El artista habla del espectáculo 'Ultrashow', que podrá verse este fin de semana en Sala Russafa; y también de la evolución del humor y de su condición de comediante
VALÈNCIA. La mayoría conoce a Miguel Noguera por su faceta como humorista, pero él no se define a sí mismo como tal. En su lugar, cuando un desconocido le pregunta, dice que se dedica "al teatro". Una respuesta tan ambigua suele llevar a pensar a quien pregunta que este tipo de mirada sobria y aires cínicos es técnico teatral. Entonces, suele concretar y dice que se dedica "al monólogo". Llegados a ese punto (algo que siempre intenta evitar) la gente que no le conoce suele presuponerle características de clown, algo que se aleja bastante de su verdadera personalidad.
Miguel Noguera se dedica a muchas cosas y a ninguna. Tiene varios libros (entre los que destaca el último, ¡PAM! publicado por Blackie Books recientemente), un podcast, dibuja, canta y hace humor. No es un profesional consagrado en ninguno de esos campos, o al menos eso dice. No trabaja con un objetivo claro, sino que sus medios son objetivos en si mismos.
En cualquier caso, es evidente que su público le quiere. Sea escritor, dibujante, comediante o cualquier otra cosa, es innegable que ha encontrado su hueco. Y este fin de semana los valencianos podrán ver su faceta como humorista, o conferenciante, o comentarista de ideas, o performer... Quizás es mejor no definir totalmente lo que viene a hacer, puesto que se trata de un espectáculo de lo más singular. Es el Ultrashow, una función en la que el público se ríe sin que ese sea realmente el objetivo de Noguera. Él se limita a lanzar ideas que se le ocurren de manera cotidiana, a comentarlas haciendo autoreferencia a lo absurdo que puede llegar a ser, a seleccionar unas cuantas imágenes y a hablar de ellas. Estará en Sala Russafa este sábado y domingo a las 12 30 horas.
-Buena parte de tu público piensa que tu espectáculo es eminentemente humorístico. Sin embargo, Ultrashow tiene mucho más.
-Estoy de acuerdo en que el contexto en que se lee es humorístico, desde luego. Pero el material que se explica o el origen de las ideas que expongo no es humorístico. Más bien expongo paradojas formales. No están pulidas para ser más graciosas en esencia. Otra cosa es que a la hora de expresarlo, el tono sí sea más bien humorístico. Se me ocurren a raíz de algo que he visto u oído. Es una selección de las anotaciones que hago durante el día, y siempre son a propósito de algo que ha sucedido. No es que yo las idee partiendo de cero, siempre hay algo que las detona, en el entorno.
-Dices también que con Ultrashow no buscas provocar, que tú mismo tienes la luz roja encendida ante mensajes que puedas lanzar, pero que no lanzas de la misma manera que lo harías en el espacio privado. Sin embargo, ¿no crees que el humor, en general, es todo provocación?
-Depende de cómo definas provocación. Desde luego, mi humor puede resultar provocativo para determinado tipo de espectador. Esto ya lo sé yo. Normalmente, por suerte, ese espectador anticipa que mi espectáculo no es para él, y yo espero no encontrármelo en el patio de butacas. En ningún momento engaño a nadie (ríe). Los Ultrashows están colgados en Youtube, y mi forma de presentarlos ya da fe de por dónde pueden ir los tiros. Eso aleja a quienes puedan considerar provocativo mi contenido. La mayoría de espectadores no se sienten provocados. Otra cosa es que el espectáculo pueda ser chocante, o que tenga dosis de humor negro. Pero va dirigido a un espectador que no busca sentirse provocado. El humor negro, por sí mismo, va dirigido a un público que quiere ese tipo de humor. Tampoco es que solamente me mueva en el humor negro, pero lo más provocador que puedo hacer tiene que ver con eso.
-En este sentido, desde hace ya un tiempo se habla mucho de esos límites del humor, ¿qué papel tiene Miguel Noguera dentro de todo esto?
