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el callejero

El 'sensei' que ayuda a las mujeres

Foto: KIKE TABERNER
25/07/2021 - 

VALÈNCIA. De adolescente, Paco Tapia vivía en un barrio donde los jóvenes no se hablaban de usted. Él y su hermano gemelo bajaban a pasar la tarde en la calle y no tardaban en aparecer los matones que venían de la Fuensanta o el barrio de la Luz a meterse con ellos. Los chavales eran de talla S y se convertían en un blanco fácil. Pero a ninguno de los Tapia les gustaba ceder ante esos abusones y la historia solía acabar con los chicos revolcándose por el suelo. Un día, al ver que se metían con ellos, un chico del barrio le dijo a Paco que en la calle Burriana, en el Ensanche, había una escuela de kárate, que por qué no se pasaba un día y le echaba un ojo.

A los pocos días, Paco entró por la puerta del céntrico gimnasio. Allí dentro se quedó con la boca abierta."Me impactó: aquello era como las películas de Bruce Lee. Me gustó tanto que a los tres meses empecé a competir". El chaval aprendió rápido y en unos pocos años, en 1974, pasó a formar parte de la primera selección española de kárate de la historia.

A Paco Tapia ya hace tiempo que se le pasó el fervor por la competición y el kárate como espectáculo. Ahora tiene 67 años y concibe este arte marcial como una herramienta para ayudar y hacer mejor a la gente. El kárate ha dejado de ser un método de pelea y una de sus obsesiones es lograr convencer a sus alumnos de que siempre hay que intentar evitar la confrontación. "Y más en estos tiempos en que cualquiera lleva una navajita en el bolsillo o cualquier cosa; ahora los jóvenes son muy violentos".

Paco cuenta todo esto sentado en el suelo de una esquina de su gimnasio. Tiene las piernas cruzadas y la espalda apoyada contra la pared, con una pieza rectangular detrás de los riñones. No habla muy alto y cuando te explica algo, te clava la mirada y no pestañea. Antes te ha radiografiado en unos segundos con su ojo clínico y se atreve a explicarte que el pie derecho prona más que el izquierdo y los problemas que esto puede causarte. El recinto es acogedor. El suelo de parqué le da calidez a la sala donde imparte las clases y las paredes te meten en situación con las espectaculares fotografías de los tiempos de plenitud física de Paco, los retratos de algunos maestros japoneses y los caracteres nipones.

A su lado, a una distancia prudencial y sentado de manera idéntica, está Hipólito Llopis. Él tiene 58 años y conoció a su maestro en 1976. Luego, por el servicio militar y un accidente de moto en el que se cortó los cuádriceps, acabó dejando el kárate. Pero hace nueve meses fue a visitar a un amigo a la tienda de informática que tiene en el barrio, en la Olivereta, y este le informó de que su antiguo maestro seguía allí sin moverse del gimnasio que tiene en la calle Francisco Moreno Usedo desde hace 42 años.

Poli acudió corriendo a saludar a su sensei, que le recibió con buen talante... pero sin tener ni idea de quién era ese hombre que había entrado por las buenas en su gimnasio. "Le tuve que explicar quién era y mandarle después una foto de chaval para que me recordara", se ríe el alumno. Ahora son socios de un proyecto con el que pretenden ayudar a las mujeres maltratadas. Aunque la ayuda, las herramientas que aspiran a darles, más de prevención que de defensa, son válidas para cualquier mujer que pueda verse en una situación comprometida.

Aquel día del reencuentro, Poli le contó a Paco su vena social, de cuando montó un proyecto con Juan Ángel Poyatos, que entonces era el subdirector de Fundar (Fundación de la Solidaridad y el Voluntariado), y pasaron cinco años en el centro penitenciario de Picassent para trabajar con algunos internos -aquellos que no habían cometido un delito grave- para potenciar los valores. "Fue muy reconocido y gustó mucho. Querían que siguiéramos pero cinco años en la cárcel queman mucho, así que me lo dejé. Cuando me reencontré con Paco vi que tenía un sistema educativo desde hace 40 años que era lo que, sin saberlo, yo llevaba años buscando. Porque trabajas con las emociones y con la comprensión, que no con la memorización, y hace algo que ahora se ha puesto muy de moda que es la educación somática".

Paco le corta mientras esboza una sonrisa y añade: "Yo no sabía que hacía eso. Lo mío siempre ha sido totalmente empírico. Yo hacía terapias con el movimiento del cuerpo, pero es que llevo estudiando el cuerpo toda mi vida, desde los 26 años. Ahí ves los cambios que puedes hacer en una persona con el movimiento del cuerpo".

