Los alienígenas han sido retratados como hombrecitos verdes, monstruos voraces o seres muy inteligentes y tecnológicos. Pero ¿qué dice la Ciencia de ellos? ¿Existen realmente? ¿Han visitado la Tierra? Y lo más importante, ¿les gusta comer personas?
VALÈNCIA.- En mayo de 2021 unas luces aparecieron en los cielos de València. No se movían y estaban en fila, una detrás de otra. Parecían naves preparándose para una invasión. Además, parpadeaban como si estuvieran mandando señales. En las redes sociales, algunos testigos no dudaron en afirmar que se trataba de visitantes de otros mundos. Sin embargo, aquellas luces estaban perfectamente identificadas y no tenían nada que ver con los extraterrestres. Se trataba de satélites, pero eran perfectamente humanos. En concreto, eran los famosos Starlink lanzados por la compañía americana SpaceX, liderada por el magnate tecnológico Elon Munsk.
Anécdota aparte, los extraterrestres mueven pasiones. Si no, que se lo pregunten al valenciano Francisco Sánchez, que en 2015 grabó No humanos, una película sobre el fenómeno ovni. La pagó de su bolsillo e incluso llegó a recurrir al trueque para poder recompensar a los actores haciéndoles videobooks y otros trabajos audiovisuales.Trataba sobre un periodista independiente que estaba obsesionado con los ovnis. No obstante, la película no logró estrenarse en cines, pero eso no ha sido un impedimento para que acumule en YouTube un millón y medio de visitas. Y es que, según relata Sánchez, el tema ufológico es algo importante dentro de la cultura popular. «Los ovnis hacen la función de un elemento mágico. Son algo que nos extrae de la cruel realidad y nos abren a un mundo de fantasía. Pero un mundo de fantasía en el cual creemos realmente, ya que el fenómeno ovni sí existe. El avistamiento de objetos no identificados es real, pero que sean naves extraterrestres ya es otra cosa».
La obsesión humana por encontrarse formas de vida extrañas es muy antigua; ya existía cuando no se sabía que había otros planetas parecidos a la Tierra. Como explica Sánchez, «el fenómeno ovni no deja de pertenecer al mundo de los elfos y los duendes. Es decir, está vinculado al fenómeno de los encuentros con humanoides que no se parecen a nada que hayas visto antes. Estos relatos de encuentros existen desde que el mundo es mundo. ¿Han evolucionado? Sí, hemos pasado de los dioses a los seres feéricos y de los seres feéricos a los extraterrestres. Pero hay que andarse con ojo; en el mundo de la fenomenología ovni lo que hay mayormente son engaños. El 99,9% de todo lo que sale son mentiras que se montan personas para obtener lucro o reconocimiento. Pero eso no quita que haya un 0,1% de avistamientos que merecen la pena ser estudiados».
Más allá de la influencia de los extraterrestres en la cultura popular, parece ser que no hay pruebas de que los alienígenas estén visitando la Tierra o lo hayan hecho en el pasado. Así que, si los humanos quieren encontrarlos, van a tener que dar el primer paso para conseguirlo. De hecho, existen aproximaciones científicas a la cuestión de si los humanos se encuentran solos en el universo.
Uno de esos intentos viene de la mano de una rama de la Astrofísica llamada Radioastronomía. De ella puede hablar Manel Perucho, profesor del departamento de Astronomía y astrofísica de la Universitat de València. «La radioastronomía es una parte de la investigación en astrofísica que estudia las ondas de radio para explorar el universo. Para ello se utilizan radiotelescopios». Y aunque todo esto suene muy moderno, como explica Perucho, en realidad «esta rama de la Astrofísica nació poco después de la Segunda Guerra Mundial, tras el desarrollo de las técnicas avanzadas de radio y la creación de radares. Y gracias a estas tecnologías, se empezaron a recibir ondas de radio que venían de fuera de nuestro planeta. Se descubrió que los astros no solo emiten radiación en el espectro visible, y que eso podía aprovecharse para estudiar el universo. A día de hoy, hay radiotelescopios por todo el mundo que son utilizados por una auténtica red de científicos que hacen muchos descubrimientos gracias a ellos. Con la información de las emisiones de radio hacen mapas de intensidad de la radiación a lo largo del universo observable. Gracias a esos mapas, se han descubierto estructuras como las radiogalaxias o los púlsares. Al fin y al cabo, cuando utilizamos la Radioastronomía estudiamos el universo con una gama diferente de herramientas y datos, y eso ayuda a avanzar en el conocimiento».
