La búsqueda del equilibrio es un inclinación, sin duda, impregnada de sabiduría. El equilibrio evita las caídas y los extremos donde muchas veces habita el dolor. Proporciona estabilidad y en general implica moderación y razonabilidad. En el ámbito político, para impedir la concentración del poder que siempre tiende a conllevar su ejercicio sin límites y de forma desenfrenada, se desarrolló, y su mayor impulsor ha sido Montesquieu, la teoría de la separación de poderes. En efecto, con esta categorización del poder en ejecutivo, legislativo y judicial, se intenta que el poder se regule, los poderes se contrarresten y se sorteen los excesos. Esta doctrina tiene su manifestación en los Estados Unidos a través de los checks and balances en virtud de los cuales el Congreso puede hacer leyes pero el Presidente puede vetarlas; el Presidente puede vetarlas pero el Congreso puede dejar sin efecto dicho veto con las mayorías reforzadas adecuadas; y el Congreso puede hacer leyes y los tribunales pueden impugnarlas y declararlas inconstitucionales.
Pues bien, en el ámbito geoestratégico y en la escena internacional cuando uno de sus participantes empieza a ser preponderante, el resto tiende a realizar esfuerzos para contener ese poder expansivo con el propósito esencialmente de asegurar su supervivencia como entidad política autónoma. En la historia, hemos visto esta situación en numerosísimas ocasiones. Cuando España se convirtió en el primer imperio global de la modernidad, las potencias rivales europeas (Francia, el Reino Unido, los Países Bajos) tejieron una serie de alianzas (incluso en ocasiones contra natura) para socavar el poderío español; cuando tras la Revolución Francesa, Napoleón asciende al poder y dirige una expansión francesa por todo Europa, tras su derrota, con ocasión del Congreso de Viena, incluso se llegaron a crear estados tapón como Bélgica para tratar de contener a un país tan revoltoso como Francia en la época.
Todo esto nos lleva a la región del Indo-Pacífico que en la actualidad se ha convertido en clave para la seguridad, la economía y la diplomacia globales. El Indo-Pacífico es una zona geográfica que incluye las aguas tropicales del océano Índico, el océano Pacífico occidental y central, y el mar que conecta las dos en el área general de Indonesia. Quedan excluidas las zonas templadas y polares de los océanos Índico y Pacífico, ni el Pacífico Oriental Tropical, en la costa del Pacífico de América que forman parte de una región marina diferente. Por otro lado, la mayoría de los expertos entienden que por razón de su ascendente prosperidad y dinamismo económico sin parangón así como por el hecho del crecimiento imparable de sus poblaciones (de hecho es la región del mundo más densamente poblada alcanzando más de la mitad de la población mundial), el futuro del mundo se juega en la zona. Y dicho futuro solo puede ser promisorio y brillante siempre y cuando el Indo-Pacífico sea una región abierta y libre. Conviven en la zona algunas de los economías más importantes del mundo: la china, la norteamericana y la japonesa. En este sentido no es de extrañar que más del 50% del comercio mundial atraviese la región.
Es cierto que hasta hace relativamente poco tiempo, el término Indo-Pacífico no se oía en el mundo de las relaciones internacionales. Esto ha cambiado y numerosos países han adoptado en actualidad las denominadas estrategias Indo-Pacíficas. Nos referimos a, obviamente Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, la India, Francia, Indonesia, Japón, Filipinas y hasta Corea del Sur y Mongolia. La única gran nación que queda fuera o, mejor dicho que se descuelga de estas estrategias entre los diferentes países en la región es China. Además China desprecia burlonamente esos esfuerzos de coordinación. Y esto es así porque China es plenamente consciente de que esta red que se teje de alianzas económicas, comerciales e incluso militares a su alrededor tienen una finalidad última: contenerla y tratar de mitigar su hegemonía en la zona. Este posicionamiento respecto de China no es solo esencial para entender la situación en el Indo-Pacífico si no básicamente su razón de ser. Resulta inevitable que la conducta desestabilizadora de China en lo militar, diplomático y económico y su creciente influencia en la zona no produzca suspicacia entre sus vecinos.
De esta forma estos países que ahora se integran bajo esta nueva realidad del Indo-Pacífico, están cada vez más preocupados por la creciente asertividad de China que en algunos cosas es rayana con la coacción más agresiva. Los ejemplos son demasiados. Como he comentado en estas páginas, el colapso económico de Sri Lanka se ha debido, además de la incapacidad de sus líderes en gestionar el país, al endeudamiento exorbitado contraído con China para realizar proyectos de infraestructura, en el marco de la política de la franja y la ruta (Belt and Road), de dudosa viabilidad; Australia, por su lado ha resultado víctima de la influencia y manipulación chinas en sus procesos electorales así como de boicots a sus productos que, por razón de su dependencia con China por ser su primer socio comercial, le han puesto más de una vez contra las cuerdas. Tanto Japón como India han padecido incursiones militares chinas en sus fronteras. Filipinas mantiene un antiguo contencioso con China en relación con el mar de China. Además la flota pesquera china suelen ignorar las aguas territoriales de numerosos países asiáticos para literalmente esquilmar caladeros ajenos. Y eso sin mencionar la inquietud de Taiwán (y del mundo) por la postura reivindicativa de China que no hace más que subir de intensidad.