Poli Llopis aprovechó ese lustro en Picassent para ir aprendiendo de los delincuentes. Cada día tomaba notas porque pensaba que le podían valer para futuros proyectos. Así fue como aprendió de qué manera planificaban sus golpes, cuáles eran sus intenciones, cuánto dedicaban a la vigilancia y cosas así. Después se casó con una venezolana que era la responsable de cultura de la Universidad Central de Venezuela. "En los viajes que empecé a hacer allí, conocí a gente y tomé conciencia, más allá que aquí, de lo que era la violencia familiar. Entonces pensé qué se puede hacer para que ese tipo de personas puedan acceder a una formación que, en la medida de lo posible, les permita evitar una agresión. Empecé a trabajar con la palabra evitar y con la prevención".

Pautas para vivir más segura

Este valenciano viajó por Sudamérica y en Brasil conoció al director de la principal escuela de guardaespaldas de Japón. "Toda la gente que se arrimaba a él se arrimaba buscando la parte de artes marciales. Y a mí era lo que menos me llamaba la atención. Hablando con él aprendí cómo formaban a los guardaespaldas durante siete o nueve años, en los que los dos últimos son de prácticas. Ellos protegían tanto a personalidades como a todos los ejecutivos japoneses que trabajaban en el continente americano".

Aquel aprendizaje azuzó su curiosidad y Poli empezó a investigar cómo trabajan los militares y los policías de otros países. "Al regresar a España comprobé que existe una cosa parecida pero reservada únicamente para las familias de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Y ahí me encabroné mucho. Porque tienes algo que puede servir para proteger y no lo estás utilizando. ¿Qué se hace por la mujer maltratada? Sacar a la mujer de donde vive y llevarla a una casa, asustada, desplazada, rompiendo toda su vida... Pensé que esa no era la solución y desarrollé una guía muy adaptada para mujeres que se centraba en cinco aspectos. El problema es que no encontraba el complemento. Por eso fue una suerte reencontrarme con Paco porque su sistema educativo encajaba perfectamente con mi sistema educativo. Y además trabajábamos en la misma dirección: trabajar con los cinco sentidos, focalizar muy bien, comprender, todos en un mismo nivel aunque con distinta intensidad... Y así nació este programa".

Los dos encargados de este programa no le enseñan a una mujer cómo golpear a un agresor. No. Ellos hacen que entiendan una serie de pautas para moverse por un centro comercial, cómo entrar al garaje o qué hacer si no hay escapatoria. "Hay que intentar evitar la confrontación. Y si no se puede evitar, encontrar ciertas técnicas que se puedan adaptar fácilmente a la persona y que les den ese medio minuto o ese minuto que signifique salvar tu vida. La idea no es formar a una 'superwoman'. Eso es imposible en tres meses", advierte Poli.

Paco se ríe de las modas, de los métodos de defensa o de lucha que 'prometen' la seguridad de cualquiera. Como ha ocurrido últimamente con el Krav Maga, la lucha israelí. "Yo he pasado 17 años en la alta competición, y de varias modalidades, en el equipo nacional, y he visto que eso no sirve para nada. Le pasaba hasta al maestro Miyamoto Musashi, que después de cortarle el cuello a sus rivales con la katana durante sesenta combates se dio cuenta de que su vida no tenía puñetero sentido. Yo soy mucho más partidario de la prevención y una buena formación. Yo veo a una persona y sé lo que le puede pasar".

El primer gimnasio lo abrió en 1974

Paco Tapia lleva 42 años en este mismo gimnasio, pero antes, el 1 de septiembre de 1974, había abierto uno anterior en la calle Historiador Diago, al lado del pub Tres Bandas. Tenía 21 años y su principal interés, al contrario que en la actualidad, era el kárate de competición. Y siempre, antes y ahora, porque lo sufrió, le ha obsesionado el bullying. No soporta ver a niños que abusan de su fuerza o su odio con otros niños. Por su escuela han pasado 10.000 alumnos -25 de ellos llevan 42 años con él y algunos de estos han llevado a sus hijos y a sus nietos- y durante esos 47 años como maestro ha visto de todo y también ha aprendido de todo.

