De la Conferencia de Desarrolladores de Almacenamiento 2023 celebrada hace poco en Fremont, California, me llama la atención la presentación del cofundador y CEO de la startup alemana Cerabyte, Christian Pflaum, acerca de su tecnología de nanomemoria cerámica. Se trata de una tecnología de almacenamiento basada en nanocapas inorgánicas que utilizan cerámicas de entre 50 y 100 átomos de espesor para almacenar información protegida contra la mayoría de amenazas de los sistemas de almacenamiento de datos.
Cerabyte afirma que revolucionará un sector que mueve ya un negocio de 500.000 millones de dólares al reducir el TCO (total cost of ownership) del centro de datos en un 75%. Su hoja de ruta proyecta desarrollar bastidores de servidores armados con cartuchos CeraMemory entre 2025 y 2030, capaces de almacenar entre 10 PB y 100 PB; y un CeraTape (2030-35) con hasta 1 EB de capacidad por cinta.
Uno de los signos de nuestro tiempo consiste sacar a los sectores industriales (los servicios son nómadas por naturaleza) de su contexto natural y convertirlos en transformadores de ámbitos tecnológicos aparentemente desvinculados de ellos. La cerámica en el mundo de los data centers, la química en el de la microelectrónica del futuro.
Durante la comida del Redit Summit de 2021 (la edición de este año no hay que perdérsela, el 16 de noviembre próximo), el national technology officer de Microsoft, Alberto Pinedo, me explicaba en L’Oceanogràfic que la tecnología que marcará la durabilidad de los data centers ya no puede pensarse en torno al actual modelo de servidores, racks y cintas magnéticas.
Los cambios que se avecinan en el almacenamiento de información provocarán una selección natural entre los posibles actores. Microsoft está muy convencida, por ejemplo, de su Proyecto Silica como estándar para garantizar que la información perdurará más allá del tiempo o de catástrofes nucleares. Almacenar datos en vidrio puede parecer futurista, pero en el siglo XIX ya se conservaban negativos fotográficos individuales en paneles de vidrio.
Hoy en día, una pequeña lámina de vidrio puede contener varios terabytes de datos, suficiente para almacenar aproximadamente 1,75 millones de canciones. La última novedad del proyecto Silica es muy reciente: Elire, un grupo de capital riesgo centrado en la sostenibilidad, ha colaborado con el equipo de Microsoft Research para implantar esa tecnología en su Global Music Vault ubicado en Svalbard (Noruega), donde se encuentran ya depósitos como Global Seed Vault y el Arctic World Archive. El Global Music Vault será un santuario integral para el patrimonio musical, desde óperas clásicas hasta éxitos modernos y composiciones indígenas.
"La tecnología magnética tiene una vida útil finita", dice Ant Rowstron, ingeniero distinguido del Proyecto Silica, en la nota de presentación del acuerdo. “Una unidad de disco duro puede durar cinco años. Una cinta, bueno, si eres valiente, puede durar diez años. Pero una vez que esa vida termina, debes copiarla. Y eso, francamente, es difícil y tremendamente insostenible si se piensa en toda esa energía y recursos que estamos utilizando”, añade.
Por extensión, todo lo referente a los centros de datos marcará el devenir de la inteligencia artificial (IA), el auténtico caballo de Troya que hemos dejado entrar en la economía. A ver qué pasa. En el reciente CV+i Circular Day celebrado en València invité a los defensores de la economía circular a aplicar una estrategia de marketing global similar a la que han llevado a cabo los gigantes de la IA generativa: 100 millones de usuarios en dos meses, sin que nadie se pregunte por el impacto medioambiental de un ingenio que ya genera emisiones de CO2 seis veces superiores a las del sector del automóvil mundial.
Pero el tema fundamental al que me nos remiten los deslumbrantes desarrollos de la alemana Cerabyte es la necesidad que tienen los sectores de pensar en que pueden ser la solución tecnológica de otros con los que hasta ahora no habían tenido relación, algo que, en una tierra como la nuestra, acostumbrada a hacer cosas, abre una enorme oportunidad. Siempre y cuando la empresa y la ciencia hablen más.
En el ámbito del automóvil, por ejemplo, se está produciendo tal nivel de integración con el software que el presidente de Qualcomm, Cristiano Amon, no tenía más remedio que atribuir a los grandes fabricantes la nueva condición de empresas tecnológicas. Entre el 80% y el 90% de las innovaciones que se esperan para los vehículos los próximos años están relacionadas con el software. La reducción de emisiones dependerá de la eficiencia energética de los coches y ¿quién se ocupa de gestionarla? Los chips y el software que corre por ellos.
Sí, ya seas de la industria cerámica, el textil o el sector químico, como suele decirse al hablar de las profesiones que desempeñaremos, quizás tu negocio del futuro todavía no exista hoy. En ese sentido, hay un condicionante que determinará el éxito o no de nuestro tejido productivo en esa tarea de hibridación a la que le podría interesar verse abocado: debemos conocernos mejor para colaborar.
Conocerse entre sectores y conocerse entre regiones. Suelo comentar que una de las cosas más sorprendentes al elaborar un informe sobre el desarrollo de la primera convocatoria del programa Cervera, en el que deben colaborar varios centros tecnológicos de diferentes comunidades autónomas, fue comprobar que los unos ni siquiera sabían qué había en las instalaciones de los otros, mucho menos cuáles eran sus capacidades. Solían dedicar a explicárselo mutuamente las primeras reuniones.
Los clústers de chips de Málaga, a través del Instituto Ricardo Valle Innovación, y València Silicon Cluster, a través de sus presidentes Ezequiel Navarro y Mayte Bacete, sellaron en el último Collaborate de Atlas Tecnológico en Málaga un acuerdo de colaboración para poner en común recursos y compartir conocimiento, con el objetivo de posibilitar el renacimiento de la microelectrónica en España. Lo hicieron de pie y dándose la mano, con toda solemnidad.
Podemos atrevernos a diseñar la tecnología de futuro de sectores que no imaginamos y tenemos potencial para colaborar más allá de nuestras fronteras si levantamos esa cúpula de cristal en la que muchas veces parece estar escondido el ecosistema innovador valenciano. Esa es una tarea a desarrollar, eso sí, en alianza público-privada. Siempre y cuando el nuevo Consell mantenga la política industrial y las ayudas a la innovación en el centro.