VALÈNCIA. La Safor resalta por sus extensas y arenosas playas, por la pujanza de su gran urbe, Gandia, y, entre otras cuestiones, por la cercanía de sus estribaciones a la costa. De hecho, la cima de su macizo más conocido, el Mondúver, dista menos de una decena de kilómetros de las playas de la capital comarcal o de las de Xeresa y Xeraco.
Ese hecho y su fértil huerta propició durante siglos la multiplicación de castillos. No obstante, la pujanza que alcanzaron contrasta en bastantes casos con su presente de decrepitud. Sobre esta situación alerta Tirso Ávila, arquitecto especializado en la rehabilitación de castillos en la provincia de Valencia con alrededor de una cincuentena de proyectos desarrollados desde 2005.
Empieza con una señal de optimismo cuando contempla el emergente castillo de la Carbonera, ubicado entre Otos (Vall d´Albaida) y Beniatjar, en el linde de la Safor. "Estaba muy arruinado y pensábamos que no tenía mucha importancia", recuerda Ávila.
En cualquier caso, una vez afrontada la tarea de restauración la perspectiva ha variado ostensiblemente. "Las estructuras de entre los siglos XI y XII son colosales, con una técnica muy depurada", indica, para insistir en su grandioso tamaño y "la dimensión de las secciones de los muros. Existen tres metros de castillo debajo de los escombros. Se ha conservado mejor al estar sepultado", subraya.
En cambio, esa impresión positiva contrasta con la que ha obtenido este experto en sus acercamientos al castillo de Vilallonga, población del interior de la Safor que linda con hasta una decena de términos municipales . "Se encuentra muy olvidado, con ruinas inminentes. Una torre cayó recientemente", describe, para lamentar "la falta de acuerdo entre la propiedad (particular) y el Ayuntamiento para abordar la rehabilitación de una fortificación que podría datar del siglo X".
Lo compara con el de la cercana La Font d´En Carròs, el de Rebollet, en esa estructura musulmana. "El lienzo más alto tiene un boquete y se ha derrumbado un trozo de muralla. El castillo cuenta con una estructura muy interesante y existe una voluntad de acuerdo entre ambas partes, tanto la particular como la municipal", indica el arquitecto, que espera que esa voluntad se plasme en actuaciones con cierta celeridad para apuntalar la fortificación
Respecto al antes aludido de La Font, arrasado por un terremoto a finales del siglo XVI, explica que "el Ayuntamiento tiene la propiedad de una parte y la otra pertenece a diversos propietarios que en algunos casos son desconocidos". Esta situación complica la rehabilitación de una construcción "conquistada por el capitán Carroz, señor de Oliva, en 1240, que Pedro I asalta en su marcha contra Valencia", según especifica el catálogo de Amigos de los Castillos de España.
El director del Museo Arqueológico de Gandia, Joan Negre, conoce bien las fortificaciones de de la Safor. Además de consagrar años a la rehabilitación de la histórica de Bairén, su lugar de trabajo constituye una referencia y espacio para depósito de hallazgos y trabajos en la comarca. Sobre esa base explica que "en el Rebollet se ha realizado ya cuatro intervenciones arqueológicas en los últimos años bajo la dirección del arqueólogo Miquel Roselló".
A esa información añade otra de interés: "El Ayuntamiento tiene una parte de las parcelas del castillo y en esa zona está actuando con intensidad. Han excavado prácticamente la totalidad de la celoquia, que es el recinto principal y más protegido de la fortificación También han desarrollado catas en otros lugares y han conseguido subvenciones con el fin de consolidar y restaurar las estructuras construidas", subraya.
"El Consistorio quiere actuar de oficio para evitar la pérdida de la torre. El problema en este caso resulta más burocrático, ya que se trataría de una intervención con dinero público en suelo privado", puntualiza el arquitecto Ávila mostrando su preocupación, como también ha hecho en el caso del castillo de Vilallonga y tras expresar su sorpresa, por el contrario, respecto a los vestigios hallados en la Carbonera.
Negre coincide con Ávila en su clasificación del castillo de Vilallonga, del que avisa de su "lamentable estado". La recopilación pormenorizada de Amigos de los Castillos resume sus elementos estructurales con la frase "se conservan restos del recinto inferior y del superior. Conserva la entrada (almenada), lienzos, restos de torres, la Torre del Homenaje con ménsulas, dependencias internas y aljibe", a la par que destaca el hecho histórico de situar como propietario a "Pere Guillem Llançol, que casó con Juana Borja, hermana del Papa Alejandro VI".
No obstante, extiende su advertencia a construcciones defensivas de tres municipios más de la Safor, Palma, en Alfahuir; Borró, en Rótova; y Vilella, en Almiserà. "Son tres fortificaciones medievales de la comarca sobre las que nunca se ha intervenido", sentencia.
La catalogación actualizada que realiza de todas estas construcciones la Asociación de Amigos de los Castillos califica la situación del primero, el de Palma, como de "ruina progresiva".
A modo de retazo histórico señala que "en época islámica el castillo servía de refugio a la población de la zona, pero tras la conquista cristiana, Jaime I se lo donó a Arnaldo de Romaní. Pedro III se lo dio a Juan de Proxitia, que se convirtió en primer barón de La Palma", y alude a su distribución en dos recintos: el alto (con precedente en época islámica), y el bajo (de la ampliación que desarrollaron los barones de Palma”.
Respecto al de Borró, en la limítrofe Rótova, alude igualmente a su “ruina progresiva” y dentro de su estructura “simple”, alude a los restos de “torres y muros”. Por último, sobre el de Vilella, en Almiserà ya no cita estado de ruina, sino que alude a la “conservación de algunos elementos en el recinto”. De él destaca su ubicación en el Cerro Testigo, dominando el collado de Llautó. Se trata de vestigios del pasado que podrían desaparecer, y con ellos lo haría una información relevante sobre la historia valenciana.