-Si he de tomar partido, hay que tener en cuenta que hay varios bandos. Tampoco me he parado mucho a pensarlo, pero entiendo que primero está el bando de la derecha, que vienen a ser quienes ahora denuncian que no se les permita ser políticamente incorrectos. Son lo que pretendidamente dicen que no están influidos por ninguna ideología y quieren ser libres, que han llegado a sus propias conclusiones. Dicen que son los únicos que no están influidos por una ideología, cuando claramente tienen la suya, todos la tenemos. Y luego está el bando de la izquierda o la parte mas progresista, que son quienes tienen el mantra de que el humor desde abajo hacia arriba es lícito, pero que desde arriba hacia abajo no lo es. Si he de tomar partido, estoy más con ese segundo bando. Pero obviamente, por generación y por constitución, he sido de los que ha tenido que cambiar, de los que ha sido convencido desde fuera por el progreso. Yo no soy uno de los elaboradores de ese discurso que se ha impuesto en determinada parte de la población, pero lo suscribo. Yo era (o sigo siendo) parte del problema, pero no estoy en contra de ese discurso. Aun así, en privado tengo todo tipo de deslices que se configuran como lo que venía siendo el humor hasta hace diez años más o menos. Creo que es algo que todos debemos admitir: aunque suscribas los postulados del feminismo, uno al fin y al cabo es un hombre e incurre en machismos por mucho que suscriba el discurso e intente evitarlo. Es de cajón. Lo que no soy es de aquellos que suscriben el primer bando. No me encuentro ahí.
-El humor ha cambiado mucho de la mano de las nuevas generaciones o las redes sociales, también con nuevos tipos de televisión, como el programa La Resistencia, ¿Qué opinas de esta evolución?
-El giro humorístico (el punch) cada unos segundos se sigue viendo. En La Resistencia, por usar tu ejemplo, el público ríe regularmente. Aunque tengan otra referencia y otra manera de hacer humor, el resultado, en términos de risa, es el mismo. La gente va riendo con un intermedio bastante regular, de segundos. La Resistencia, en ese sentido, aunque haya cambiado su formato, se construye en torno al late night. A partir de ahí crean cierta disidencia, pero están dentro del late night. Otra cosa es el humor casero que pueden tener los youtubers desde hace un montón de años, que obviamente habrá influido para que La Resistencia sea como es. Son dos cosas distintas.
Y por último está el humor que no requiere de esa risa cada x segundos. A mí se me puede relacionar, quizás, con ese tipo de humor, pero si ves mi espectáculo, el público también reacciona como en un Club de la Comedia. Van riendo cada cierto tiempo. Creo que es algo casi algo inherente al ritual del stand up comedy. Por mucho que yo intente marcar una diferencia con lo tradicional, lo que hago en apariencia no difiere mucho de un monólogo tradicional. Yo voy hablando y la gente va riendo. Es algo que preexiste. En el momento en que haces un monólogo de humor la gente y tú reaccionáis de una determinada manera. Es algo que nos toma a los dos, al emisor y al receptor. Independientemente de lo que se haga, esa forma está ahí, permea lo que ocurre.
-Eres un amante de la performance. Haces cosas tan creativas como absurdas. ¿Cuál es tu objetivo? ¿Hacer reír, reflexionar, ambas o ninguna?
-Siempre parto de las anotaciones de las que hablaba antes. Normalmente, esas anotaciones no tienen que ver con el momento en el que son explicadas. El contenido de aquello que explico no tiene que ver con la ocasión en la que se me da la oportunidad de mostrar ese contenido. Ahí hay un forzamiento, es decir, de repente, a mí me das una palestra para hablar y yo te explico cosas que no tienen relación ni con esa palestra ni con nada. Si se me da la oportunidad de ir a algún programa de televisión como las performances que he hecho en La Resistencia, me atrae mucho más hacer algo que no venga a cuento de nada, porque en la televisión, la mayor parte de cosas que suceden, en última instancia están insertas en lo que el sentido de lo que se está mostrando. Romper eso y que sea en términos de contenido, es lo que a mi me gusta. Cuando hice la performance de la oruga, salió la oruga pero no simbolizaba nada, no venía a cuento de nada. No había ningún hilo por el cual entender la situación. No se habla previamente que se va a romper con todo. Simplemente, aparece la oruga y luego retrospectivamente la gente intentará encontrar un sentido. Pero lo cierto es que ese momento, al ser breve e inesperado, ya tiene un valor en sí mismo. Independientemente de dónde me salga la idea. El origen a mí también se me pierde. Todo va en la línea de lo abrupto, que es muy difícil de categorizar o unir al resto del programa. No hay un objetivo, ni una lectura pretendida. Es más bien la lógica de la obra de arte, que está allí y en muchas ocasiones no tiene un porqué o un objetivo concreto. Es un artefacto, algo que se ha construido siguiendo unas reglas determinadas y que está ahí, en el espacio.
