Decía Theo Angelopoulus, que el cine es la vida, como debería ser. Y el lunes, la vida se tornó mágica. Mágica, porque durante cincuenta minutos pudimos disfrutar de ella, como debería ser: en pantalla grande.
El lunes las casi doscientas butacas que abarrotaban la sala del ABC Park donde se proyectó FAMILIA, permanecimos con los ojos abiertos como Totò en el Nuevo Cinema Paradiso, brillantes como los de Ingrid Bergman en Casablanca y llenos de deseo como los de Eva Green en Soñadores. Pero no solo disfrutamos de la vida, también aprendimos a valorarla. Porque el cine, al menos el mío, el que me emociona, no es cine si no me transforma. Si no cambia mi forma de ver, de pensar o de sentir. Sí, el cine te atraviesa la mirada, te disecciona, te interroga y finalmente te aporta certezas. Un mísero haz de luz disparado con un cañón es capaz de impactarte más rápido que una bala y destruirte. O hacerte más fuerte. Y si no salís del cine distinto a como entrasteis, creedme, nunca habéis ido al cine; porque el cine es refugio y trinchera, evasión o victoria, cambio y metamorfosis, hogar y, sobretodo, familia.
¡Ay, la familia! Hay tantas familias como formas de amar, y en el cine las hemos visto todas: la familia Corleone y su marcada visceralidad unida por la sangre, En el nombre del padre de Jim Sheridan y su padre coraje, las familias tristes, grises y rodeadas de miseria de La gran familia, Los peores años de nuestra vida o Las bicicletas son para el verano, el amor materno filial en Good bye Lenin, el amor en mayúsculas de La vida es Bella o Qué bello es vivir, las familias desestructuradas como las de Martín Hache, Rocco y sus hermanos o Kramer contra Kramer, las asoladas por la desdicha como La habitación del hijo de Nani Moretti, las bucólicas de Sonrisas y lágrimas o Mary Poppins y las mágicas como la de Big Fish. Hay tantas familias como maneras de narrarlas, y en FAMILIA, el documental de Guía Hedonista, se narraron dieciocho, pero como bien dijo Jesús Terrés: “podrían ser noventa y nueve, o doscientas, porque esto sólo es una pequeña representación, pero la familia de la gastronomía valenciana es mucho más que un metraje de cincuenta minutos, son los restoranes, las barras, las casas de comidas, los hogares, en definitiva que tanto nos han hecho, hacen y harán felices“.
A la cita familiar acudieron tantos y tantos amigos por derecho propio, que sería descabellado nombrarlos a todos. Yo que debería ser de libreta corta, pero soy de memoria larga, recuerdo pasear por la carpeta azul y el photocall multicromático a José Miguel y Nuria de Nozomi, a Ricardo de Askua (cuánto te echamos de menos), a José Vicente de El Bressol, a la familia Rausell, a mis queridos Alberto y Mar de 2 estaciones, al omnipresente Luis Valls, que bien sabe él, lo que es ser familia y bastión, junto con medio equipo titular de Llisa Negra, El Poblet y Vuelve Carolina. Realmente bonito fue ver también a Germán y Carito, tras nuestro paso por Utrecht, a Toni Novo de Casa Carmela, a mis queridos Paco Guillén de Paraíso Travel, César Olascoaga de La Salita, Pepe Vallés de Sgi Drinks, Encuinarte y a Edu Torres de Molino Roca… También Carlo D'Anna y Adele Crispino, la primera vez que los vemos fuera de la Trattoria tras el cierre; o Ricardo y Susana del bar Ricardo. Pero como decía arriba, un recuerdo nunca suple una libreta, puesto que lo escrito no se borra. Así que pido disculpas ante mis incipientes pérdidas de memoria al resto de asistentes, que fueron legión y se agolparon en el Hall, donde, tras las fotos de rigor nos esperaban las palomitas y el vino. ¡Planazo!