Está claro que la Radioastronomía es muy importante para la Astrofísica moderna, pero ¿qué tiene que ver con los alienígenas? La relación entre la Radioastronomía y la búsqueda de vida extraterrestre es larga. Como recuerda Perucho, los púlsares son estrellas de neutrones que emiten radiaciones periódicas, pero a intervalos cortos y regulares. Así que, «cuando Jocelyn Bell vio las primeras señales de radio provenientes de un púlsar, escribió en su cuaderno las siglas LGM, que significaban en inglés ‘pequeños hombres verdes’. El motivo era que las señales que emitía el púlsar eran tan regulares que las asociaba a un posible faro cósmico, aunque luego se vio que eran de origen natural. O por ejemplo Nikolai Kardashev, radioastrónomo ruso, tras detectar una variabilidad muy grande en una fuente de emisiones de radio de una galaxia dio una rueda de prensa diciendo que esas emisiones podían venir de una civilización extraterrestre. De nuevo, luego se vio que las señales las producía un fenómeno natural. Y ahora mismo está en desarrollo el Square Kilometre Array, que es un radiotelescopio del que se espera que pueda detectar emisiones de radio equivalentes a las de nuestros radares en los aeropuertos, y esto a una distancia de hasta doscientos años luz». Y aunque la misión de este radiotelescopio será principalmente la de explorar la estructura del cosmos, también dedicará parte de su tiempo a buscar emisiones de radio de posibles civilizaciones extraterrestres.
Por ahora, los alienígenas al otro lado del radiotelescopio siguen sin devolver las llamadas, lo que no quiere decir que la búsqueda de extraterrestres haya terminado. La vida inteligente —y capaz de fabricar alta tecnología— es una fracción minúscula de la vida en la Tierra. Sin ir más lejos, la especie humana vivió durante la mayor parte de su historia agazapada en una cueva y al cobijo de un fuego protector. Todo eso de la Ciencia y la Tecnología supone una pequeña fracción de la historia. Y mucho antes de todo eso, durante millones de años, la vida se limitó a seres unicelulares. Así que es bastante lógico pensar que, si existe vida extraterrestre, se parecerá más a una bacteria o a un gusano, que a un radioastrónomo verde y cabezón de Próxima Centauri. Así que, ¿cómo se pueden encontrar esas formas de vida no inteligente?
El ser humano lleva sesenta años mandando misiones espaciales a través del sistema solar. Desde la primera sonda espacial a la Luna por los soviéticos en 1959, al robot norteamericano Perseverance, que a día de hoy recorre Marte. Estas misiones tienen muchos objetivos, desde conocer la geografía de los cuerpos celestes más próximos para preparar una eventual colonización a intentar descubrir si en esos lugares hay vida. Pero ¿es posible buscar seres vivos allá donde el ser humano no puede viajar?
Amelia Ortiz es astrónoma del Observatorio Astronómico de la Universitat de València, y como explica, «se pueden buscar formas de vida de forma remota, por ejemplo, utilizando satélites que estudian cómo se vería la Tierra desde una gran distancia en el espacio, para luego buscar planetas lejanos que presenten características similares, como la presencia de oxígeno y metano en la atmósfera».
Estas técnicas consisten en encontrar biomarcadores en otros planetas que puedan indicar la presencia de formas de vida. Esto se realiza gracias a potentes telescopios que pueden ver cómo interacciona la luz con las atmósferas de otros planetas. De este modo pueden averiguar su composición, aunque el problema es que muchas veces la presencia de esos marcadores puede explicarse de forma no biológica. De hecho, hasta el día de hoy, todas las observaciones prometedoras en atmósferas extraterrestres se han logrado explicar sin recurrir a la existencia de vida. Así que la esperanza de encontrar alienígenas recae, sobre todo, en las misiones in situ. Como explica Ortiz, «en Marte se analizan muestras del terreno tomadas a cierta profundidad, como también se hará en Europa, una de las lunas de Júpiter. Otro ejemplo viene de la empresa privada Rocket Lab, que en 2023 mandará una sonda con un láser que buscará en Venus la presencia de química compleja relacionada con la vida. Pero volviendo a Marte, las condiciones actuales son tan duras que solo esperamos encontrar señales de que existió vida en el pasado o que, si aún existe, se encontrará a cierta profundidad bajo el suelo. El róver de la NASA Perseverance está tomando muestras del terreno que algún día serán traídas de regreso a la Tierra para ser analizadas con instrumentos sofisticados que no pueden viajar hasta Marte. Por otro lado, la misión ExoMars de la Agencia Espacial Europea aterrizará el róver Rosalind Franklin en el planeta en 2023. Está dotado con instrumentos que le permitirán analizar las muestras allí mismo y averiguar si hubo vida en el pasado o incluso si existe en la actualidad».
