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La encrucijada / OPINIÓN

La RACV, el arzobispo y el valenciano

16/04/2024 - 

Lees que la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV) muestra su "más profundo rechazo" al valenciano utilizado por el arzobispo de València, Enrique Benavent, considerando que existe otro valenciano, 'el auténtico' definido y representado por la propia Academia. Unas consideraciones que se complementan con la alabanza del anterior Arzobispo, Antonio Cañizares por su posición en esta materia. Abordemos por partes tales afirmaciones.

1º. El Arzobispado de València es una institución religiosa que no vive aislada del resto de las instituciones existentes en la Comunitat Valenciana. La obligación de las instituciones es, como mínimo, la de respetar el ámbito competencial de las restantes y, como objetivo deseable, el de la colaboración mutua en aquello que sea de común interés. En el caso del valenciano, la institución amparada por el Estatut d’Autonomia (artículo 7) es, desde 1998, la Academia Valenciana de la Llengua. Una entidad que recoge, revisa, amplía y sistematiza lo ya actuado con anterioridad al amparo de la Llei d’Ús i Ensenyament de 1983, asumiendo la plena competencia sobre la normativa de la lengua valenciana y la elaboración de los materiales que fijan su empleo como lengua viva y culta.

En consecuencia, la censura que la RACV intenta ejercer sobre el Arzobispo es impertinente y reprochable porque constituye una incitación a que corte amarras con el tejido institucional amparado por la Ley y asuma una modalidad de normativa lingüística que choca con la emanada desde la legalidad vigente. Que una entidad que se adorna con el adjetivo de 'Real' se muestre insumisa frente a la Ley y quiera arrastrar al Arzobispo en tan desatinada ruta no parece que sea coherente con los principios de respeto, prudencia y cooperación que adornan las decisiones de toda organización seria y responsable.

2º. La RACV no sólo critica al Arzobispo por emplear el valenciano normativo emanado de la Academia Valenciana de la Llengua. Implícitamente, sus exigencias olvidan que los ciudadanos, desde que el valenciano se introdujo en la educación, han aprendido la normativa que la RACV fustiga y reprueba. Pues bien: si se suman los niños y jóvenes formados en valenciano, más los adultos que han pasado por las Escuelas Oficiales de Idiomas para aprender nuestra lengua y quienes han superado las pruebas de la Junta Qualificadora de Coneixements de Valencià, lo que se obtiene es una abrumadora mayoría ciudadana que deja en un rincón marginal a quienes han aprendido las normas emanadas de la RACV.

Foto: ALBERTO SAIZ/AVAN

¿Pretende esta última que esa inmensa mayoría de valencianos hagan borrón y cuenta nueva de los conocimientos que les permiten hablar, leer, entender y escribir su lengua cuando acudan a catedrales e iglesias? ¿Pretende la RACV que el Arzobispado de València se sume a semejante despropósito?  Miren: la Historia no admite ser borrada, salvo en escenarios dictatoriales, fanáticos o ilusorios. Por fortuna, ese no es el caso de la Comunitat Valenciana. En consecuencia, lamento decir que la RACV, aquí y ahora, no representa al auténtico valenciano sino a los 'cismáticos' en materia lingüística, responsables del condenable intento de dividir artificialmente a los valencianos.

3º. Doy por hecho que en la RACV predominan los devotos vinculados a la fe católica. En caso contrario no se entendería tamaño interés en el valenciano emanado de altares, púlpitos y coros. Asumiendo, pues, que tal es el caso, la pregunta que surge a continuación es más que razonable: ¿por qué la RACV, durante sus ya largos años de existencia, se ha enquistado en la normativa de la lengua, aislándose de cualquier intento serio de diálogo con la Academia Valenciana de la LLengua? ¿No es más cristiano pacificar que encrespar? ¿Acordar que confrontar? En algunos momentos parecía que en la RACV avanzaban algunas posiciones en dicha dirección pero, al final, siempre ha vencido el sector más soberbio o dogmático: el detentador de una deformada visión de la Comunitat Valenciana, reduccionista y sospechosamente indiferente a la apropiación del espacio del valenciano por la lengua castellana.

Una visión de la lengua propia ceñida principalmente a lo folclórico y a la intimidad de los hogares, sin fuelle suficiente para su traslación a la totalidad del espacio público. Un hecho que se disfraza bajo la cantinela de la imperialista amenaza catalana, permanente cortina de humo de quienes o bien son patológicamente inseguros o aferradamente falaces: ¿acaso alguien duda que, desde 1983, la Comunitat Valenciana ha ejercido sin complejos su autonomía? ¿Desconfía la RACV de los valencianos y valencianas, considerándoles menores de edad, cortos de razón y manipulables?

Foto: VÍCTOR GUTIÉRREZ/AVAN

Se comprenderá que, en este contexto, resulte más que sospechoso el reciente ataque de la RACV al Arzobispo Benavent. Porque la Iglesia Católica forma parte de ese espacio público en el que debe insertarse nuestra lengua propia; pero si la RACV consigue que la consideración pastoral del valenciano eclesiástico sea la de una lengua divisoria, de una lengua conflictiva, ya tienen garantizado un éxito, como ha sucedido en pasadas ocasiones: 'el éxito' de que el valenciano siga ocupando una posición subordinada y simbólica en las liturgias católicas frente a un castellano dominante (y triunfante) en el territorio de la fe públicamente expresada.

4º Si ya de por sí sorprende que la devoción entre los miembros de la RACV asuma las rutas del desapego y el enfrentamiento frente a otras opciones de sensibilidad misericordiosa, la sorpresa se agranda cuando el ataque asume formas insidiosas. La comparación entre el cardenal Cañizares y el Arzobispo Benavent forma parte de estas últimas: la RACV juega con evidente oportunismo, conocedora como es de que el actual Arzobispo no se permitirá valorar la labor de su antecesor si no es en términos fraternales, corteses y afables.

Una postura comprensible pero que no nos impide a los demás afirmar que, durante su tiempo de servicio, el Cardenal, con independencia de sus diversas virtudes, no mostró apenas empeño en fortalecer la presencia del valenciano en la Iglesia pese a los reclamos de quienes sentían la ausencia de la Palabra autóctona en los templos de la diócesis. Y, si ustedes, como RACV, se encuentren disconformes con esta afirmación, acepten, al menos, algo que ambos prelados les agradecerían: que inviten 'a los otros' a rezar juntos, aunque cada cual use el valenciano que mejor conozca; que asuman la coexistencia si no pueden deglutir la plena convivencia. Entiendo que sería más acorde con la fe católica que aceptar su insólita pretensión de establecerse como monopolizadores del 'valenciano ortodoxo'.

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