ESCAPADAS HEDONISTAS 

Un hotel del que no querrás salir en el País Vasco francés

Se llama Brindos Lac & Château y más que un hotel, es un destino en sí mismo.

| 12/05/2023 | 6 min, 55 seg

Estamos en mayo, casi a mitad de mes. ¿Quién me ha robado el resto del año? El tiempo corre a la velocidad de la luz o eso me parece a mí. Y no falla. Los meses de mayo y junio son de esos en los que no da tiempo ni a respirar. No sé si será igual para todos, pero a mí me quedan las baterías justas para llegar derrapando al verano. 

Lo único con lo que se puede ir para arriba, es dándonos pequeños placeres. Una buena comida, abrir ese champagne que llevas tiempo reservando y cómo no, hacer una escapada. Pero de esas que son fáciles -si quieres, claro-. Tan fácil como cogerte un viernes libre, un vuelo con dirección a San Sebastián, a primera hora, para llegar prontito y conducir apenas 25 minutos hasta un paraíso que pocos conocen todavía. 

Llegaremos a Anglet, cuna del surf, que muchos conocen como la pequeña California. En realidad, todo el litoral del País Vasco francés, es ese lugar al que van los que quieren enfrentarse con olas de verdad. Ya sea en la vecina Biarritz o aquí. En Anglet es su verdadero 'art de vivre' y forma parte de su ADN. Hasta algunos de los pasos de peatones están pintados con tablas de surf. Pues bien, en esta coqueta localidad se encuentra nuestro último destino, un hotel del que posiblemente no quieras ni salir. Y no te hará falta, nada más que si quieres salir a comer o cenar fuera y volver a tu particular refugio.

Y es que este hotel no es como los demás. A ver, ¿qué hotel tiene un lago propio y privado? Y nada de artificial como si fuera Disneyland no, porque se trata de un lago natural, el tercero privado más grande de toda Francia. Y claro, ese es el primer reclamo, pero tiene infinitos. Se llama Brindos Lac & Château y una vez fue un castillo de celebraciones y fiestas, algo así como lo que pasa en 'El Gran Gatsby', salvando las distancias. Tan solo un año después de su reapertura, hoy es uno de los hoteles más deliciosos que tiene la costa vasca y es de esos que tiene absolutamente todo para brindarte eso que quizás necesites tanto o más que yo, una ansiada dosis de retiro, descanso y relax.


Primero, un poco de historia. Porque cuando llegas a este chateau de estilo casi andaluz -la construcción-, dices, ¿cómo ha llegado esto aquí? Remontémonos a los años 30. Fue en esta década cuando la costa vasca francesa, alcanzó su máximo esplendor. Los reyes y nobles galos habían encontrado aquí un edén, un lugar en el que descansar junto al mar y aprovechar el poder curativo de las aguas del Cantábrico. 

De Biarritz, vecina a Anglet, decían que era 'la reina de las playas, la playa de los Reyes'. Y ya sabemos el tirón que tiene esto. Si ahora nos mueven las redes sociales y las tendencias, antes lo eran los monarcas y aristócratas. ¿Ellos veraneaban allí? Pues yo también quiero. Así pudo ser como Sir Reginald Wright llego aquí. Y cómo este escocés pudiente se enamoró de la zona y concretamente de Brindos, el lago que hoy ocupa el hotel. Tenía un lago y un terreno, ¿qué podía hacer? Construir un castillo. Encargó el diseño al reputado William Marcel y levantan este chateau que iba a ser escenario de fiestas, acogiendo a la jet set que bebía champagne, se bañaba en el lago... La de historias que se contarían. 

Pasan los años y es el jugador de rugby Serge Blanco, el que compra la propiedad en el año 2000. ¿Su idea? Preservar la herencia histórica del lugar, pero trayéndolo a nuestros tiempos en clave de modernidad y confort. Al castillo original, añade una extensión para albergar más espacios y devuelve la vida a este lugar mágico. Y ha sido ahora, cuando el grupo Millesimé lo ha embellecido todavía más si cabe. 

Nada más llegar, cuando divisas esas grandes entradas llenas de enredaderas y flores de suelo a techo, te embriaga el efecto wow. Y cuando traspasas las puertas y atisbas a ver el lago por alguno de sus grandes ventanales, estarás ya perdidamente enamorado. El idilio continúa cuando llegas a tu habitación, que puede ser una de las 29 con las que cuentan en el edificio principal, en las que no falta detalle, como camas con delicados doseles,y ropa de cama de Maison Vacances, bañeras para sumergirse, ventanas con vistas al exuberante jardín y lámparas de diseño en forma de cascada o ramo de rosas. 


Y puede que caigas en una de esta, pero ¿cómo te quedas si te cuento que tienen unos lodges flotantes en el lago? Solo se puede llegar en barca y estas diez habitaciones sí que son el aislamiento puro y duro. Estarás rodeado de agua y lo mejor es que son espacios sostenibles, con autonomía energética y con todo el charme del chateau.

Estas ya son poderosas razones para no querer salir apenas. Pongamos más. Una piscina con solarium, que en verano propone una carta de cocina saludable, jardines por los que pasear y una propuesta gastronómica más que a la altura. Puedes empezar tomando un cóctel en Gran Salon, con creaciones ad hoc para el hotel o hacerlo en la pasarela de madera que se adentra en el lago rodeada de nenúfares. ¿Los tragos? Algunos signature como el refrescante Yuzu spring basil o su Spicy Tom con tequila, agua de pepino y pimienta de Espelette. También puedes arrancar con un whisky en Le Bar, un bar de estilo escocés, en honor a su primer propietario. 

La felicidad continúa en el restaurante panorámico. Y digo panorámico porque está rodeado de ventanales para que no pierdas detalle del bucólico lago que se despliega ante tus ojos. La chef Flora Mikula y el chef del hotel Hugo De La Barriére han creado una carta de sabores, a medio camino entre Francia y la cocina vasca con platos de temporada como unos espárragos blancos con sabayón y un soufflé de queso Ossau-Iraty o trucha de Baïgorry cocinada a baja temperatura con berros y jugo de carne. ¿De postre? Los postres creados por Mathieu Mandard, campeón en 2014 de postres en Francia, unos quesos o delicias como su pastel fondant amatxi con helado de maíz.


Al día siguiente te espera el desayuno, con tartas caseras, tortillas recién hechas, una selección de embutidos y quesos franceses, panes y croissant que se toma en un salón adyacente al restaurante. Este espacio se convierte en otra cosa, en una chocolatería. En ella colaboran con el maestro chocolatero de Bayona Cazenave. Absolutamente imprescindible resulta probar su chocolate caliente, al que añaden un poco de sal y coronan con nata montada, y acompañarlo con una creación reciente, su propia versión de los churros. 

Si tanta comida te deja extasiado, más lo hará su spa. Cuenta con unos jacuzzis ideales para unas dos o cuatro personas, nada parecidos a la idea que tenemos de jacuzzi, porque son como cuatro piscinas privadas. A ellas se suma el hammam y salas de tratamientos, para los que eliges hasta el aceite esencial con el que quieres realizarlos, según tu mood en ese momento. Ah, y hay otro plus más, porque dos de las cabañas que flotan en el lago, son también salas de tratamiento en cabinas privadas de madera. ¿Puede haber mejor plan? No me imagino ninguno... 


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