Y toda esa sabiduría la ha canalizado su amigo Poli en este proyecto para ayudar a las mujeres. "El kárate profesional tiene unas técnicas que aprendes y memorizas, y que se convierte en un sistema rígido que luego no sabes muy bien cómo aplicar. El guardaespaldas, por ejemplo, lo primero que hace es crearse un perímetro de seguridad alrededor suyo, a ser posible con barreras físicas, y tiene que aprender a reconocer los sitios de riesgo, a las personas que pueden ser un riesgo. Y tiene que saber muy bien cuándo una situación de conflicto va a acabar en una agresión y cuándo no". Y ahí posee algo de lo poco que no tiene Paco: la información de los malos. "Los datos de los internos me permiten saber, por ejemplo, que en el caso de una agresión a una mujer hay, como mínimo, una semana de observación y seguimiento. Eso te permite crear un sistema de seguridad alrededor de la personas sabiendo que puede ser seguida y en unas determinadas zonas más que en otras. Le enseñas a la mujer cómo protegerse, cómo ser precavida. Unos pequeños cambios en determinados momentos van a suponer una transformación total".

Poli pone uno de esos ejemplos que ya sabe que entiende todo el mundo: si entras en un túnel oscuro, la reacción suele ser pegarse a la pared, cuando es la peor elección para defenderse. Y da otro dato que te deja pensativo: "Poca gente sabe cuánto tiempo tarda en abrirse la puerta del garaje, cuánto se mantiene abierta y cuánto tarda en cerrarse. Tengo una amiga que cuando el marido está en turno de noche me pide que la acompañe. Bajo y la acompaño al garaje, claro, pero también le he enseñado que le da tiempo más que suficiente a dar una vuelta a la manzana desde que pulsa el mando para abrir la puerta del garaje. Y dando esa vuelta te da la oportunidad de ver si te sigue alguien, luego espera a ver cómo se cierra la puerta y que no entra nadie... Enseñarles todo eso les cambia la percepción de todo. Una cosa que siempre llama la atención es que les digo que saquen la llave del patio antes y que utilicen los cristales del patio como espejo".

La foto con Chuck Norris

Eso se lo han enseñado en las clases que han impartido en primavera y lo harán en las que empezarán en septiembre. Paco hará que se habitúen a moverse a velocidad real. Y entre los dos le inculcarán a las mujeres que se sienten desprotegidas que la observación, sin caer en la paranoia, les puede volver más seguras. "Les enseñas a observar todo su entorno. La observación nos genera una emoción y nosotros tratamos de que esa emoción no se genere. Para que todo lo que tú vayas percibiendo sea totalmente neutral y no te provoque emociones negativas y, así, puedas analizar mejor toda la situación. Esta capacidad de observación te acaba provocando una mayor seguridad", aclara Poli. Y defiende este método ante otros más violentos que propugnan atacar un ojo de tu agresor, o intentar hacerle sangrar en un punto donde va a brotar mucha sangre porque eso le asustará. "La gente ve muchas películas", ataja Paco.

Poli Llopis cree que esto no deberían hacerlo ellos desde un gimnasio privado. Cree que, como sucede en Colombia o México, debería introducirse en las escuelas para que las adolescentes o los más débiles, sin importar su género, aprendan a no quedarse aislados o a cómo reaccionar cuando surge un problema.

Sobre las cabezas de estos dos hombres, las paredes del gimnasio muestran diversas imágenes de kárate. En una de ellas, un juvenil Paco Tapia aparece con el pie muy alto, en una fotografía que impresiona. "Yo también he sido joven y he tenido melena", bromea. Un poco más lejos sale en otra fotografía dando un salto espectacular. Y al fondo, aparece en otra junto a su hermano gemelo vestido de corredor de cuando el dorsal del Maratón Popular de Valencia llevaba publicidad de Continente. Porque Paco también le pegó, y duro, a las carreras de larga distancia.

En un pilar hay un retrato del maestro Oyama, el fundador del Kyokushinkai, el estilo que empezó a practicar y que luego abandonó. Lo mismo que le sucedió con sus maestros, los hermanos Romero, los de aquel gimnasio de la calle Burriana donde empezó todo. Ahora sueña con otro tipo de gimnasio y hay pocas cosas que le den la satisfacción de ver entrar a un niño endeble por la puerta y comprobar que lo hace confiado porque ahí dentro se siente seguro y feliz.

Paco viene a despedirse a la puerta. Lo hace justo a la altura de otra foto más. En esta salen entre el actor Chuck Norris y un desconocido. "Fue en una competición que hice en Miami en 1983. Chuck Norris se empeñó en hacerse la foto conmigo, me cogió del pescuezo y me llevó hasta el cámara. A mí me hacía más ilusión el otro que sale en la foto, Bill Wallace, uno de los padres del full contact".

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