Pero todo esto lleva a una de las preguntas clásicas de la exploración espacial. ¿Merece la pena tanto esfuerzo humano y económico para la búsqueda de vida microscópica en otros planetas? Para entenderlo mejor hay que poner en contexto a las ciencias de la vida. Actualmente la Biología ha revolucionado el mundo de la Medicina y la Biotecnología, pero los biólogos tienen una gran limitación. Actualmente solo se conoce un origen de la vida, es decir, que todos los seres vivos conocidos están relacionados evolutivamente. Eso hace imposible responder a algunas preguntas. Como explica Ortiz, «encontrar otras formas de vida nos permitiría conocer si la vida se origina y desarrolla por todo el Universo igual que en la Tierra o si, por el contrario, existen vías alternativas que conduzcan a formas de vida completamente diferentes de las terrestres. Esto nos podría ayudar a conocer el origen de la vida en nuestro propio planeta». Además, no hay que olvidar que el estudio de formas de vida exóticas podría incrementar de forma inimaginable las herramientas a disposición de la Biotecnología. Por ejemplo, la mayoría de compuestos de acción farmacológica, técnicas de análisis como la PCR o tecnologías de manipulación y edición génicas han nacido del estudio directo de formas de vida terrestres. ¿Qué otras técnicas asombrosas podrían aprender los biólogos estudiando formas de vida con un origen evolutivo totalmente diferente?
No obstante, a pesar de que un descubrimiento así sería el más importante de la Ciencia reciente, para muchos, encontrar vida extraterrestre no es suficiente. Como explica Sánchez, desde su experiencia como aficionado a los temas ufológicos, «en estos momentos la noticia del descubrimiento de vida extraterrestre, pero que no fuera inteligente, no sería suficiente para mí. Hay muchos científicos que creen que es posible que exista vida en otros mundos. Pero la verdad es que estamos muy influenciados por el cine, que nos ha contado historias de extraterrestres y naves espaciales cientos de veces. Así que, si no baja un platillo volante, para mucha gente solo sería una noticia más y se olvidarían a la semana».
No obstante, a pesar de que un descubrimiento así sería el más importante de la Ciencia reciente, para muchos, encontrar vida extraterrestre no es suficiente. Como explica Sánchez, desde su experiencia como aficionado a los temas ufológicos, «en estos momentos la noticia del descubrimiento de vida extraterrestre, pero que no fuera inteligente, no sería suficiente para mí. Hay muchos científicos que creen que es posible que exista vida en otros mundos. Pero la verdad es que estamos muy influenciados por el cine, que nos ha contado historias de extraterrestres y naves espaciales cientos de veces. Así que, si no baja un platillo volante, para mucha gente solo sería una noticia más y se olvidarían a la semana».
Puede que Sánchez tenga razón en que para mucha gente la vida extraterrestre es sinónimo de ver hombrecitos verdes. No se puede negar que la humanidad tiene la pulsión de buscar significados en el firmamento, ya que lo primero que hicieron las civilizaciones del pasado fue alzar la vista para mirar las estrellas e imaginar qué habría en ellas. Para muchos, la búsqueda de vida extraterrestre es un anhelo de compañía y comprensión cósmica, una forma de mirar el firmamento y sentirse acompañado. Porque la otra alternativa, la de ser la única inteligencia en el universo, puede ser desalentadora. Es posible que la búsqueda de inteligencias extraterrestres solo sea el reflejo de una de las pulsiones del ser humano como una especie social: evitar la soledad. Pero hasta que llegue el día del ansiado descubrimiento, muchos se tendrán que conformar con seguir imaginando cómo será ese primer encuentro, ya sea mediante un platillo volante o a través de una llamada al radiotelescopio más cercano. La búsqueda continúa.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 90 (abril 2022) de la revista Plaza