El presidente de la Academia de Cine aborda la actualidad del sector y los retos de futuro que le acechan a la vuelta de la esquina
VALÈNCIA. Mariano Barroso (Sant Just Desvern, 1959) es un hombre con dos misiones por delante: defender a la valía de la producción fílmica española y lograr que la Academia de Cine -que él mismo preside y donde antes también ejerció como vicepresidente- sea vista por los contribuyentes como un espacio cercano, propio y atento a sus necesidades. Dos metas no precisamente baladíes, pero a las que él se enfrenta con la seguridad de quien conoce al dedillo los entresijos y horizontes de la industria patria. En su hoja de servicios constan Mi hermano del alma (1993), Éxtasis (1995), Los lobos de Washington (1999) o Lo mejor de Eva (2012), entre otras películas. Además, cuenta con tres premios Goya. Sobre las tablas ha desarrollados las piezas de dramaturgia Closer, Recortes o El hombre elefante. Y si hablamos de la pequeña pantalla, el pasado mes de junio estrenó la serie El día de mañana, una producción de Movistar+ basada en la novela homónima de Ignacio Martínez de Pisón que retrata la Barcelona de los años 60 y 70. Barroso se suma así al ingente colectivo de realizadores que se lanzan a explorar en los océanos de las plataformas de streaming, esas entidades que han llegado para cambiarlo todo. El presidente de la Academia impartió este lunes, 22 de octubre, una conferencia en la Escuela Barreira y desde Cultur Plaza aprovechamos su paso por València para charlar sobre el presente del cine español, el futuro de una universo laboral y creativo en pleno proceso de transformación y el papel que juega en todo ello la institución que él encabeza.
Ya durante su etapa como (único) candidato a la Academia subrayó su voluntad de “legitimar” el cine español ante la opinión pública y “reivindicar” la “dignidad de la industria”. Un discurso que sigue manteniendo a fuego: “A veces se manipulan las situaciones y hay quienes, de forma interesada, han intentado transmitir que la gente del cine lo que quería era vivir de las subvenciones y las ayudas públicas. Pero no es así, nosotros simplemente queremos vivir dignamente de nuestra profesión, como los periodistas, los fotógrafos o los profesores. Es cierto que se trata de un trabajo fantástico, pero en el día a día todo es mucho más básico y menos glamuroso”, sostiene. En este sentido, Barroso defiende sin ambages que la industria cinematográfica es “fundamental para un país y para sus habitantes”. El máximo responsable de la Academia considera así que el del celuloide constituye “un sector estratégico para cualquier territorio. Otra cosa es que le sea reconocido ese papel o no. Nosotros pensamos que es fundamental que así sea y que no hacerlo es un error”. “Nos consta que los poderes públicos están en la línea de aceptar ese estatus, están predispuestos a ello”, asegura al ser preguntado por las relaciones con el Ministerio de Cultura.
Del mismo modo, apunta a cierto hartazgo por parte de los profesionales del cine: “exigimos dejar de ser utilizados como arma arrojadiza en las campañas electorales o en la lucha política. El cine de un país tiene mucho más que ver con la idiosincrasia, la naturaleza, la cultura y la tradición de dicho país que con las disputas entre partidos”, asegura Barroso, quien defiende que “el lenguaje fílmico es el de los sueños y las angustias, eso nos une a todos los humanos, mientras que las ideologías nos separan. Está bien que cada uno pelee por la suya, pero nuestro lenguaje es el de la emoción”. Así, apela a la silenciosa comunidad formada en el patio de butacas: “Nuestras comedias, nuestros dramas lo que buscan es cohesionar no separar, bastante gente hay intentando separarnos. El hecho cinematográfico lo que busca es el encuentro. De hecho, el cine del que venimos todos es aquel que se disfruta en colectivo, en compañía. También ahora se ven películas en la televisión, claro, pero su origen está en reunirse ante la pantalla y disfrutar todos juntos”.
Cuando se habla de la Academia de Cine, no es difícil encontrara ciudadanos de a pie que comparten una visión de la entidad como un espacio alejado de sus intereses, desconectado de la realidad cotidiana. Barroso es consiente de ello, pero no se resigna: “Estamos intentando romper ese tipo de percepciones porque no se ajustan a la realidad. La Academia puede verse desde fuera como algo casi ministerial, pero no lo es. Está formada por toda la gente que compone el sector del cine: guionistas, técnicos, actores, directores… Es un colegio profesional. Lo que sucede es que se espera mucho y se demanda mucho de la Academia. Nosotros estamos dispuestos a darlo todo”, explica.
En esa voluntad aperturista, destaca la fuerte apuesta del barcelonés por la próxima gala de los Goya, una cita que este año se está planificando con más de ocho meses de antelación. “Es nuestro gran encuentro anual, esa fiesta en la que podemos aproximarnos a los espectadores”, indica sobre este evento que en 2019 se celebrará en Sevilla y será presentado por Andreu Buenafuente y Silvia Abril. En definitiva, para el director el objetivo está en “conseguir ser una institución cercana y creo que lo estamos consiguiendo. Tenemos hasta cierta hiperactividad. La sala de la Academia está llena todos los días con proyecciones y debates en los que intentamos abordar las cuestiones actuales que nos inquietan a todos, por ejemplo, hasta dónde las nuevas series son cine, cuál es el tamaño de pantalla con el que consideramos que algo deja de ser cine para ser televisión…”.
