No entiendo nada. Era más fácil cuando el agente 007 se debatía entre la rubia Romanova y la coronel Klebb. 'Desde Rusia con amor' -les dejo la banda sonora, pinchen el link-, Bond tenía claro el objetivo: hallar el dispositivo para desencriptar las comunicaciones del gobierno ruso, algo así como los algoritmos de 'Google Analytics”. En Moscú sigue habiendo muchas Rosa Klebb, mujeres de mediana edad, nacidas bajo el régimen soviético y cuyo rictus sigue siendo el de una época donde todo estaba predeterminado, seguro, infalible. Están en las taquillas del metro, en los museos, a la puerta de una guardería… Son las Rosa Klebb de la era Putin, el presidente que devolvió a su pueblo el orgullo de ser rusos…
Tal vez a la Unión Europea le haría falta un Putin para devolvernos un lugar en el mundo, en el mapa geopolítico que controla los caminos, los cielos y los mares -lo digo por lo del gasoducto Turkish Stream-. Más que nada porque Emmanuel Macron, nuestro 'enfant terrible' destinado a coronarse emperador de las europas, lo tiene crudo batiéndose el cobre con los chalecos amarillos, los sindicatos y los estudiantes, es decir, toda Francia. Siguen con lo de las pensiones. Y llevan razón. No obstante, pasará a la historia como nuestro salvador aunque sólo sea por su frase célebre: "La OTAN está en muerte cerebral2.
Lo dicho, James Bond lo tenía más fácil. En la época de la Guerra Fría, estaban Rusia y los Estados Unidos. Los buenos y los malos -sígase el orden preferido-, debidamente identificados. Vladimir Putin pasó la vigilia pascual en San Petersburgo y hoy se reúne con el presidente turco en Estambul. Aunque Sochi, donde pasa la navidad ortodoxa su familia, le queda a sólo media hora del Bósforo...
Vale, pero no olvidemos que Turquía es socio y amigo en la OTAN, organización político-militar con Estados Unidos, Canadá y el resto de países de la Unión Europea -no todos-, formada presumiblemente para defenderse de un ataque exterior, pongamos Rusia, por ejemplo. ¿De verdad sólo van a hablar de cuestiones regionales y del gasoducto cuando Recep Tayipp Erdogan acaba de liderar una operación junto a Siria para controlar Libia? Uyyy… ¡qué lejos! Eso se escapa un poco de la región. Como que pasa por aguas territo-riales europeas -Chipre, Corfú- y se adentra en nuestro vecindario, el Magreb.
La 'entente cordiale' ente Rusia y Turquía, que culminó con el retroceso de ISIS en Siria, está en peligro. Putin viaja a Estambul para defender sus intereses en ese polvorín llamado Libia que está poniendo a prueba la estabilidad de la zona y, en concreto, del Mediterráneo. A ver, esto no va sólo de un grupo de mercenarios sirios que Turquía envía a Trípoli. Las Fuerzas Armadas turcas ya han anunciado que están preparadas para apo-yar a Libia por tierra, aire y mar. El objetivo es contrarrestar al ejército libio en su intento de eliminar las milicias armadas de Trípoli y en favor del partido Al-Wefaq.
También se dice que el apoyo llegará de la Brigada del Sultán Murad al-Suri, un grupo rebelde, para evitar que se asociara con un despliegue oficial del gobierno turco. De hecho, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, en la oposición, denunció suelos turcomanos estaban registrando y listando a voluntarios que desearan ir a luchar a Libia. Con ello, Turquía se encargaba de organizar el envío de combatientes a Libia, para preparar el terreno a sus fuerzas regulares.
¿Y qué hace la Unión Europea entretanto? Pues se despereza de sus largas vacaciones de Navidad y Año Nuevo. En Bruselas tienen claro que es el olor a petróleo y gas lo que empuja a Turquía y Rusia y otros países a lanzarse de cabeza en el conflicto libio.
Los importantes yacimientos de gas descubiertos en el mar por Egipto, Chipre, Israel e Italia mediante las exploraciones de su poderoso Ente Nacional de Hidrocarburos (ENI) ya han provocado un conflicto entre la Unión Europea y Ankara, por el uso de drones y el fracking en aguas que bordean Chipre y Grecia.
Tomándoselo con mucha calma, la Unión Europea intentará reunirse a finales de enero en una conferencia en Berlín para hablar de Libia. Mientras se lo piensan y lo hablan, Rosa Klebb viaja a Trípoli… desde Rusia y sin amor.