VALÈNCIA. “¿No hay fecha?”. “La apertura no la decimos nosotros.”. “¿No quieren arriesgarse?”. “No es una cuestión de querer. Estamos en la recta final y seguimos día a día los últimos trabajos pendientes, hay que hacer pruebas, remates, repasos…”. En la sociedad Parque Central asumen con resignación y cautela que no hay respuesta y prefieren no dar una contestación clara a la pregunta del millón: ¿cuándo? Porque la infraestructura verde, el jardín que está llamado a ser una referencia en la vida de la ciudad de València, tiene todo el aspecto de estar disponible para ser usado, pero quedan detalles pendientes y, sobre todo, la verificación de que los canales de agua funcionan. “Será un regalo de Navidad, eso seguro”, bromean en los pasillos del Ayuntamiento. El alcalde Joan Ribó así lo dejó entrever durante su última visita. Pero ni él se atrevió a dar una fecha. Nadie quiere pillarse los dedos.
Los plataneros que se hallan junto a las Naves de Demetrio Ribes, y las 68 especies diferentes de árboles que se han incorporado al espacio, más de 86.000 plantas y arbustos, un ejército verde, se encuentran en su mayoría dispuestos. Faltan la enredadera de la pérgola y pocas cosas más. Otro tanto sucede con el mobiliario urbano, ya preparado para ser usado, con una zona de juegos presidida por El árbol de las ciencias donde destaca un enorme tobogán a punto de estar instalado (sólo falta el vinilo), bancos de madera y de granito diseminados ordenadamente por todos lados. Es la plasmación de una labor de equipo que ha concretado el diseño que creó la UTE formada por Gustafson Porter, las valencianas Nova Ingeniería y Grupotec, y Borgos Pieper; una obra que ha ejecutado la UTE formada por Pavasal y Dragados. Y ya se ve. Ya se palpa. Hasta se huele, como cuando una ráfaga de viento arrastra el penetrante olor de las plantas aromáticas. Pero no está acabado. Aún no.
Por el Parque Central pasea un grupo de cinco ingenieros y técnicos. Uno de ellos se acuclilla en el paseo principal y levanta una arqueta. “Por aquí se tendrá que conectar”, comenta. Mientras, en el canal principal, los operarios se afanan en disponer el suelo de granito procedente de Extremadura que necesitan para poder acabar el proyecto. La tardía elección de este material por parte de las empresas constructoras ha hecho que la obra esté retrasada desde el pasado 31 de julio, fecha tope para abrir, y es el canal también el último cabo que hay que superar para que la nave llegue a puerto. Se está incumpliendo el plazo, confirman desde Parque Central. Nadie quiere hablar de sanciones o multas por el retraso. No es el momento.
Han pasado más de siete años desde que Kathryn Gustafson, la autora del Memorial de Lady Di en Londres, presentara en València el jardín. Era entonces alcaldesa de València Rita Barberá, quien se congratuló de que “los mejores” hubieran tomado parte en el concurso de ideas. Gustafson, la mejor entre los mejores, primus inter pares, se implicó con el proyecto atraída por lo que supondrá el parque, que unirá lo que durante cientos de años han separado las vías del tren, para convertirse en el corazón verde de València. Con la luz, el agua y el verde como premisas, este gran parque urbano aspira a ser sostenible, ya que producirá toda la energía que utilice a través de la instalación de paneles fotovoltaicos y de la reutilización de toda el agua existente.
Gustafson, autora también del Millenium Park de Chicago, aseguró aquellos días de enero de 2011 que esta jardín era la obra de su vida. Según explicó entonces, en su concepción han tenido claro el alma y la historia de la ciudad y su entorno, la huerta. “El objetivo es que entres en el parque y sepas que estás en València”, dijo. Pero esta identidad metafórica se ha concebido adecuada al contexto y desde el primer momento se articuló con la intención de integrarlo con los barrios colindantes; principalmente Ruzafa y, por supuesto, Malilla. Separado hasta ahora de la ciudad por el Scalextric de Giorgeta, este barrio encontrará en el Parque un destino natural.
El último número de la Revista de Obras Públicas que edita el Colegio de Caminos, el 3.602, está dedicado a la ciudad de València y su transformación en el último medio siglo (tomando como referencia el aniversario de la construcción del Plan Sur que oficialmente se inauguró en 1969) con reflexiones en torno al pasado, presente y futuro de la ciudad. En él se incluye un artículo obra de Vicent Esteban Chapapría en el que Gustafson desgrana las claves del parque. La entrevista de Esteban Chapapría con la estadounidense constituye un interesante intercambio de ideas sobre urbanismo donde la diseñadora del parque explica las principales claves del mismo.
