Ximo Puig busca la reelección como presidente de la Generalitat: marca distancias con sus socios en esta legislatura y busca ocupar el centro político que la crisis catalana ha vaciado. Es optimista y las encuestas, de momento, le son favorables
VALÈNCIA.- El presidente de la Generalitat es un conversador nato. Disfruta hablando de la Comunitat Valenciana, de política, periodismo, literatura, historia o series de televisión. Podría decirse que, a diferencia de muchos, es feliz en su trabajo. Y no es una cuestión de salario. Ximo Puig (Morella, 1959) cumplió su sueño en las elecciones autonómicas de 2015. Con el peor resultado del PSPV-PSOE de la historia, sí, pero suficiente para conseguir regresar a aquel Palau al que él mismo había entrado tres décadas antes de la mano de Joan Lerma. «No cambiaría por nada ser presidente de la Generalitat. Ni siquiera por ser presidente del Gobierno», sentencia.
Una filosofía atípica en la política, donde las trayectorias suelen convertirse en una ansiosa e inacabable carrera por el ascenso. ¿Creen que ser presidente autonómico es la cima? Piensen en cuántos de ellos han luchado por ser ministros siempre mirando de reojo hacia La Moncloa. «Dentro de diez años no me veo en un escaño, desde luego. Me gustaría volver a escribir y no descarto, si tengo alguna opción, volver a aquello que tanto me gusta, que es el periodismo. Lo he echado de menos», asegura.
El ahora presidente de la Generalitat comenzó joven en el periodismo, dejando sus estudios inconclusos, pero se vio arrastrado por la política. «Entré con un sentido absoluto de la provisionalidad», afirma. Quién lo diría, 35 años después. «Me afilié cuando tenía diecisiete años. Era militante del partido y escribía de política, algo que ahora chocaría, pero era un momento en el que todo el mundo estaba comprometido con la democracia y las fronteras entre el periodismo y la acción política eran diferentes», explica, para remarcar que era «muy crítico» en su labor. «La mitad del PSOE no me hablaba. Recuerdo una entrevista que le hice a Tono Tirado con el titular: "Yo no soy socialista". Menudo lío...», rememora.
Una etapa de juventud ya lejana que dio paso a una amplia y destacada trayectoria en el ámbito de la política: parlamentario en Les Corts en la I, V, VI y VII legislaturas, director de Relaciones Institucionales y jefe del Gabinete de Lerma entre 1986 y 1995, alcalde de Morella entre 1995 y 2012, diputado en el Congreso de 2011 a 2015 y, finalmente, presidente de la Generalitat.
Eso sí, presidente gracias al Acord del Botànic firmado con Compromís y Podemos, y sujeto en todo momento al diálogo con la mediática vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, que aspira a sobrepasarle en las próximas elecciones y convertirse en la primera mujer al frente del Gobierno valenciano. Un acuerdo que, pese a los muchos momentos de tensión, Puig «nunca» ha visto en peligro y al que se niega a poner nota a la espera de que los ciudadanos se pronuncien. «Es raro que el alumno se ponga una nota», comenta. De este y otros asuntos, el presidente se sienta a hablar con Plaza en una conversación de dos horas y media que empieza en el Palau de la Generalitat y acaba en la librería Ramon Llull, en el centro de València.
— Vista la experiencia de estos años de legislatura, ¿habría preferido gobernar en solitario?
— Este ha sido un gobierno que responde a la necesidad planteada por los electores en 2015. No querían un gobierno en minoría ni en solitario, sino un espacio de estabilidad y seguridad. Esto es lo que se ha conseguido. Un nuevo escenario en la Comunitat Valenciana, que ha pasado de ser el epicentro de la corrupción a ser un paradigma de la estabilidad y un ejemplo de normalización alejado del clima de crispación de los últimos años del PP.
* Este artículo se publicó originalmente en el número de octubre de la revista Plaza