En Reino de València tímidamente celebramos la fiesta del Reino de València. Mi padre nunca fue partidario de las Autonomías asociando dicha efeméride al posible desmembramiento de la nación. Le delataban las patillas, las gafas de pera, el traje oscuro y el bigote. Fue un hombre de fuertes principios y respetuoso con las tradiciones locales. Pese a su españolidad, recuerdo el día que encolerizado echaba pestes por el intento de cambio de nombre de la Delegacion Valenciana por Española, cuando nuestros jugadores representaban la pilota por Europa. La jubilación de Luis Vives del luminoso del Parador Nacional le costó aceptarla.
Encabronado se sintió traicionado por los suyos. El hombre hablaba a la perfección el valenciano, eso sí en la intimidad. Vivió la política con resignación y el fútbol con pasión. En casa se leía solo los fines de semana el Diario Decano de la Región. No entraba otro tabloide que no fuera ese. Y la revista Burda, perdón. Las novelas de Fernando Vizcaíno Casas relucian en los estantes. Ni una mota de polvo salpicó sobre ellas. De la pluma de ave del prolífico Blasco Ibáñez, declarado anticlerical, ninguna de sus obras fue inventariada en la biblioteca familiar tras la muerte de mi padre. Leía mucho valiéndose un hombre muy culto y a la vez testarudo.
Por la otra parte, la materna, natural de Santiago de Compostela, puede comprender querido lector, que apenas secundó tal festividad. Y por lo que correspondía a mí persona, en el colegio que cursé los estudios, los curas y el personal docente se atrincheraron contra la ideología fusteriana, que el gobierno socialista intentaba imponer en los libros de texto durante la segunda mitad de la década de los ochenta. Tras el paso de los años entendí que Octubre me confundía y decidí apartarme de ella.
València es un tesoro y de un socavón afloraron a la superficie los restos de nuestra primera ciudad, Valentia. Tal descubrimiento arqueológico ha abierto las puertas a que cobre con más fuerza la reinvención de la fiesta del 22-E, la jornada de San Vicente Mártir que algunos se han empeñado en borrar del calendario. Y ese día debería celebrarse el nacimiento de València, crecer junto a la historia divulgando nuestro Nadal, y extendiendo el "precepto" al área metropolitana con el fin de conciliar vida laboral y familiar a muchos ciudadanos de cruces hacia fuera.
Y si después de todo esto, en esas fechas, somos capaces de engalanar con nuestros mejores propósitos el Centro Arqueológico de L' Almoina daremos un paso de gigantes. Si nos lo proponemos se puede conseguir por nuestra cultura festiva. Existen catalagados muchos objetos y trofeos, y validados lugares e historias para hacer del 22E una jornada cultural de peregrinación por Valentia, visitando la cárcel del Mártir, la Seu, que guarda y conserva una extremidad de Vicent, consolidando así una fiesta para el futuro. Imagínese por unas horas recrear un desfile de legionarios por la vieja ciudad enseñando a los escolares la historia antigua. Gracias a Junio Bruto y sus militares, Jaume I pudo atravesar las murallas de València. Felicidades a todos los valencianos y valencianas.