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Las Fallas a través de los ojos de los artistas invitados del Burning Man

Karen Cusolito y Arlo Leibowitz pasan sus primeros días en Valencia, rodeados de unas construcciones de las que le son más ajenas las vallas que los ninots

14/03/2016 - 

VALENCIA. Esta es la historia de un holandés y una americana. Apenas llevan unos días en Valencia, donde están viviendo sus primeras Fallas. Arlo Leibowitz y Karen Cusolito, los artistas invitados del Burning Man, no han necesitado mucho más tiempo para darse cuenta de que las similitudes entre un festival y otro son tantas como sus diferencias. Con la agenda repleta de visitas a algunos de los talleres de Ciutat Fallera o una conferencia en el IVAM, sacan tiempo para pasearse por una ciudad en modo (pre) plantà y catar unos buñuelos y en la horchetería El Collado, donde aprovecharon para reflexionar sobre la relación entre esas dos fiestas separadas al nacer.

Antes de la merienda, una visita a la falla Plaza del Mercado, la primera comisión censada en Valencia. Allí disfrutaron de un tour improvisado en torno al monumento de la mano del propio Vicente Manuel Martínez Aparici, que firma este año la obra para la histórica comisión. Allí ya comenzaron a intuir que las piezas que aquí se plantan poco tienen que ver con aquellas que construyen en el desierto de Nevada, al menos las fallas de 2016. “¡Qué colores!”, exclama la americana que, cámara en mano, no pierde detalle de un montaje que tiene como testigo de excepción las portadas del Mercado Central y la Lonja. “Es muy interesante que una pieza tan colorida se encuentre entre edificios históricos, es el choque de dos lenguajes totalmente diferentes”, que también destacó la "inquietante" presencia de numerosas empresas privadas patrocinadoras.

Vallas y arte

Las vallas. Ese curioso elemento que, apilado días antes del inicio de los festejos, anuncia a los valencianos que por quince días su ciudad va a convertirse en el caos mejor organizado del mundo. Una barrera que se ha convertido -para suerte o desgracia de muchos- en parte del paisaje festero del cap i casal y que ha supuesto uno de los grandes choques culturales para los artistas invitados. “El hecho de que haya una valla que bordee el arte es una gran diferencia con el Burning Man, donde muchas de las piezas se basan en la participación. No hay espectadores, si no estás participando no está pasando”, explica Cusolito, que ha formado parte en una veintena de ocasiones en el festival americano.

Precisamente es la palabra ‘arte’ la que más repiten a lo largo de su discurso, que ya plantean frente a un vaso de horchata. Esa idea de crear en tanto que expresión única y no a partir de una comanda y guía que determine el proceso. “Nosotros creamos arte interactivo, qué significa depende de quien lo vea. En algunas piezas el público puede manipular las luces, en otras pueden entrar en la estructura. Para mi esa es la gran diferencia. Es un diálogo entre el participante y la pieza en el que el primero se convierte en arte”, indica Arlo Leibowitz.

Entre buñuelo y buñuelo, Cusolito da algunas pistas extra sobre qué eso que diferencia a las fallas de las piezas que se levantan en el desierto de Nevada. “Es un lienzo blanco para que el artista pueda expresarse y crear contenido. El público espera que se rompan las reglas, algo más experimental. Muchas veces fallan los proyectos, pero la aventura está en el espíritu del festival la aventura”. Durante estos (pocos) días ya han participado en numerosos work-shops en diferentes talleres, donde han compartido experiencias y han podido ver cómo se trabaja en Valencia.

A pesar de que todavía están en el ecuador de su visita ya recitan un a interminable lista de cosas que se llevarán en la maleta de este viaje, de aprendizajes y experiencias. Preguntados por qué esperan ellos dejar como legado, especialmente por lo que respecta a su contacto con los creadores locales, vuelven a centrar el debate es esa palabra tan poderosa: arte. “Si hay una cosa que me gustaría expresar es que todo los artistas valencianos deberían pensar en ellos mismos como artistas. Tienen una técnica exquisita y son geniales carpinteros, pero el arte empieza con un concepto. Deberían estar mucho más orgullosos de su trabajo”, asevera Leibowitz.

Entre falleros y estudiosos

Fiesta de carácter multidisciplinar, un concepto que se ha convertido precisamente en el protagonista de la campaña de Ibán Ramón de cara a la posible catalogación de las Fallas como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, no es ni la pirotecnia ni la indumentaria lo que más ha llamado la atención del holandés. “Lo que más me ha sorprendido es la existencia de la Associació d’Estudis Fallers. La mascletà o los trajes regionales pueden ser similares, cada uno con sus características, a otras fiestas del mundo, pero ver esa conexión con los intelectuales de aquí y que no sean los académicos de fuera los que aporten su punto de vista me ha parecido muy interesante”.

Poco a poco van desgranando lo que son las Fallas, un movimiento con entidad propia que toma la ciudad y una organización de “grupos falleros” a los que Arlo, que trabaja principalmente en cine y televisión, vio en pleno apogeo en la Crida, su primer día en España. “Los diseñadores somos a veces un incordio, pero la implicación de los falleros en el proceso es admirable. Es mucho más que dar simplemente dinero para que hagan una falla”. Una o dos, pues Karen destaca el hecho de que la fiesta tenga dos públicos bien diferenciados y, a la vez, cubiertos a partes iguales: adultos y niños.

“Es una herencia cultural muy vibrante, especialmente cuando vienes de los Estados Unidos, donde la mayoría de celebraciones son recreaciones o resultado del mestizaje de eventos”, añade Cusolito, a la que Arlo postula ya para que sea la encargada de hacer la próxima falla municipal. Con el vaso de horchata ya vacío y un buen repaso a las diferencias entre el desierto de Nevada y las Fallas de Valencia, tiempo para destacar una de las grandes similitudes. “Con cinco meses para ejecutar la pieza, el proceso el doloroso y largo, aunque no lo suficiente... ¡nunca hay demasiado tiempo!”.

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