Tiempo de recordar cómo solían ser los restaurantes
VALÈNCIA. Me gusta el nombre. Me gusta la sonoridad de la palabra 'memòria', en especial con esa 'ò' abierta, y todo lo que evoca el significado. También me gusta la promesa que hay implícita. Un restaurante donde se coma bien, y punto, en un barrio por el que solo unos pocos osan apostar, como es el caso de Benimaclet, donde hay vida más allá del estudiante. Esta casa hace mejor el mediodía de los oficinistas y promete cenas de calidad entre seres queridos. Se respira sencillez y honestidad, en un ambiente sereno y amable, que pretende formar parte de nuestros recuerdos sin restarles demasiado protagonismo.
Entonces dejémonos de introducciones, y vayamos a lo esencial. ¿Qué se come?
Son recetas del mundo, pero con un marcado carácter valenciano, que se apuntala a través de los productos. Verduras y hortalizas de l'horta; carne de calidad; pescado muy fresco. Ingredientes de proximidad con los que se confeccionan platos de lejanía, tales como las gyozas de morcilla, los tacos de bacalo o las brochetas de salmón ahumado y tzatziki. De repente, un plato de papada, mango y vainilla; o gambas al curry verde; e incluso una fideuà con lubina. Todo ello sin olvidar los imprescindibles de las cartas modernas, que son el ceviche (aquí cebiche, con corvina), el steak tartar e incluso las bravas. ¿Son necesarios? Ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Pero si están, que sean muy personales.
¿Qué hace de Memòria el #restorán de la semana? Que se acuerda de cómo eran los restaurantes. Aquellos en los que podías sentarte a saciar el apetito, y luego levantarte sorprendido, precisamente porque no ibas pensando en hacerlo. Aquellos en los que podías charlar, reír y sentirte reconfortado, mientras la comida hacía su papel silencioso.