En un estado de Derecho son los jueces quienes imparten justicia, pero en el mundo globalizado del siglo XXI son los consorcios de periodistas quienes sino la imparten están cerca de ello. Habrá que buscar paraísos fiables más que fiscales.
Tantas veces decimos que el paraíso está más cerca de lo que creemos que realmente no se si nos creemos lo que decimos. Perdón por el juego de palabras que ha sido totalmente improvisado pero no se me ocurre otra forma de escribirlo. En Valencia bien sabemos lo que es el paraíso, está a unos pocos kilómetros del centro urbano y se llama Albufera, los que han visto una puesta de sol ahí y luego ven en las redes sociales las lunas de miel en el Caribe pensarán, “¿es necesario irse tan lejos?”.
Estos días de movimientos en el calendario con el cambio de hora, cuando irrumpe el invierno llevándose por delante el cálido otoño que nos dejaba pasear felizmente y donde se ha adelantado el carnaval en Barcelona y Bruselas, nos ha llegado un nuevo caso. Casi como el estreno de una película, de los creadores de Panamá Papers llega ahora Paradise Papers. Tratándose de una investigación realizada por periodistas, lógicamente el ruido mediático y la presencia en los medios implicados (en la investigación) es total y absoluta.
Los periódicos y las televisiones realizan especiales con diseño gráfico propio y las noticias durante unas semanas van goteando nombres de famosos empresarios, políticos y jefes de estado junto a cifras de infarto. En total se habla de más de trece millones de documentos –imagínese todo eso en carpetas y ordenado– y de más de 120.000 personas y empresas. Sinceramente me parecen cifras tan desorbitadas que animan a pensar que da igual lo que se publique, salvo algún caso más sonado o que acabe en manos de la justicia.
El resto, al margen de ser un meritorio y laborioso trabajo de investigación, para la mayoría de la sociedad pasa sin pena ni gloria y muchos de los nombres más conocidos con cuentas en lugares recónditos, no están necesariamente incumpliendo la ley, sí en muchos casos bordeándola, esquivándola o acogiéndose a las legislaciones más favorables para sus negocios o inversiones –a veces de manera obligatoria por domicilio de empresas–. Este matiz es importante pues algunos de los nombres más relevantes del empresariado local también trabajan en territorios de ultramar y participan en diferentes sociedades.
En cualquier caso al pueblo llano nos provoca cierta atracción pensar en “qué haría yo si tuviera o manejara esas cantidades astronómicas de dinero”, la realidad es que en las tertulias informales que se suceden en el café de las mañanas en cualquier bar de España, la mayoría reconoce que también tiraría de ingeniería financiera para al menos pagar lo mínimo, aunque públicamente todos somos Hacienda. Esos lugares donde se busca el beneficio o mejor trato están bautizados como ‘paraísos fiscales’, pero en estos tiempos donde la vulneración de la ley se convierte (casi) en norma en Cataluña y por ello miles y miles de empresas trasladan su sede social al resto de España en busca de seguridad jurídica, creo que lo que debemos buscar es paraísos fiables.
Y en esa búsqueda no se me ocurre mejor lugar que la Comunitat Valenciana. Debemos ser ese espacio donde el estado de derecho se imponga de manera clara y rotunda garantizando así la seguridad física y jurídica de personas y empresas. En los últimos días escuché al presidente Ximo Puig, en un acto público, decir que serán bienvenidas las empresas que aquí quieran venir a asentarse y trabajar, que la valenciana será una tierra de acogida. Los responsables del ayuntamiento ya nos recuerdan que la Marina de València debe ser el Sillicon Valley del sur de Europa y no tenemos que perder ni un minuto en que así sea. Para que todo ello sea una realidad nada más lejano y más cercano que evitar cualquier asimilación a los comportamientos, actitudes y discursos de los líderes nacionalistas e independentistas catalanes. Puede parecer una perogrullada pero estamos en un territorio vecino donde desde algunos sectores minoritarios pero millonarios –bien subvencionados y patrocinados– siempre se busca el asemejarnos en reivindicaciones y protestas al nacionalismo catalán. Ni paraísos fiscales ni infiernos terrenales, nuestra tierra es un paraíso fiable.