Y una vez dentro, cuando los focos se apagan y el murmullo se aletarga hasta convertirse en silencio, la noticia. Desde hoy viernes Familia podrá verse en Filmin: la primera plataforma de video bajo demanda Española, que, tonterías las justas, es de lejos la que mejores contenidos y proyectos audiovisuales ofrece. Si te gusta el cine, te gusta filmin. Punto. ¡Ojito a sus contenidos! Es que no hay ni una sola plataforma que ofrezca tantísimo y de tanta calidad: Sony, Paramount, Universal, la Metro Goldwing, todo el cine europeo… Así que si Familia está ahí, es porque es un pepinazo. Me cuenta Albert Trencadís, director del documental que: “lo más difícil ha sido encajar dieciocho shortfilms de un minuto o un minuto y medio en un mediometraje de casi una hora. Acoplarlo, darle sentido, mantener el ritmo y al mismo tiempo guardar la coherencia. El lenguaje es muy publicitario y mantener la esencia de las píldoras unificándolo en un único producto no era sencillo“. Efectivamente, no lo era, pero Albert ha realizado un ejercicio narrativo increíble. Familia es un proceso de deconstrucción posmoderno del lenguaje narrativo audiovisual, es tomar el montaje de Guy Ritchie o Danny Boyle y retorcerlo, agarrar la producción sonora de Ben Burtt y hacerla suya y rescatar la estética del antiguo SCPF de Segarra o de los Oriol Villa y Jordi Rosàs para dotarlo de sensibilidad. Y no ocultarlo, ojo.
Como decía Jim Jarmusch: Nada es original. Roba de cualquier lado que resuene con inspiración o que impulse tu imaginación. Devora películas viejas, películas nuevas, música, libros, pinturas, fotografías, poemas, sueños, conversaciones aleatorias, arquitectura, puentes, señales de tránsito, árboles, nubes, masas de agua, luces y sombras. Selecciona sólo cosas para robar que hablen directamente a tu alma. Si haces esto, tu trabajo (y robo) será auténtico. La autenticidad es incalculable; la originalidad es inexistente. Y no te molestes en ocultar tu robo, celébralo si tienes ganas. En cualquier caso, siempre habría que recordar lo que dijo Jean-Luc Godard: “No es de donde sacas las cosas, es en donde las pones.” Y Familia. Albert Trencadís y Guía Hedonista, han puesto la gastronomía valenciana en el lugar que le corresponde: el de la autenticidad. Porque si algo tiene la buena gastronomía (y el buen cine documental) es precisamente eso, que ambos son tremendamente honestos.
Y tras el estreno, lo mejor. La charla posterior y la picaeta. Picaeta que contó con los vinos de Vicente Gandía y con jamón y quesos de Juan Gargallo. Todo un lujo que sirvió de post estreno y que originó momentos distendidos llenos de risas y buen rollo. Momentos en los que tuve un instante místico influenciado por aquella mítica frase de Trueba al ganar el Óscar: “Quisiera creer en Dios para darle las gracias, pero sólo creo en Billy Wilder, él es mi verdadero Dios. Gracias, Mr. Wilder”. Y como tengo un trastorno obsesivo compulsivo, una personalidad adictiva y supuro ansiedad, cuando algo me emociona, me desequilibro con facilidad pasmosa y no engullo; devoro. Recuerdo que devoré con pasión, con fuerza, con ansia. Devoré las emociones de todos los que vinieron como se devoran los besos de Kim Novak en Bésame, tonto. También recuerdo que nos enamoramos del cine como se enamora uno de Shirley MacLaine en Irma la dulce, (antes de Julia Roberts ya había prostitutas molonas en el cine babys), y bebimos, como se beben litros de Coca-Cola en Un, dos, tres. Y aunque la tentación viva arriba, después de la noche más larga no quisimos que la familia, nos abandonase al alba. Por eso al igual que le sucedía a Norma Desmond en el crepúsculo de los dioses, no vamos a abandonarla, porque después de Familia haremos otra película. Y será como la vida: como tendría que ser.