Iniciaba mi paseo matinal y el cartel con su geometría llamó mi atención. El logro no es otro que lo que parece ser un logro político: "Valencia Capital Verda Europea". Los esfuerzos de nuestros munícipes se han estado dirigiendo en una dirección mientras que, hace años, no sé cuántos, que los niños dejaron de sorprenderse al descubrir "el arco iris" en los golpes de agua que lanzaba la fuente del Palau que ha dejado de ser fuente que aporta humedad y frescura a sus entornos para ser estanque de aguas que recogen miserias y desechos; los seis chorros centrales que funcionan a raíz de la inauguración del Palau son el verdadero símbolo del abandono. Hace aún más años que se silenció la megafonía que otorgaba un aire festivo a las mañanas más señaladas por nuestras costumbres; ahí está la megafonía instalada para gritar, al haber sido silenciada, el mal uso de la misma.
Más años han pasado desde el día que el fondo del estanque dejó de estar confeccionado con baldosín rojo porque así lo decidió algún administrador municipal que nada sabía de su deber de proteger el diseño del arquitecto que ideó la fuente. Y hace años y años, ¿cuatro/cinco/siete?, que los circuitos de agua no funcionan con regularidad; ahí están, desprendidos o perdidos sus baldosines y desaparecidas sus cañerías, para recordarnos otros momentos y otros días en los que disfrutamos de su entorno, de los golpes del agua al compartir una lectura bajo una sombra y el aroma de los naranjos en flor. Todo parece haber ido a menos con excepción de los circuitos de bicicletas y otros artefactos que no respetan sus circuitos ni la velocidad de sus paseos que, en los primitivos carteles, se decía que debían circular “a paso de persona”. Han desaparecido esos carteles.
Lo dicho basta para concluir que hace años que el deterioro se ha venido adueñando de ese cauce del que, por otra parte, las autoridades municipales han venido presumiendo; los ciudadanos consideran “su cauce” con razón como algo singular en el conjunto de los países y ciudades. Hace años, corría el 20 de abril del 2007 en la página dos del diario Levante EMV, me pronunciaba en un claro sentido: “liberar a los puentes de la marginación y pobreza que ocultan”. Por ello consideré que cuando Valencia dispusiera de la infraestructura de medios, programas y personas que liberasen el cauce de la marginación que aloja[ba]”, tendríamos “un recurso envidiable”: nuestro cauce. En estos días, mi nieto Alejandro ha jugado su partido en los campos próximos a las Torres de Serrano. Al retornar a casa, percibió que bajo un puente próximo los cartones, los colchones de espuma y otras miserias están reapareciendo.
Por tanto, es necesario reiterar, en primer lugar, que el cauce no es el cauce si hemos de tropezar con la marginación y la pobreza; no se trata de ocultarlas o de desplazarlas, sino de evitarlas y corregirlas. Pero, en segundo lugar, no se puede utilizar el cauce para la jugada política que supondrá ser Capital Verda Europea y abandonar su día a día como durante años se ha venido haciendo. Es preciso un giro que invierta la atención que este recurso urbano precisa. Es más, me cuestiono si nos merecemos ese título, "Capital Verda Europea", cuando no hemos sido capaces de mantener ese recurso del que disfrutan miles de ciudadanos a diario y en el que nuestros hijos también plantaron su arbusto o árbol.