-Tu humor se vinculad con la performance, de hecho estudiaste Bellas Artes. Cuando te preguntan a qué te dedicas, ¿dices que eres humorista?
-Por suerte no me lo preguntan mucho. Y cuando lo hace alguien que no me conoce de nada, suelo decir que estoy 'en el teatro'. Soy así de enigmático (ríe). Eso suele dar pie a pensar que trabajo dentro del personal técnico de nu teatro. Cuando me piden más concreción digo que hago un monólogo. Entonces la gente ya lo entiende. Pero normalmente intento no dar muchos detalles. No hay un orgullo en decir que soy humorista, sobre todo a un desconocido, por las connotaciones que tiene decir que eres humorista. Inmediatamente se te presupone una actitud determinada hacia las cosas, un desenfado. No se presupone un humor cínico y negro como el que yo tengo, desde luego. Si un desconocido pregunta, al decirlo, se le atribuyen a uno características de clown, y yo no estaría cómodo si un desconocido pensara que me dedico al clown, porque es un perfil que no me corresponde.
-Te dedicas al humor, a la escritura, a la música, al dibujo… Son muchas cosas muy dispares. ¿No te da miedo fastidiarla?
-Es que en ninguna de ellas me postulo en ninguna escena, ni en ninguna academia. Los dibujos que hago son ilustraciones con las que explico mis ideas; mi escritura cada vez es más breve, son meras explicaciones. La música son como mucho los cánticos del show y las melodías polifónicas que hago en mi podcast. En ningún momento pretendo hacer un producto de calidad que hable de tú a tú a otros productos profesionales. Ni en dibujo, ni en música, ni en escritura, ni en comedia. En lo último, no aspiro a que se me evalúe según los estándares del monólogo. Miedo a cagarla no tengo, no me sitúo en ningún ranquin. Si tu escribes una novela, se la intenta ubicar en algún punto según lo que quiera el escritor y lo que consiga. Yo, por suerte, no tengo que medirme con nada, porque si tuviera que medirme con algo, probablemente saldría perdiendo en todos los ámbitos.
-También podrías decir que eres un tipo polifacético y ya está.
-Es que para mí una persona polifacética es quien tiene un desarrollo y un conocimiento en cada uno de los campos, con una obra extensa. Yo doy degustaciones mínimas. Es muy precario, muy amateur. La obra que yo hago en todos esos campos es naíf. Es el artefacto que forma un sistema que hace que yo tenga un público, pero por separado ninguna de ellas tiene demasiado valor.
-Acabas de sacar nuevo libro con Blackie Books: ¡PAM!. ¿Qué puede encontrar el lector en él?
-Esta vez los dibujos están coloreados (ríe). Tiene ese lujo, es en color. Y el formato, que se empezó ya con mi anterior libro, El clon de Kant, es más bonito. Se van ganando recursos poco a poco. En realidad son pequeños cambios en la forma, pero la base es la misma: ideas con ilustraciones, notas a pie de página que explican esas ideas... Se parte de las anotaciones, esa es mi forma de trabajar con los libros.
-¿Próximos proyectos?
-Hay un vídeo de 2012 colgado por Edgar LLedó, un recogido de secuencias de la serie Ángel, comentados por medio de textos breves. Estoy haciendo lo mismo con la serie principal Buffy (Ángel es una secuela de la misma). Estoy terminando de ver la serie. En los próximos años saldrá un vídeo con momentos de la serie Buffy. Por otro lado, el podcast Infrashow continúa y estoy preparando otro libro que saldrá en un par de años. Quiero continuar así. Tengo cuarenta años, si me jubilo a los sesenta, me quedan veinte años todavía. ¿Crees que aguantaré o la gente se cansará? Igual cuando me haga más viejo la gente ya no ve mi espectáculo como algo grato. No lo sé, es un escenario que dibujo para dentro de diez o quince años. La última década es la que más me preocupa, es un enigma. Igual estoy haciendo lo mismo o quizás me veo obligado a buscar un trabajo. Ojalá pueda seguir haciendo lo mismo. Nunca se sabe. Son veinte años, ¿eh? No es poco. Eso es lo que me paso el día rumiando.
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