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el cudolet / OPINIÓN

El problema no son las naranjas de Sudáfrica

4/02/2023 - 

El enquistamiento sobre el capitalismo despiadado no me coge por sorpresa, me pilla recolectando clemenvilla por la zona de Castellón. En un valle en el que la humedad no flota en el ambiente. El tiempo ha mejorado esta semana, ha dado algo de tregua y se lleva mejor. Es soportable.Tengo poco tiempo para leer, entre caja y caja echo un vistazo a la continuada y reiterativa polémica. Fumo. Bebo agua.

Escucho la radio para informarme y actualizarme del conflicto bélico, Rusia-OTAN. Eso sí me preocupa. Hemos asumido esta guerra como nuestra, y apenas visualizo desde las montañas, a miles de manifestantes salir a la calle cada domingo a decir basta. El ¡No a la guerra! fue para otra época. Las guerras son todas iguales. Indecentes. Inmorales. Injustas, causan dolor, hambre y miseria. Debería esta prohibido empuñar un fusil. Da igual quien la comande.

No puedo acceder a Twitter porque perdí las contraseñas. Tampoco he molestado a nadie en reactivar la búsqueda. Soy torpe y no me gusta navegar las nuevas tecnologías. Ahora toca a la naranja ser el epicentro del debate. Generarlo. Una semana más sigue el culebrón, y empieza a ser cansino por una simple cuestión de revanchismo o encelamiento. Ni estoy entre el electorado del que lo promueve, ni soy cliente del que lo soporta.

Siempre he criticado el clientelismo, todo se reduce a defender lo indefendible, a no pensar por una cuestión del apego a la ira y a la soberbia, que por cierto son un excedente de esta sociedad. Sobran.

Han surgido nuevos actores sobre el escenario. Uno de ellos, un notable y destacado personaje que domina al dedillo los fogones y la mercadotecnia. Otro empresario que defiende al empresario. Lógico. Habría que ponerle fecha de caducidad a estos dos "pecados capitales".

Las naranjas valencianas no importan. Y el problema no radica en que en un supermercado, o en otro, se dispensen en los lineales cítricos de otros lugares, el problema de la distribución es estructural generado por los altos mandos de la ciudad de Bruselas. Somos europeos. Hay que aceptarlo. El de la izquierda sigue señalando en la redes sociales al capitalista despiadado que gobierna una plantilla de 100.000 trabajadores, como un traidor a la patria por comercializar naranjas de Sudáfrica. Ahora intenta echar o levantar al sector del cítrico contra él, tras darse cuenta del error de bulto que cometió la semana pasada. Su electorado decidirá.

Yo en breve seguiré cortando mandarina en un valle de proximidad para que las clemenvillas lleguen a los locales. En un bancal, tras triar los cítricos pienso en A.,una amiga que conocí en la carretera, y que lo está pasando mal en estos momentos. Una mujer que me enseñó a hablar a las plantas. Una chica que es más integra que la luz de las montañas, unas montañas rodeadas de críticos, ¡los nuestros!

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