VALÈNCIA. ¿Cómo reemplazar a alguien que lo ha sido casi todo en su grupo político y que ha dejado un reguero de dolor con su fallecimiento? ¿Y cómo hacerlo en un consistorio donde sus partidos se juegan mucho?
Este es el reto al que se enfrentan Daniel Iserte en Torrent y Natalia Ibáñez en Burjassot. El primero entrará en el próximo pleno municipal como edil del PSPV; mientras que la segunda lo hará en representación del PP. Ambos formarán parte de grupos municipales que lideran la oposición y que se hallan en plena reconstrucción.
Iserte, vinculado al sector profesional de la jardinería, aporta la experiencia de edil del pasado mandato, donde dirigió la delegación de Espacios Públicos. Ahora se incorpora a un grupo que aborda el doble reto de relevar a su alcalde sempiterno, Jesús Ros, cuando este decida retirarse -de momento, sigue prorrogando su marcha- y de prepararse para intentar ganar los próximos comicios después de ocho años de mando y ahora hallarse sumido en la oposición.
Y, como también aspecto negativo, llega a un equipo conmocionado por el fallecimiento de la número dos en la lista socialista, Esmeralda Torres, báculo del citado Ros y persona que desde 2003 formaba parte del Consistorio, en el que llegó a asumir áreas tan relevantes como Hacienda en el pasado mandato. Su adiós, a los 51 años, ha abatido al PSPV en la segunda ciudad más poblada de la provincia de Valencia tras la capital. Anoche la agrupación socialista organizó en su memoria un sentido homenaje.
En Burjassot la situación resulta similar, pero en el bando político contrario. Si Torres falleció a los 51 años, Cristina Subiela lo hizo a los 57, también la pasada semana. En su lugar entrará Natalia Ibáñez, nacida en la localidad aunque residente en una población cercana. Compartirá bancada con otros tres concejales de su partido: el portavoz, José María Caballero; el presidente local, Marcos Campos; y Miguel Boix, también con vivienda en un municipio próximo.
Subiela logró lo impensable para el PP: ganar las elecciones en Burjassot y evitar que la alcaldía cayera en manos del PSPV, que desde 1979 y hasta la fecha únicamente la ha dejado de ostentar en el mandato 2011-2015. No obstante, lo primero -vencer en los comicios- no implicó directamente lo segundo en el sentido más evidente.
El Partido Popular logró diez concejales y solamente una coalición de última hora entre los ocho del PSPV, el de EU y los dos de Compromís evitó que izara la vara de mando. No obstante, la formación socialista lo consiguió impedir a costa de una cesión que ha supuesto una mácula en su historia en Burjassot: que la presidencia recayera en el compromisario Jordi Sebastiá, posteriormente eurodiputado. Rafa García tuvo que esperar para suceder el sempiterno José Luis Andrés Chavarrías como primer edil socialista de Burjassot.
Y cuando parecía que todo eso había quedado casi en leyenda, Subiela reapareció, tras retirarse de la vida política en 2015, por sorpresa en 2023, posiblemente bendecida por el presidente de su partido en l´Horta Nord, Pedro Cuesta, dentro de las grandes incógnitas que rodearon algunos nombramientos de última hora del PP.
Lo hizo para situar de cabeza de lista a José María Caballero y ella acompañarle de dos, previsiblemente con vistas a competir por un escaño en la Diputación. El resultado fue flojo para su partido, que sumó cuatro concejales del total de 21 del hemiciclo. Lejos aparecía la gesta del 43% de votos emitidos a favor del PP en 2015.
Quizás por ese motivo aquel resultado lo valoran más los populares comparado con su presente. Caballero ha ensalzado públicamente a su mentora y llorado el drama de su fallecimiento. Maxi Fernández, su compañero y concejal de aquella época, ha ido más allá al lamentar, etiquetándolos en redes, que el presidente del PPCV o alguien de la cúpula autonómica de la formación no acudiera al entierro de Subiela.
Tanto ella en Burjassot como Esmeralda Torres en Torrent dejan una estela de tristeza entre sus compañeros y una evocación de tiempos mejores que vivieron sus partidos en sus respectivos municipios. Daniel Iserte y Natalia Ibáñez tienen ahora, en la medida de sus posibilidades, el reto de tratar de relevarlas en su labor y de rellenar aunque sea un ápice el enorme vacío que dejan.