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CRÓNICAS DE UNA MADRE ANUNCIADA 

Madre perruna en Fallas

Foto: KIKE TABERNER
18/03/2023 - 

Tener un perro es tener un hijo. Quien nunca ha tenido una mascota en casa es imposible que entienda esta afirmación. Por eso hago aquí un parón. Quiero advertir a los que piensan que acabo de decir una soberana tontería que lo que viene a continuación será para ellos una auténtica barbaridad. Así que absténgase de esta lectura querido lector, quien avisa no es traidor.

Pero empecemos por el principio. Yo nunca tuve ninguna conexión especial con el mundo animal. Y menos aún quería tener uno. La simple obligación de pensar en sus paseos, sin tener siquiera tiempo para mi, me parecía un jaleo. O la paciencia que se necesita para su educación y obediencia. Algo vital si no quieres convertir tu casa en una mina de excrementos.

Y este es otro tema. Una vez superada esta fase y pasas a la calle, el mero hecho de aceptar que al menos tres veces al día, durante un cuarto de mi vida, tendría que agacharme para recoger caca caliente me parecía demente.

Pero todo esto cambió hace cinco años cuando conocí a Nela. Con ella, mi perra, tuve una transición rápida e inesperada. Del “que asco los dueños que suben a sus mascotas al sofá”, a pasar a estamparle un beso en la boca o  dormir abrazada a ella cada noche.

Foto: J. HELLÍN/EP

Existe otro nivel. Conozco amigos con mascotas que incluso en momentos de magreo no les importa que el animal se ponga a mirar. Testigos que se cuelan bajo las sábanas cómplices de lo que allí pueda pasar.

¿Qué tendrán estos animalitos que pese a todas las responsabilidades que conllevan nos cambian el orden de nuestras prioridades? ¿Por qué ahora no me importa enfundar mi mano en bolsitas de deposiciones sea el que sea el estado estomacal de mi animal? ¿Será esto lo que llaman amor incondicional?

Desde entonces, esta nueva metamorfosis de mi persona me ha llevado a decir frases como “esto debe ser como tener un hijo” o “aunque en un futuro venga un bebé, nadie la destrona”. Evidencias que para las madres en exclusiva de seres humanos provocaban risas y daban pie a tajantes comentarios: “no tienes ni idea, el cuidado de un hijo supone un muy diferente escenario”.

Y entonces llegó el recién nacido. Las primeras semanas me autoanalizaba, por si ahora que era madre por partida doble era cierto aquello que pronosticaban. Pero lo cierto es que continué diciendo, para muchos, burradas:  “ Seguro que le cojo el gusto y es una pasada, pero Nela llegó primero”. 

Como todo, luego se equilibró en una balanza. Para mi, el vínculo fuerte nace con las vivencias y la crianza.

Precisamente por todo este aprendizaje y ahora que está moda la ley del bienestar animal, el tema Fallas y petardos me parece criminal. Siempre he pensado que los valencianos nos dividimos en dos bandos:  los que disfrutan con absoluta pasión de nuestra fiesta tradicional y a los que les parece un calvario e irse unos días fuera de la ciudad se hace necesario.

Foto: ROBER SOLSONA/EP

Pero una cosa es vivirlo con resignación y otra, la de nuestros animales que con cada mecha encendida lo que a ellos les explota es su vejiga sin poder hacer a gusto una boñiga.

Para muchas de nuestras mascotas esta festividad son un símil a la pandemia. Están encerrados con la diferencia de no disponer de un baño por miedo a si un petardo les hace daño. Y eso, que al menos yo tengo la sensación que las Fallas empiezan antes cada año.

Y pienso, igual que existe una ordenanza municipal que a los propietarios de mascotas nos obliga a hacernos responsables de los deterioros que puedan provocar en la vía pública y de sus deposiciones ¿No podrían haber zonas habilitadas para lanzar cohetes? ¿creen que se ha cumplido la recomendación de este año de no hacer uso de la pólvora en horario de siesta y nocturno? ¿es suficiente? O por el contrario ¿muchos han hecho lo que les ha parecido oportuno?

Quizás esta parca regulación que muchos se saltan a la torera, consiga un efecto rebote imponiendo en el asfalto el “todo vale” y, además de restos de materiales combustibles que impregnan nuestras aceras, se adornen a su vez de cacas sin recoger. Podría ser una ofensiva de traca. Sobre todo, si vas por la calle corto de reflejos por culpa de la resaca.

Una batalla de corte incivilizada que podría librarse en época de Fallas ante el abandono de algunos del sentido común por el impulso más salvaje y  natural.

Claro que otra cosa diferente es lo que se cuece cada noche dentro del casal.   Y es que yo siempre estaré a favor de la celebración pero estaría bien tener en cuenta cierta limitación.

Menos mal que tras estos días de libertinaje que se instalan en la ciudad durante estas fechas señaladas los malos humos que afloran desaparecen y todo vuelve a la normalidad. Una paz que volverá a trastocarse al año siguiente y como en el reino animal, hasta que exista un pacto consensuado, se impondrá la ley del más fuerte.

Si hay algo evidente, es que en fiestas donde gusta el fuego se acepta el perreo como regla del juego. Por aquí, un poco de ruido porque Nela lo vale.

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