Entre otras cuestiones, Gustafson resalta que “el criterio básico del parque era, ante todo, llevar infraestructura verde al centro de Valencia”. “Los parques principales existen en cualquier ciudad global importante, pero València no tenía un espacio verde central ya que el lecho del río serpentea a través de un área separada”, recuerda. “Un espacio verde trata de hacer una ciudad saludable donde uno pueda disfrutar del paisaje sin ir al campo. ¡No necesitas salir de la ciudad para simplemente disfrutar de un paseo a través de árboles y praderas! Es parte de traer la salud del ambiente verde a la puerta de tu casa”, asegura. Y eso es lo que han querido hacer.
En el artículo Gustafson destaca la importancia del agua como elemento definitorio del parque, esa misma agua que exige un canal que está trayendo de cabeza a las constructoras, esa misma agua que forma parte de la historia milenaria de la ciudad y que se concreta en la existencia de instituciones como el Tribunal de las Aguas. No en vano el proyecto se titulaba Aigua plena de seny, en referencia a un famoso poema de Ausiàs March. “El agua se utiliza como conector entre el parque y la ciudad”, explica Gustafsson. “El agua es la guía que te lleva a la entrada y salida. Siempre es la pieza principal la que te acompaña a medida que te mueves por el parque. Tener eso como lo primero que uno experimenta es muy importante para nosotros”. En este punto la norteamericana diferencia entre lo que llama agua cultural (“que es para la interacción”) y lo que describe como agua natural (“para la vida silvestre”). Esta importancia capital del agua se refleja, nunca mejor dicho, en el gran lago del centro del parque que, además, formará parte de la gestión de aguas pluviales, lo que hará que el lago no sea sólo un símbolo sino también una herramienta.
La memoria de la ciudad quedará plasmada en espacios como el jardín de huerta o las alquerías recuperadas, pero también se podrá vislumbrar en algunos de los ejemplares de árboles presentes. Así, Gustafson recuerda que decidieron incluir robles y praderas como invocación a la ciudad antes del desarrollo agrícola, ya que eran elementos entonces presentes. Todos ellos se integrarán en un conjunto en el que se realzan los espacios abiertos.
En este punto la estadounidense ha tenido en cuenta que tanto el clima como la cultura de la ciudad y su entorno priman los espacios exteriores. Por lo tanto para ellos fue muy importante asegurarse de que, dice, “las actividades que son típicas de la vida diaria estén ampliamente disponibles, como espacios de juegos para niños o lugares para personas mayores. Los espacios también deben ser flexibles, por lo que son relevantes para un grupo de edad amplio y se pueden usar durante todo el año. Esto crea una ciudad activa que habla a su comunidad”.
Punto aparte merece el trabajo realizado con las Naves. Aquí la norteamericana resalta la “estrecha colaboración” con “un excelente equipo local” de asesores entre los que cita los arquitectos Borgos Pieper y Nova Ingeniería, quienes les informaron de qué se podría hacer “de manera realista” con los edificios de Ribes. Del edificio de reparación de carruajes (“hermoso y antiguo”) resalta su destino como lugar artístico, mientras que al respecto de las naves gemelas explica que han diseñado en torno a ellas. Esto se ve en su carácter autónomo que se traducirá en que tengan unas puertas diferenciadas, para que puedan funcionar al margen del horario del Parque. Con este planteamiento, la diseñadora cree que “se convierten en otra conexión entre la ciudad y el parque”.
Recientemente, durante una breve estancia en València, Gustafson se aproximó con su equipo a ver el Parque y cómo iban las obras. En la sociedad Parque Central aseguran que estaba muy contenta. Las imágenes que facilitan de esta visita permiten ver a una Gustafson risueña, como una niña ante un regalo de cumpleaños. Sentada en el suelo de la pradera, la estadounidense contempló el resultado comprobando cómo el parque estaba cerca de alcanzar esa familiaridad que cree fundamental.
Un carácter doméstico que se traduce también en la aplicación del pragmatismo para las pequeñas cosas, como hacer que la zona de socialización para perros, ubicada en una de las entradas desde Malilla, justo debajo del Scalextric, tenga también autonomía de apertura y cierre con respecto al Parque en sí. El Parque se ajusta a la vida de los ciudadanos, y no a la inversa.
Y es que, desde su punto de vista, el Parque Central debe ser sentido por los ciudadanos como propio, parte de su vida. Al menos eso es lo que se puede inferir de las palabras que le dijo a Esteban Chapapría. “Los paisajes urbanos esencialmente crean una habilidad para tener tu vida afuera. Al crear una nueva experiencia urbana dentro de las habitaciones urbanas de la ciudad, permitimos que las personas salgan de sus hogares y entren a espacios abiertos. Entonces, tu hogar no está solo dentro de tu hogar, es tu ciudad”. Y el Parque Central está llamado a ser parte capital de ella.