Aparece aquí la madre del cordero en la actualidad audiovisual: la irrupción de las plataformas de streaming y sus consecuencias para el sector. En este sentido, Barroso defiende que estos nuevos agentes suponen "un revulsivo" y una gran fuente generadora de empleo. De esta manera señala que la industria “se está sabiendo adaptar muy bien” al cambiante tablero de juego. Tanto es así, que "se están multiplicando las oportunidades de trabajo para los actores y el resto de profesionales". En este sentido, se muestra optimista, pero también reconoce los puntos negros del sector: "Se están disparando los rodajes,pero en televisión, porque conseguir financiación para una película nunca ha sido fácil y tampoco lo es ahora”. Barroso subraya las dificultades económicas a las que se enfrentan los productores a la hora de poner en marcha un largometraje y señala que “las comunidades autónomas que están apostando por facilitar la producción con desgravaciones fiscales están acertando y se están llevando el gato al agua: entre ellas Navarra, el País Vasco, Canarias...”
El propio Barroso ha confesado que planteó el proceso de trabajo de El día de mañana como el de una película. ¿Nos encontramos ante un momento en el que las fronteras entre ambos formatos se están difuminando? Así lo cree el responsable de Kasbah (2000), quien señala que “quizás lo que separa a un formato de otro es el tiempo delimitado: cuánto es capaz de aguantar uno sentado en una butaca. Hace unos días vi una película de dos hora y veinte minutos y pensé que si hubiese durado media hora menos me habría encantado, pero antes esa era la duración habitual de los grandes títulos. Nuestra capacidad de resistencia cada vez es más pequeña, si a los cinco minutos no nos gusta algo, nos ponemos a zapear”.
La visita de Barroso a la capital del Túria coincide con la 33 edición de la Mostra,de València, el festival de cine que vuelve a celebrarse tras varios años de ausencia institucional. Y para él, que una ciudad cuente con su propio certamen fílmico es, ante todo, una buena noticia: “la celebración del cine siempre es algo positivo para el sector, es una fiesta. Estos festivales son el lugar en el que el público se encuentra con las cintas”. Destaca aquí la vertiente de proximidad: "Si fuera planetaria no tendría tanto interés como tiene a nivel local: el festival de San Sebastián, el de Valladolid… Es un lugar de conexión total con la población de cada urbe". Aunque reconoce que no ha podido consultar a fondo la programación de la renovada iniciativa valenciana, el realizador respalda la apuesta de la Mostra por una entrega sin grandes estrellas invitadas y con fuerte presencia de las producciones mediterráneas: “Cada festival tiene que buscar su nicho, hay targets y targets… Está Berlín, Cannes, Venezia, Toronto... Lo importante es que las películas seleccionadas sean buenas y haya en ellas algo bueno por descubrir. Como espectador -que es lo que uno nunca quiere dejar de ser-, creo que los festivales son la mejor manera de ver cine, porque cada película es un mundo y desde una misma sala puedes adentrarte en universos completamente distintos en función de la película que veas”.
En un año en el que el movimiento feminista ha alzado la voz tanto en el contexto de Hollywood como en los grandes festivales internacionales, parece inevitable preguntarse cómo se afronta el reto de la paridad en la industria cinematográfica patria. Barroso lo tiene claro: “es el momento de hacer cambios”. A ese respecto, señala que la Academia “acaba de firmar la Carta que favorece la igualdad y somos conscientes de que en el mundo del cine hay situaciones que es necesario corregir”. Entre ellas, destaca la necesidad de aumentar la presencia femenina en los distintos escalafones del universo fílmico -de hecho, según un estudio publicado en septiembre por la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA), éstas únicamente participaron en el 24% de las películas realizadas en 2017. Más mujeres en todas partes y, especialmente, en la entidad que encabeza: “Hace unos días me dijeron que en la judicatura el 60% de los jueces son mujeres y algo semejante sucede con la Medicina. Entonces, ¿por qué entre los miembros de la Academia hay aproximadamente solo un 25%? Es algo que tenemos que plantearnos y actuar en consecuencia”.
Durante años, la gran reivindicación, el reclamo constante por parte de los profesionales del sector era cristalino: si había algo que se exigía unánimemente era la bajada del IVA cultural. Sin embargo, la materialización de ese descenso tributario se tradujo en el nacimiento de una nueva polémica: y es que, según difundieron entidades como Facua, algunos exhibidores no repercutieron esa disminución en el precio final de las entradas amparándose en su libertad para fijar los precios. Planteada la cuestión, Barroso trata de descafeinar la magnitud del embrollo: “En las principales ciudades -asegura- el 90% de las salas han repercutido el IVA, algo que celebramos”, aunque también admite que “hay algunas que no lo han hecho y nosotros les invitamos e insistimos en que lo hagan porque al final puede afectarles negativamente, no es una medida muy inteligente”.