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tribuna libre

¿Cuál es el futuro de una región que no instale renovables?

24/10/2023 - 

Hace unas semanas leía una interesante reflexión de un alcalde de un pueblo catalán. Su ayuntamiento se había opuesto, con éxito, a un desarrollo fotovoltaico en el municipio, que finalmente no se había autorizado. Poco después, también se opuso al paso de una línea de muy alta tensión por el municipio, que conectaba proyectos renovables de Aragón con la provincia de Barcelona. Esta línea, en cambio, sí parece que va a ser autorizada, así que el alcalde reflexionaba sobre qué sentido tenía haberse opuesto a la planta y ahora tener la línea. La planta solar, a diferencia de la línea, al menos hubiese generado muchos más ingresos para el municipio.

El razonamiento de este alcalde creo que es muy paradigmático sobre la situación que vive el desarrollo renovable en lugares como Catalunya o la Comunitat Valenciana, con un desarrollo muy escaso mientras siguen siendo grandes consumidores de energía. Creo que debemos ser claros con los ciudadanos y explicarles que, si no instalamos renovables en las cantidades necesarias, solo hay tres futuros posibles y ninguno de ellos demasiado halagüeño. 

La primera opción es que, ante un desarrollo renovable muy insuficiente, la energía nos llegue de CC. AA. vecinas. En ese caso las líneas de muy alta tensión cruzarán el territorio desde los desarrollos que se hagan en esas CC. AA., mientras los beneficios respecto a inversión, ingresos públicos y empleo se quedarán allí. Este desarrollo desigual traería tensiones territoriales al querer las comunidades generadoras ventajas por serlo, desde una financiación autonómica más beneficiosa hasta la exigencia de tener los grandes consumidores de energía en sus CC. AA. Los valencianos conocemos los problemas y tensiones territoriales que tenemos por nuestra dependencia hídrica relativa del trasvase del río Tajo y no es un escenario nada deseable para ser replicado en el ámbito energético.

Pedro Fresco. Foto: AVAESEN

La segunda opción, ligeramente distinta a esta primera, sería que esas líneas de alta tensión no fuesen líneas de evacuación privada, sino desarrollos salidos de la propia planificación de REE. Este escenario sería mejor al desarrollarse una infraestructura eléctrica más coherente y optimizada, incluso para los propios promotores renovables que podrían ahorrarse el coste de largas líneas eléctricas y los problemas de autorización. Lamentablemente, la transición energética va más rápido que la planificación y desarrollo de la red eléctrica. La planificación de la red se hace con planes a cinco años, el actual es el 2021-2026, pero su fase de estudios comenzó en 2019 para, después de varias fases de informes, consulta pública, etc. Ser aprobado en marzo de 2022. 

Hoy tenemos un nuevo PNIEC, mayores objetivos de desarrollo renovable en Europa, y la planificación de REE se ha quedado corta. No es por ser REE, que es una empresa modélica, ni porque el plan sea rígido, pues se puede modificar, sino porque nuestra burocracia no está preparada para la transición energética ni para procesos de cambio de la velocidad y necesidad de adaptación que requiere esta transición. Este es un debate que debemos tener como país, y va mucho más allá de las energías renovables. En cualquier caso, la existencia de grandes líneas de alta tensión seguiría siendo inevitable y las tensiones territoriales también.

La tercera opción sería la deseada por los paisajistas, que no haya desarrollos renovables y tampoco nuevas líneas de muy alta tensión, pero sería una realidad dramática. En un proceso de electrificación como el que enfrentamos, el consumo eléctrico se duplicará posiblemente de hoy a 2050. El autoconsumo sólo puede proporcionar una parte pequeña de estas necesidades energéticas y, nos guste o no, las centrales térmicas dejarán de usarse y las nucleares cerrarán tarde o temprano, por mucho que algunos cuenten que puede alargarse su vida útil casi sin límite. 

Si esto sucediese, sería la hecatombe industrial para nuestras regiones. Aun suponiendo que el consumo doméstico estaría garantizado, las industrias no podrían electrificarse y mucho menos habría capacidad energética para el desarrollo de nueva industria. Las industrias inevitablemente tendrían que abandonar regiones que no tengan ni generación renovable ni infraestructura para llevar la energía hasta allí. 

Como valenciano, lo que quiero evitar a toda costa es este tercer escenario, que nos llevaría al empobrecimiento dramático. Pero tampoco me gustan nada las opciones anteriores. Ser una región energéticamente dependiente no nos daría más que problemas y, aunque fuese en menor medida, condicionaría el desarrollo económico e industrial valenciano. Quizá la mayoría de los ciudadanos desconozcan es que de las primeras cosas que preguntan las empresas que quieren implantarse en el territorio es dónde están los parques renovables de la zona o dónde pueden ubicarse. 

Olvídense de las lógicas actuales donde importamos la energía que necesitamos por gaseoductos, oleoductos y buques petroleros o metaneros. Eso no va a suceder en el mundo hacia el que nos dirigimos, donde la producción de energía estará íntimamente relacionada con los recursos naturales locales y eso generará ventajas competitivas mayores que en el mundo fósil. Y eso será bueno para países dependientes energéticamente como los nuestros, sometidos a crisis energéticas recurrentes por los conflictos geopolíticos mundiales.

En conclusión, como defendemos desde Avaesen, vamos a necesitar renovables en nuestros territorios y líneas de alta tensión que la transporten y lo mejor es que seamos conscientes de su necesidad cuanto antes. No debemos perder el tiempo en disquisiciones estériles cuando tenemos todo un nuevo modelo energético por crear, y solo con esta asunción podremos avanzar hacia los debates que sí son reales e importantes: cómo hacemos esta transformación del modo más óptimo y socialmente justo, y cómo aprovechamos la bendición que nos ha dado la naturaleza para reindustrializar nuestro país. 

Pedro Fresco es director general de Avaesen

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