Un puente de plata para Lim

El portavoz de Vox en el Ayuntamiento de València despertó esta semana de su letargo de casi tres meses y lo hizo para pronunciarse sobre el espinoso asunto del nuevo estadio del Valencia CF, con un discurso que diría que parece inspirado en los escritos de la corriente Marea Valencianista. Le faltó a Juanma Badenas decir "¡manos arriba, esto es un atraco!", nuevo grito de guerra de la activa plataforma capitaneada por Miguel Zorío con asistencia jurídica del despacho de Pablo Delgado, donde trabajan Paco Camps, valencianista de corazón, y Belén Gil, hija del diputado de Vox Ignacio Gil Lázaro.

El caso es que, como había pronosticado Zorío horas antes, Badenas advirtió a la alcaldesa, María José Catalá, de que la Ley de Contratos del Sector Público "prohíbe volver a aprobar convenios urbanísticos con aquel que los ha incumplido", advertencia que el presidente de Marea Valencianista ha hecho innumerables veces, primero a Sandra Gómez cuando era vicealcaldesa, y ahora a Catalá. 

Creo que no le conviene a Zorío tener como replicante político de sus invectivas contra Peter Lim a Vox, una compañía tóxica por el rechazo que provoca. Es como confiar la animación del estadio a los Yomus, que un día la lían y los periodistas de trazo grueso acaban señalando a toda la afición. Y a Zorío le puede pasar lo mismo, que acaben confundiendo su Marea con Vox.

Plantean Zorío y Badenas una cuestión jurídica que cuando llegue a los tribunales es probable que se resuelva a favor del Valencia o de Meriton, una vez más. Hasta la fecha lo han ganado prácticamente todo, y no será porque no se les ha denunciado por la vía mercantil y penal. Es descorazonador que los jueces y fiscales no hayan apreciado ninguna irregularidad societaria ni penal en la actuación del accionista mayoritario del Valencia CF. Es lo que hay, sospechas pero no pruebas, ni ganas de investigar. Si le hubieran montado una operación como las que pertrecharon contra Jorge Rodríguez o Helga Schmidt a Anil Murthy, con la Guardia Civil sacando cajas de la sede social, Lim se habría largado de inmediato.

Pero ahí está Peter, en Singapur, riéndose del espectáculo tan valenciano de la tropa desunida contra él, que no necesita ni dividir al enemigo porque la división es nuestra seña de identidad; todos contra uno y todos contra todos, al revés que los mosqueteros; plataformas por doquier, voluntaristas unas, interesadas otras, sin un Pancho Villa identificable. Ni una platajunta somos capaces de armar.

Cánticos en Mestalla contra Lim que tienen la misma repercusión, ninguna, que el "¡corrupción en la Federación!" que resonaba en cada partido desde hace cuatro años –cuatro años coreando contra la corrupción de Rubiales y la noticia fue el "¡tonto, tonto!" a Vinicius Jr transformado en fake news–, porque las productoras saben cómo evitar que el ruido y las pancartas salgan por la tele. Viejos batalladores y jóvenes que aún creen que pueden cambiar el mundo enfrentados por una causa común. Entre ellos, los que lucharon por la llegada de Lim y ahora critican a quienes no se ponen a su lado en la manifestación. 

Volviendo a la cuestión municipal, más allá de la controversia jurídica, lo que se está debatiendo ahora mismo en el valencianismo es si el Consistorio que preside Catalá debe negociar otro convenio urbanístico con el club para que acabe el nuevo estadio, cuyas obras llevan 14 años paradas, o debe impedírselo para elevar la presión sobre Lim y que acabe vendiendo el club –no sabemos a quién– al no poder sacarle más rédito económico. También está la visión contraria, que sostiene que si Meriton acaba el estadio y logra rentabilizar las parcelas del viejo Mestalla, el club valdrá más y Lim tendrá mejores ofertas para venderlo.

Nadie espere una solución en estas líneas. Tan solo una opinión de un observador doliente ajeno a las batallas que siempre han rodeado al Valencia. Ya conté una vez que mi padre me dijo que él nunca querría ser directivo porque dejaría de gustarle el fútbol, de tan podrido que está. A mí me gusta ir a Mestalla a disfrutar de un 3-0 al Atlético y, como la inmensa mayoría de los habituales, preferiría quedarme en el centenario estadio y que construyeran viviendas asequibles y dotaciones donde el nuevo. Pero como eso me dicen que no puede ser, me pronunciaré sobre el debate que está sobre la mesa.

Dice el equipo de Catalá que no negocia con Meriton, que su interlocutor es el Valencia CF, y que su objetivo, el de la alcaldesa, es que acabe cuanto antes el nuevo estadio, para lo que le impondrá unas condiciones que le impedirán sacar ningún rédito económico mientras no haya seguridad de que finalice la obra.

Me parece muy bien, pero opino que, además, la nueva autoridad municipal surgida de las urnas el 28M debería hablar con Meriton y, más concretamente, con Peter Lim. No con Lay Hoon, con el jefe. Extraoficialmente, sin focos. El principal accionista del Valencia CF se había quedado sin interlocutores tras las barrabasadas de Murthy ante Puig y Ribó. Ahora tiene a dos nuevos, Mazón y Catalá, cuya paciencia no ha tenido tiempo de agotar.

Antes de la batalla final, de incierto resultado para el club de nuestros amores, alguien de confianza conocedor del terreno debería viajar a Singapur a hablar con Lim, y sobre todo a escuchar –como recomendaba Cristóbal Paus en este artículo sobre las diferencias culturales entre españoles y singapurenses–, porque no sabemos si lo que busca el principal accionista del club es venganza, más dinero, ambas cosas o una tercera que se nos escapa.

La idea sería explicarle que él tiene un problema en València, donde ni siquiera puede pisar el palco-suite que habilitó en la tribuna de Mestalla, y la alcaldesa, que manda mucho, tiene otro problema conectado con el suyo, con una solución para los dos. Y ofrecerle un puente de plata. Give peace a chance!

Ya podéis insultarme.