¿Quién, en qué ámbitos y qué se está haciendo para tratar de establecer contrapesos frente a la fuerza colosal de China en la región? Aquí se trata de surfear en aguas peligrosas ya tienen que ser acciones y políticas que eviten el conflicto frontal que podría tener consecuencias devastadoras pero que no acaben en la capitulación a los designios de China en cuyo caso nos encontraríamos en una más que indigna situación de pseudo-colonialisimo y vasallaje. La respuesta no es nada fácil.
En cuanto al quién, si sabemos que el gran impulsor tiene que ser y es los Estados Unidos de América que está en todas las iniciativas con una participación relevante. En esa pugna por la hegemonía global en la que ambos países se están enfrentado, es claro que la región del Indo-Pacífico es clave para o bien hacer el sorpasso por parte de China o bien mantener la posición predominante. Estados Unidos sigue muy cerca de sus aliados tradicionales, Australia, Japón, Corea del Sur, Singapur y está multiplicando sus iniciativas con los mismos. Por ejemplo en 2022, con ocasión de la cumbre entre Estados Unidos y Japón, el Secretario de Estado americano Antony Blinken y su homólogo japonés, reconocieron públicamente que China y Corea del Norte representaban un amenaza para la seguridad de la zona y que reforzarían sus vínculos económicos y militares. Lo mismo ha sucedido con Australia como veremos más adelante. Hay otro gran actor que hasta el momento ha preferido seguir su propio camino y no inclinarse excesivamente del lado norteamericano y es la India. La India siempre ha sido reacia a alinearse con el bloque anglosajón sintiéndose probablemente incómoda en compartir intereses con su vieja metrópolis colonial. De hecho, la India de Modi no ha denunciado la invasión de Ucrania de Putin. Sin embargo, algo está cambiando. La India va a superar a China en población en breve y es la gran alternativa (con sus complejidades) en la cadena de suministro al Imperio del Centro. Recientemente ha manifestado su voluntad de que la región del Indo-Pacífico sea abierta y libre. Es un paso y aunque los miembros occidentales del grupo tendrán que desplegar sus dotes de seducción para atraerla, no es imposible.
En cuanto a los ámbitos esencialmente son los económicos y comerciales y el militar. Por lo que respecta a las iniciativas económicas y comerciales, tras el fiasco de la Asociación Transpacífica o Trans-Pacific Partnership (cuyas virtudes fugaces comenté en su día en esta columna) promovida por el Presidente Obama y de la que Estados Unidos se salió tres días después de la jura de su cargo por orden ejecutiva firmada por el Presidente Trump, la nueva administración del Presidente Biden ha estado trabajando en un nuevo acuerdo. Después de casi 500 días desde su juramento está ya dando tímidos pasos. Esto demuestra que suele ser mucho más fácil destruir que crear. Se trata del nuevo Marco Económico Indo-Pacífico (the Indo-Pacific Economic Framework) que integra a 13 países de la región. Esta nueva iniciativa tiene elementos que ya estaban en la Asociación Transpacífica: como las reglas para el comercio electrónico o imponer estándares elevados en beneficio de los trabajadores. Afectaría al 40% del producto interior bruto global. China sigue obviamente fuera. También tiene como fin último la proyección de los principios económicos americanos y de su poder económico para la creación de una estructura comercial moderna en la región.
Sin embargo, para poder conseguir una reducción de las tarifas aduaneras y permitir a estos países el acceso al gran pastel americano (que es lo que estos países realmente están buscando) debería adoptar la forma de tratado y para ello ser aprobado por el Congreso de Estados Unidos lo que en la actualidad está totalmente fuera de cuestión dada la polarización del mismo y por el proteccionismo imperante introducido por el Presidente Trump (proteccionismo que permanece). Por lo tanto el diseño de este nuevo marco puede ser poco ambicioso, pero dadas las circunstancias es una buena forma de volver a la región con el potencial de una mejora de las relaciones. El Presidente Biden ha anunciado que tendrá 4 pilares esenciales: (i) hacer más sólidas y diversas las cadenas de suministro; (ii) promulgar nuevas normas fiscales así como para luchar contra la corrupción; (iii) la promoción del comercio; e (iv) incentivar las inversiones en infraestructura y en energías limpias.
Finalmente, por lo que respecta al ámbito militar, hay que mencionar el Aukus (Australia, Reino Unido y Estados Unidos). El 15 de septiembre de 2021 se anunció por parte los tres país mencionados la creación de una alianza estratégica militar para la región del Indo-Pacifico. En virtud de dicho acuerdo, el Reino Unido y los Estados Unidos colaborarán con Australia para que pueda comprar submarinos de propulsión nuclear necesarios para poder defenderse frente una agresión China. Curiosamente el primer agraviado por esta alianza, no fue China, si no Francia, a la que de la noche a la mañana, Australia canceló la compra de submarinos nucleares y los reemplazó por la alternativa anglosajona. Como no podía ser menos, la reacción del Presidente Macron fue airada pero poco podía hacer ante los hechos consumados. Por el momento, el Aukus se ha centrado en esta concreta colaboración militar pero no es descartable que evolucione a un acuerdo militar más en la línea con la OTAN de protección igualmente de sus miembros frente a agresiones externas.
La pregunta del millón es si estás iniciativas contribuirán a contener a China. La respuesta es que nunca se contiene a ningún país que alcanza una posición de poder o que quiere derrocar al hegemónico. Pero evidentemente pueden resultar disuasorias y pueden ayudar a que partiendo de la relevancia indiscutible de China en la región, se alcance un determinado equilibrio que permita la convivencia y hacer frente a retos comunes como puede ser el calentamiento global.