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relfexionando en frío  / OPINIÓN

Los escaños de Vox no son del PP

24/09/2024 - 

Hay un rumor fantasmagórico en las estancias institucionales que hace no tanto tiempo fueron ocupadas por Ciudadanos: El Partido Popular no sabe gobernar en coalición. Hablas con ilustres compañeros de viaje de la formación en el nuevo paradigma de un bipartidismo imperfecto y muchos echan pestes de su matrimonio de conveniencia. Un partido inadaptado a los tiempos modernos, desorientado de las claves que mueven la acción política de hoy. Viven anclados en el pasado aritmético de cuando tenían la mayoría parlamentaria y gobernaban con un cheque en blanco sin tener que renegociar los términos con el acreedor de turno. Si el PSOE tiene la capacidad de mover la cintura hasta dislocársela como hacía Shakira, el Partido Popular en cambio prefiere protestar inflexiblemente mientras compone canciones de despecho a sus aliados.  

El otro día Juanfran Pérez Llorca reprochó a Vox que pusiesen obstáculos para aprobar los presupuestos de la Generalitat para el año 2025. Recordando a Pedro Sánchez cuando dijo que ahora se iba a cumplir la esencia del parlamentarismo porque no tenían la mayoría legislativa, el portavoz del PP dio una lección a los de Abascal sobre el acuerdo parlamentario; con actitud bronca reprochaba que si iban a estar pensando tres años en las próximas elecciones. 

Ahí fue listo Llorca a sabiendas de que a día de hoy Carlos Mazón puede acomodarse tanto como un déspota sin oposición porque él en el fondo tampoco la tiene; el embotamiento existencial de Compromís y PSPV le hace un flaco favor a la esencia democrática. En el PP saben que dominan los tiempos , acostumbrados al experimento pasado de Ciudadanos están convencidos de que al final la presión legislativa hará que la probeta de Vox se evapore. Ni siquiera el traspiés del movimiento tecnicista de Santiago Abascal ha cambiado su apacible postura de dominación; pese a que ya no forman una pareja con los conservadores siguen pensando que la dependencia emocional mantiene la sumisión de uno con respecto al otro en la relación. La memoria democrática patria les da ventaja, ni el cambio en las variantes del algoritmo puede reprogramar su marco mental: el PP es el que lleva la voz cantante en el coro de la derecha. Quizá por eso desafinan y no terminan de conquistar auditorios nacionales como La Moncloa.

El poder corrompe porque a muchos hace que pierdan la noción de la realidad, les sienta mal el ocupar cargos de responsabilidad. Al PP le pueden sus delirios de grandeza, sus paranoias mentales nacidas de una costumbre histórica que dice que ellos son y serán por los siglos el partido que debe gobernar España. La estructura mastodóntica y clientelar que hace que hasta en el último pueblo perdido de la España vacía haya una sede popular ha provocado que se piensen que tienen más legitimidad que los demás. Cuando Llorca le echó la bronca paternal a los de Vox es precisamente porque está siguiendo la idea de que obstaculizar las políticas del PP supone traicionar a todas las regiones patrias. Siempre ha ocurrido, al menos desde que tenemos constancia gracias al multipartidismo, que los populares han visto con ojos de acreedor al resto de partidos que comparten espectro ideológico. 

Vox no deja de sufrir lo que desde Ciudadanos (hasta que se convirtió en una filial oficial del PP) padecieron durante mucho tiempo: la sensación de que sus escaños le pertenecen íntimamente al Partido Popular. En lo más profundo de su alma política los votos que pierden nunca se van del todo, son como una proyección profana de la parábola del hijo pródigo en el que el elector se va en un primer momento para después regresar tras haberse desengañado con otros partidos. De hecho, es muy habitual, que proyecten al PP como la casa común del centro derecha en España, un hogar al que se debe volver para resguardarse de las políticas socialistas.

En Génova parecen ignorar que todo puede cambiar, que ahora con la inmigración como principal preocupación de los españoles Vox puede ver como su intención de voto se dispara. En el fondo lo saben, por eso Alberto Nuñez Feijóo está en plena gira europea para marcar su posición en política migratoria. Esa tranquilidad aparente argumentada en el relato de la estructura orgánica puede hacer aguas mientras todos miramos con preocupación a las aguas del mediterráneo.          

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