Hoy es 10 de octubre
Paciencia, tolerancia y comprensión forman parte de la condición humana, hasta que se agotan. Las nuevas generaciones se están haciendo adultas. Y a ellas sí que no se les engaña con facilidad. Son posibilistas y pragmáticas. “Pagan” por resultados y esperan menos discursos. No les arrastra la ideología
Durante cuarenta y ocho horas de esta semana llegué a creer que el mundo había cambiado. Sin embargo, fue encender la televisión y la radio antes del desayuno y comprobar que sólo había sido un espejismo. El debate político más rancio, repetitivo y aburrido volvía a aparecer como si nada más importara a esa clase política que simplemente va a lo suyo, se mira el ombligo y pretende hacernos creer que es indispensable en nuestra vida ordinaria. Están muy equivocados.
Así que me puse a temblar porque recordé que en breve, en apenas unos meses, nos enfrentaremos a un nuevo ciclo de cambio político, con lo que significa. Hemos llegado a la meta exhaustos después de tanto subir impuestos y recibos, pero con muchos asuntos por bordar y más aún por zurcir. Y con un paisaje de simples promesas a largo plazo que dudo podamos ver cumplidas. La soberbia y la arrogancia, además, no son buenas consejeras.
Imaginen Andalucía y el clientelismo subsidiario de rigor que va a aparecer y la cantidad de colocados que se van a quedar por el camino, como sucedió por aquí pese a los blindajes que el poder se auto concede y nosotros hemos tolerado desde el oscurantismo.
Jugar a la política ya no es suficiente. No se lleva. Todo ha cambiado tanto en cuatro años que es absolutamente diferente a un lustro atrás.
Muy bien que lo advertía hace unos días en este diario Ximo Aguar con un titular contundente y que no necesita de más explicaciones: Nada será lo mismo en el Botànic tras las elecciones autonómicas de 2019. Y es que la nueva sociedad civil ya está en otra historia y se impacienta a la carrera. Lo de Andalucía es un serio aviso, aunque muchos aún no se hayan dado cuenta y continúen a lo suyo.
Estamos realmente frente a un nuevo cambio de ciclo. Complicado, cierto. Pero cambio de paradigma y hegemonías. Me gustaría saber si es cuestión del tiempo atmosférico o es que la sociedad española realmente se ha hecho mayor, pero sobre todo comprender mejor lo que está hirviendo en la profundidad de las cabezas de las nuevas generaciones de españolitos/as.
No seré cruel. Simplemente, realista. Sé que gobernar es complicado, pero cuando la clase política construye una madeja en torno al poder para impedir el propio poder, o complicarlo aún más, ha quedado trasnochado. Ya no es tolerable. Más aún cuando se comprueba que quienes se dedican a esto de la cosa pública están muy, pero muy por debajo del nivel intelectual y la capacidad operativa de quienes han de otorgarles la confianza y se han preparado a conciencia gracias al esfuerzo familiar para que no les engañen ni se sientan como otras generaciones anteriores que no tuvieron las mismas oportunidades y eran sencillas de manejar.
Esta nueva sociedad ya no está en sus quitas, menos en sus intenciones y pactos. A estas alturas le da igual, e incluso prefieren otras caras, aunque sea como en las rebajas, por cambiar. Muchos olvidan que existe una generación o dos que ya no sólo no olvidan sino que tampoco perdonan porque se han visto apartadas de los intereses de quienes creían tener la pócima mágica y han comprobado que casi han muerto envenenados por las viejas promesas interesadas e incumplidas. Estas nuevas generaciones vienen pisando fuerte. Escucharlos discutir sobre política es mucho más interesante de lo que parece. Son pragmáticos.
He de reconocer su idealismo en los cambios y lo poco que son capaces de soportar. No están en eso de las ideologías. Son muchos los que continúan viviendo fuera del tiempo que les pretenden marcar con discursos recurrentes. Eso de gobernar sólo para los míos ya no se lleva. Ellos lo ven y lo saben. De eso, muchos aún no se han dado cuenta, pero lo comprobarán a poco que se descuiden.
Gobernar para quienes me apoyan por una miserable subvención o un puesto de administración paralela que desde derecha e izquierda se ha construido como instrumento ideológico y de manipulación personal está ya fuera de nuestra sociedad actual, la que viene empujando con aspiraciones de verdaderos cambios. Los problemas de las nuevas generaciones no son los mismos que hace cuatro años. Hasta en eso hemos cambiado.
Los tiempos con esta crisis que se ha quedado para vivir eternamente entre nosotros han cambiado hasta la propia forma de entender el mundo y la sociedad, la misma de la que se distancian las nuevas generaciones con frialdad y sin complejos personales y menos ideológicos.
Tan sólo es necesario convivir con generaciones separadas por apenas cinco años para entender que su modelo de cambiar el mundo es totalmente diferente al nuestro, el mío, por ejemplo. Ahora, ellos sólo reclaman resultados y soluciones tangibles.
Cambiar el mundo es difícil, pero intentarlo aún vale la pena, consideran. Estos que vienen detrás no perdonan ni únicamente quieren entender de ideologías. Simplemente, aspiran a que les solucionen sus problemas y les den las oportunidades prometidas. Creen en el modelo de usar y tirar.
Estas nuevas generaciones forman parte de la sociedad mejor preparada y, por tanto, son más consecuentes. Se comunican de una manera muy distinta. Y lo mejor, no están para bromas. Ni se dejan engañar. Apunten. Se llaman neo posibilistas. No se creen los discursos, ni las promesas de partido. Más que nada porque han comenzado a pagar impuestos, están comprobando que no llegan a fin de mes, cada día se les complica más acceder a una vivienda y no les arreglan su presente.
Por cierto, esas generaciones viajan en low cost, no en Falcon, y no saben qué es À Punt.