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los dados de hierro / OPINIÓN

Miedo a perder y ansias de ganar

Foto: KIKE TABERNER
15/05/2022 - 

Hay varios estudios sobre motivación que examinan el efecto de incentivos monetarios para mejorar el rendimiento de los trabajadores, y los resultados en general parecen indicar que el efecto es limitado (el principal efecto parce ser que la gente se vuelve muy creativa a la hora de engañar a las métricas de estos programas), especialmente cuando el sueldo base ya es suficiente como para garantizar una vida digna. En ocasiones, apelar a ideales tiene un efecto igual de bueno. Hay, sin embargo, una excepción (aunque por los posibles conflictos y zonas grises se aplica poco): cuando el trabajador cobra el bonus por adelantado… pero comprometiéndose a devolverlo si no alcanza los objetivos.

Desde un punto de vista puramente racional, es lo mismo cobrar el bonus al final que al principio, porque en última instancia tus ganancias son las mismas y dependen solo de tu rendimiento. Sin embargo, en caso de no alcanzar los objetivos, subjetivamente la diferencia es enorme: es la diferencia entre no cobrar un extra con el que quizás ni contabas… y “perder” un dinero que ya está en tu cuenta y que subjetivamente ya consideras tuyo. Es decir, que la perspectiva de “mejorar económicamente” no incentiva más que los ideales… pero el miedo a “empeorar económicamente” (incluso siendo racionalmente infundado, ¡simplemente te vas a quedar como antes!) incentiva muchísimo.

De aquí se pueden sacar interesantes conclusiones para la política. Especialmente desde las izquierdas. Porque hay una cierta óptica de izquierdas, muy ingenua, que consiste en preguntarse “¿por qué vota la gente a la derecha? es que no lo entiendo, no es racional”, en afirmar “si mejoramos la vida de las personas, entonces seguro que nos votarán”, en sorprenderse posteriormente de los resultados electorales, y vuelta a empezar.

Foto: ELEMENT5/PEXELS

Yendo por partes (y recordando que por supuesto no todo es monocausal), uno de los ejes más efectivos de la derecha es la motivación del “miedo a perder”, con su estrategia comunicativa priorizando muchísimo más las posibles pérdidas que cualquier ganancia: la pérdida de los “derechos de los coches”, el no poder comer carne, o no poder beber alcohol en la calle, o no poder fumar en espacios cerrados, la pérdida, en suma, de privilegios -reales o inventados- de toda laya. Creer que esto son cuatro tonterías de guerras culturales, y que la gente no las considerará importantes, es un error: el “miedo a perder” motiva muchísimo. Estos son literalmente los pájaros en mano que para muchos valen más que los cientos volando.

Al mismo tiempo, y en un reverso tenebroso, el mantra de “mejorar la vida de las personas” se sobrevalora: prometerle a la gente que dentro de una legislatura se podrá desgravar 50€ más por los gastos educativos infantiles, y hasta los diez años en vez de hasta los ocho, pues motiva menos de lo esperado (lo que no significa que se deba descuidar, simplemente que fiarlo todo a cuatro chuches similares es una estrategia suicida). Sobre todo, porque estas inanes ganancias se venden como titánicos esfuerzos al límite de lo posible, y la gente saca la conclusión esperable: migajas como estas es todo lo que podemos esperar del sistema. Y al menos una parte de la izquierda espera algo más de su vida y de su voto; si no un Fully Automated Luxury Gay Space Communism, sí al menos una perspectiva de mejora social que vaya más allá de pelear cada cuatro años por tres migajas, dos de las cuales se irán por algún turbio sumidero abierto en aras de la responsabilidad de estado.

Por poner un ejemplo práctico: una de las grandes bazas de Yolanda Díaz, si al final se presenta liderando una candidatura, es ser la ministra que subió el sueldo mínimo de 850€ a 1050€. Esto ya no son migajas, sino una ganancia significativa para los trabajadores más precarios (aunque la reciente inflación la ha rebajado un poco) que puede servir de enganche, pero hace falta algo más. Porque, aunque esto se venda como una gran conquista, es una que la derecha puede igualar perfectamente. No hay ninguna razón por la que Santiago Abascal no pueda subir el SMI a 1200€ si llega al gobierno. O mejor aún: subirlo a 1200€ solo para españoles, con alguna triquiñuela legal que haga que los inmigrantes mantengan sus salarios más bajos y así tener contentos a los emrpesarios, la clase de injusticia que no tendría coste electoral porque los afectados no pueden votar. Sí, alguna corte europea lo tumbaría tarde o temprano – y VOX podría venderlo como “la UE rebaja los salarios a los españoles”. Jugada Maestra, que diría Iván Redondo.

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Foto: EDUARDO PARRA/EP

La buena noticia para la izquierda es que los “valores” siguen contando. La perspectiva de que un futuro mejor es posible y deseable siempre ha sido el mayor combustible de la izquierda, y el acicate de todas sus victorias. El problema es casar esto con un mundo en el que, cambio climático y Peak Everything mediante, la prosperidad material ya no va a aumentar. Simplemente, porque es imposible que aumente para todos a la vez. La derecha, ante esto, va a reaccionar de la manera en que ya lo está haciendo en todo el mundo: con repliegues nacionalistas. “No hay para todos, pero si los [inserte nacionalidad] estamos muy unidos y somos conscientes de nuestras raíces, al menos nosotros podremos mantener nuestro nivel de vida”. 

Se está viendo en la caída de las derechas neoliberales y el ascenso de las derechas populistas y nativistas, que ofrecen una vuelta a un “antes” idílico (algo que vagamente se parece a los años 80: los idilios ya no son lo que eran), aunque sea inviable. Frente a esto, la izquierda tiene que reivindicar futuros mejores y viables. Con menos coches, menos viajes en avión y menos carne, pero con las necesidades mínimas cubiertas y más tiempo libre. Claro, todo esto está aún en mantillas: es mucho más cómodo tirar por lo conocido, y lo más efectivo de estos últimos 40 años ha sido prometer mayor prosperidad material sin preocuparnos demasiado del reparto. Son las ansias de ganar – o más bien, el miedo a perder (el gobierno).

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