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el muro / OPINIÓN

Ricos insectos

La UE quería limitar el kebab, pero ha dado luz verde total a la normativa de cría y consumo de insectos, aunque bien alimentados. Estos europarlamentarios se salen.

24/12/2017 - 

Desde la distancia, estos diputados de la Unión Europea (UE) parecen estar en todo. De vez en cuando también hay que tomárselos, con todo el respeto, a rumba. Ahora entiendo el motivo por el que muchos de ellos no quieren regresar a sus ciudades de origen y prefieren continuar siendo uno de esos 751 privilegiados con detalles que a cualquier humano harían interminablemente felices. Total, residir unos días  en Bruselas, asistir a unas cuantas reuniones, viajar de vuelta en bussines class, pasar algo de frío y sacar pecho de la condición…pues…eurodiputado. No olviden que el presupuesto del Parlamento Europeo para 2017 fue de 1.900 millones de euros. De ellos, los gastos de personal suponían el 44%, destinado a pagar el sueldo de sus 6.000 funcionarios y un 22% a gastos de diputados, fiestuquis y nuevos edificios también incluidos.

Pero lo mejor de ser eurodiputado es la barra libre que tienen para legislar lo que haga falta y, de paso, organizar  nuestras vidas. O para ponernos condiciones. Algunas, de lo más originales.  

Por ejemplo, nos ponen comillas por quemar la tradicional paja del arroz, controlan hasta la extenuación fármacos, pesticidas, licencias, colorantes, humos, ruedas de vehículos, calidad de piedras, horas al sol y hasta el material del que deben estar hechos almohadones o profilácticos.

Estos días el Comité de Salud de la Unión Europea se planteaba prohibir la venta de los kebab debido a los daños que pueden provocar algunos de los aditivos que contiene el plato turco. Seguramente, uno de estos modernos eurodiputados sentiría el vértigo que muchos de nosotros hemos vivido cuando tras comer un kebab de urgencia y en la madrugada hemos vivido todo tipo de situaciones anómalas. Por suerte, pasajeras. Así que han decidido meter mano al plato otomano. Igual estos distinguidos del Eurogrupo aún no controlan el lobby del kebab o alguno está planeando poner de moda un nuevo modelo de fast food.

Hace apenas una semana escuchaba también el aviso de que a todos los moteros nos podían obligar a vestir una cazadora revestida interiormente con defensas de plástico, nada baratas y menos originales, para evitar magulladuras. Negocio a la vista. Hace muchos años que leí Pensamiento y motocicleta: otra visión de la filosofía del pensador Craig Bourne. Explicaba cuál era la relación esencial entre filosofía, moto y sentido de la vida: sexo, violencia, peligro, muerte, libertad individual y legitimidad frente al intervencionismo del Estado en las obligaciones del motorista, y también porqué el cuero es reflejo de todos estos principios. ¿Plásticos, defensas? Por favor. Será por lo seguros, que no pagan ni uno y además te marean hasta el aburrimiento sin atender razones. Ahí es donde la UE debería de entrar sin contemplaciones. Evitarían abusos, olvidos, mareos, trucos y manipulaciones. Descubrirían lo que es desvergüenza frente al consumidor.

En fin. En lugar de arremeter también contra los llamados quitamiedos, los que realmente provocan muertes y mutilaciones y los moteros llevan años de cruzada, mejor montar un buen negocio para que los millones de motoristas movamos la economía a dos ruedas.


Pero lo mejor de todo no son esas iniciativas tan surrealistas que a veces nos plantean. No. Desconocía que desde hace tiempo la UE había dado luz verde a una directiva, o como quieran llamarla, que reglaba la comercialización de nuevos alimentos. Y que entre ellos estaban los insectos. Sí. La normativa, aplicable ya desde finales de este mismo año, tiene como objetivo agilizar los trámites de importación a estos nuevos “productos comestibles”. Eso sí, han de estar bien alimentados. España, aseguran, no tardará en aplicarla.

Sacrificamos en su día todas las vacas que se cruzaban en el camino por tener el mal -de amor- de las vacas locas. Nuestro ministro del ramo, hoy eurodiputado, se hizo en su día un buen chuletón frente a las cámaras para quitar el miedo a los españoles, al igual que se comió un yogur caducado de esos que nos obligan a tirar por miedo a una indisposición. Acabamos con todos los cochos por la denominada fiebre aftosa, al igual que terminados con millones de pollos por una gripe. Ahora legislan para distribuir y degustar insectos.

Aseguran que en esos países asiáticos y africanos donde comer gorgojos es norma de cada día -recuerdo una cena en València con John Lydon, lider de Sex Pistols y de PIL, cuando se levantó de la mesa ofendido ante una exuberante bandeja de cigalas y gambas creyendo ser atacado por una plaga- se frotan las manos. Menudo negocio van a realizar a través de Holanda, país desde el que se distribuye gran parte de la comida asiática, con los bichos. Esos mismos que De la Cuadra Salcedo convirtió en aperitivo matutino allá por los setenta a través de TVE en uno de los viajes exóticos que se marcaba por el mundo para envidia de un país gris. Algunos dicen que tienen muchas proteínas, pero que hasta la UE tenga que explicarnos que comerlos es de lo más sano, pues no sé. No lo dudo, como al que le gusta degustar canguro, cocodrilo o avestruz. Pero ponerse tan finos resulta al menos extravagante.

A saber qué comerán muchos de los eurodiputados en sus respectivos países que para otros es una indecencia. Aquí, por ejemplo, nos pone la casquería: zarajos, callos, sesos -en aquella otra cena el universal historiador Eric Hobsbawm estaba emocionado y por eso repitió- o riñones al jerez. No sé qué pensarán los europarlamentarios estonios o lituanos al respecto; o que la sangre de gallina sea un auténtico manjar para los portugueses de aldeas perdidas. Aquí muy perseguida, por cierto. Supongo que la UE abrirá pronto una Agencia Europea del Control de Calidad de Insectos y Bichos (Aecib), a la que cualquier país miembro podrá optar para su seguimiento. Registro el copyright.

Ya imagino la polémica cuando la moda se extienda a nuestro territorio a través de esas franquicias del colesterol que inundan centros históricos y comencemos a cambiar tapas de bravas, ensaladilla, pinchos o freiduría por un buen plato de insectos con denominación de origen, tipo gusanos de seda al limón o variado de saltamontes y alacranes fritos. Habrá hasta quien se atreva con fabada de moscas o paella de mariposas, escorpiones y mosquitos tigre.

Ya tenemos salida de negocio para los picudos rojos -muy valorados en África subsahariana, por cierto- que afectan a nuestras palmeras: finos delicatesen de futuros postres de Masterchef. ¿Quién a bordo de una moto o en bicicleta no se ha comido por sorpresa una mosca sin necesidad de que la UE diera su consentimiento? A partir de ahora, tranquilos porque son alimentos europeos. Y si ellos lo consideran así, estamos salvados. Así que, si les entra uno mastiquen a la carrera. ¡No compartan placer!

Por suerte, como muchos de nosotros somos unos sibaritas nos mantendremos en lo tradicional. Más aún por estas fechas. Hasta que nos reclamen menos almendra, huevo y azúcar en el turrón por el colesterol; menos aún crustáceos en la mesa ya que pueden provocar asma e intoxicaciones y de cava lo justo si no es acompañado de rábanos para atenuar su influencia hepática.

Ya saben, a partir de ahora, plecópteros a las finas hierbas. Y si tienen denominación de origen, mejor. Lo avala la UE. Garantía de qualité.   

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