De aquellos días estos lodos, de cuando salíamos a los balcones a las ocho de la tarde a aplaudir a todos los profesionales de la sanidad que, extenuados, trabajaban largas jornadas contras las oleadas de enfermos de COVID-19 que se amontonaban en centros de salud y hospitales. Mientras España cerraba postigos y candados en los domicilios ante el confinamiento generalizado durante dos meses decretado por el Gobierno de Pedro Sánchez, médicos y enfermeras; limpiadores y personal sanitario de toda índole se afanaban en contener ola tras ola de una enfermedad menospreciada hasta unos días antes.
Los representantes gubernamentales negaron la gravedad del asunto (infausto recuerdo el de Fernando Simón) más veces que San Pedro a Jesucristo, de tal forma que actuaron de manera totalmente irresponsable, haciendo delación de sus funciones y dejando desprotegidos a todos aquellos a los que debían, desde los ancianos de las residencias hasta nuestros profesionales sanitarios. Todo, por mantener en pie la manifestación del 8 de Marzo de 2020 como punta de lanza de su lucha ideológica. Yo y mis circunstancias por encima de los demás.
La administración desleal no es delito en el ámbito público. De lo contrario, ya habrían desfilado por los juzgados desde el presidente del Gobierno a los ministros de Sanidad, Salvador Illa (diluido y dejando hacer a los nacionalistas en Cataluña) y ese vicepresidente del Gobierno con complejo de Capitán Hispania llamado Pablo Iglesias, que prometió un escudo social y tan solo protegió a sus amantes compañeras de partido de pleitos y juicios.
Pero la Justicia llega. Tarde, quizás sí, pero irremediable. Esta semana nos hemos enterado de varias sentencias contra la actuación de la Conselleria de Sanitat, a la que ha condenado por desproteger a los profesionales sanitarios durante la pandemia al obligarles a trabajar sin los necesarios equipos de protección. Nadie hizo acopio de material, ni previó medidas profilácticas. Les mandó a la guerra con mucho ánimo y un silbato para hacer ruido.
Ahora, dos años después, un juzgado de Alicante ha condenado a la Generalitat Valenciana a indemnizar a 154 médicos a pagarles entre 5.000 y 49.000 euros por echarles encima la primera ola mientras racionaban las mascarillas con candado y solo les daban una por médico a la semana.
Lo que más me molesta, la verdad, no es que se creyeran las mentiras de su propio Gobierno socialista. Lo que me reconcome es la hipocresía que se gastan en la Generalitat al apropiarse de la defensa de la sanidad pública mientras desmantelan hospitales como los de Torrevieja, Alzira o Dénia o, como en este caso, les dejan desprotegidos ante la enfermedad sin medios para su propia supervivencia.
Entienden defender algo minusvalorando otras opciones, dicotomías malditas, buenos y malos. Sanidad pública vs privada. De ahí que también se le ha condenado a la Conselleria por discriminar a los profesionales de centros privados en la vacunación. Es como si fueran mejores los fiscales que los abogados defensores en un juicio solo por el hecho que unos son funcionarios públicos y otros no. Pero así es el pensamiento sectario que nos rige.
Podemos pensar que la sentencia llega demasiado tarde, que hemos perdido a demasiadas personas por la camino, que algunas no tenían por qué haberse ido si se les hubiera protegido. Es verdad, lo sé de primera mano. Pero también es cierto que la Justicia termina llegando y poniendo a cada uno en su sitio. En el caso de la consellera de Sanitat, Ana Barceló, y en el del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, en el del oprobio y la vergüenza.
La táctica es que el tiempo todo lo perdona; que nadie recordará aquellos días de encerrona y aplausos mientras otros se jugaban la vida sin ninguna ayuda; que la izquierda tiene el monopolio de la verdad y nada tiene que arrepentirse ni pedir perdón. El solo hecho que haya recurrido la sentencia ante la denuncia de un sindicato médico demuestra que ellos siempre están por encima de los demás.
Incluso de los mismos héroes a los que todos admiramos y aplaudimos. Ahora se demuestra quiénes estábamos de verdad con ellos de corazón y quienes solo los utilizaban de cara a la galería mientras les metían en el matadero.
Ya hemos tenido Justicia, ahora yo pido memoria y reflexión. Por los héroes caídos, por todos nosotros. Porque si ayer fueron los médicos, hoy pueden ser los agricultores y mañana, usted.
El sindicato rechaza participar ahora en movilizaciones sindicales ya que cree que "no es el momento"