Fotos: EUROPA PRESS (David Zorrakino/David Oller/Kike Rincón)
VALÈNCIA. La política española, y en particular la catalana, ha firmado este jueves un nuevo episodio más propio del surrealismo. Siete años después de que se fugara en el maletero de un coche tras desafiar al Estado y activar una declaración unilateral de independencia -que duró segundos-, el expresident de Cataluña, Carles Puigdemont, reaparecía en Barcelona sobre las nueve de la mañana. Lo hacía en medio de una marea de reporteros gráficos en su camino hacia el Passeig Lluís Companys, donde era recibido entre aplausos y al grito de 'president' por unas 3.500 personas, ataviadas con 'esteladas' y máscaras con su cara. Y, sobre todo, lo hacía caminando en libertad, sin que ningún agente de la autoridad procediera a su arresto sobre un hombre que pesa una orden detención desde 2017 y al que todavía no se la ha aplicado la ley de amnistía.
La concentración, convocada por el Consell de la República (CdRep), estaba preparada para celebrarse una hora antes del inicio del pleno de investidura del socialista Salvador Illa al frente de la Generalitat. "Queridos compatriotas", arrancaba Puigdemont ante su público. "Aunque les hemos visto su cara de represores, hoy he venido aquí para recordarles que aún estamos aquí", arengaba el líder de Junts, que reivindicaba que no renunciaría a la autodeterminación de Cataluña: "Un referéndum ni es ni será nunca un delito". Y, en un discurso que fue televisado y que él leyó con cierto nerviosismo, proclamaba que "han convertido ser catalán en algo sospechoso". Entre los asistentes, se encontraban representantes de Junts, la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Òmnium Cultural, CDR y la Associació de Municipis per la Independència (AMI), así como la CUP y ERC.
Y tras su discurso... Puigdemont desapareció. Se esfumó su rastro, cual 'ilusionista', mientras los diputados de Junts se encaminaban al Parlament. Sin detención, sin arresto, el político fugado se había vuelto a escapar. El Hemiciclo no alteraba su hoja de ruta (el presidente del Parlament había avisado de que suspendería el pleno si Puigdemont era arrestado) y la jornada de investidura comenzaba con normalidad. Entre los asistentes... tampoco estaba Puigdemont. ¿Dónde estaba el expresident? Había prometido que asistiría al pleno... pero no lo hizo. Otra promesa incumplida. Mientras tanto, la policía autonómica activaba la Operación Jaula para buscarle con un despliegue de controles y más de 100 efectivos en las carreteras de Cataluña.
Horas después saltaba la noticia. Los Mossos d'Esquadra habían detenido a uno de sus agentes, acusado de ayudar a Puigdemont en su fuga, según fuentes policiales. El detenido era el dueño del coche en el que los investigadores consideran que pudo huir el exmandatario. De hecho, las últimas informaciones apuntan que la policía sospecha que puede esconderse en un vehículo de color blanco. Sobre las dos de la tarde, los Mossos levantaban el operativo especial, con controles en las carreteras, tras provocar atascos y sin haber localizado el líder independentista. La búsqueda, explican, se centraba en dispositivos por tierra, mar y aire, incluido el helicóptero.
"Ridículo histórico", lamentan mandos policiales.
Por la tarde la Operación Jaula se volvía a reactivar. Entre tanto, los Mossos detenían a un segundo agente, también acusado de echar un cable a Puigdemont en su huida. El pleno del Parlament, por su parte, mantenía su curso, en una aparéntenle normalidad, a pesar de que Junts había solicitado su suspensión porque consideraba que se estaba tratando a su líder como "un terrorista". Fue denegada. A las siete de la tarde, el socialista Salvador Illa recibía los votos de ERC y los Comunes, además de su propio partido, y era investido como nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña. Es el comienzo una nueva etapa.
¿Y Puigdemont? De nuevo en paradero desconocido.