema como una forma de compensar los errores de nuestros líderes.