VALÈNCIA. El concejal de Movilidad Sostenible del Ayuntamiento de València, Giuseppe Grezzi, no conoce la figura de Esquilache y sin embargo tiene mucho en común con él. No sólo por su procedencia, ambos son italianos, sino también por su visión moderna de las ciudades, cada uno en su tiempo. Esquilache quiso cambiar Madrid y la convirtió en la gran ciudad que es. Grezzi quiere que València sea moderna, con una movilidad a la europea. También, es cierto, hay grandes diferencias. La más grande es que al primero lo ponía un rey y el segundo formaba parte de una lista electoral que fue la segunda más votada en las pasadas elecciones, detalle a tener en cuenta.
Si damos por bueno el retrato que hizo Buero Vallejo de Esquilache en Un soñador para el pueblo, cabe convenir que a Grezzi como a Esquilache les pasa lo mismo: Han adoptado una medida aparentemente impopular pero lógica y han recibido grandes críticas por ello. En el caso del marqués del XVIII, la respuesta popular fue airada. En la del concejal valenciano del siglo XXI, virulenta en redes sociales. En su caso, también ha sido una cuestión aparentemente menor, como la prohibición del aparcamiento en el carril bus.
Según sostienen algunos, afecta de pleno a la hostelería, uno de los elementos de dinamización económica de la ciudad, y al bolsillo del ciudadano medio, del que vive en el extrarradio. Si en los estudios de ocupación del carril bus se hubieran realizado también una encuesta socioeconómica, seguramente algún responsable municipal se habría llevado una sorpresa y habría comprendido el porqué es tan popular la disposición que permite aparcar por las noches en el carril bus. Y eso lo sabe bien la teniente alcalde Sandra Gómez, doce años más joven que Grezzi, en contacto directo con la hostelería de la ciudad. La teniente alcalde ha sido la voz más firme dentro del Govern de la Nau contra los términos de la propuesta del concejal.
Este miércoles Grezzi insistió en que la prohibición se aplicará en mayo. Y, en un desliz, negó que tuviera que plantearse en la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de València. No era cierto. O no era completamente cierto. O era verdad, pero a medias. No existe la obligatoriedad legal de acudir a la Junta pero sí el compromiso político de que se le informaría a ésta de cuándo se aplicará y cómo. Porque, y ése es el quid de la cuestión, lo que se está planteando en el seno del Govern de la Nau no es sino una cuestión de plazos y de maneras. “El qué está claro; sólo nos quedaba certificar el día”, comentaba un miembro de Compromís. Con un añadido: el PSOE, de quien depende la Policía Local, podrá plantear sus dudas. Así pues, no existe la seguridad absoluta de que se aplique en mayo aunque Grezzi insista repetidamente que sea así.
La confrontación ha revelado la obviedad de que hay tres partidos en el gobierno municipal y cada uno tiene sus ritmos. “Es lo lógico”, comentaba una fuente consultada este miércoles; “si no nos habríamos presentado en coalición”. Pero más allá de las 'lógicas' diferencias, lo que también ha revelado el conflicto son las diferencias también en la manera de llevar a efecto las disposiciones y ordenanzas. “Le han perdido las formas; no consultó con sus socios y actuó como si gobernara solo”. Esa es la impresión que despierta entre muchos de sus compañeros de partido y de alianza en el Govern de la Nau: Grezzi va por libre. Y parece que a Joan Ribó no le disgusta eso.
La otra, que Grezzi tiene demasiada prisa por adoptar medidas que, en casos como el carril bus, exigen sus procesos. Se lo han dicho en privado gente que le tiene afecto, de su entorno (otros le echan en cara que hacen demasiado poco y van muy lentos), y en público los concejales de la oposición, y muy especialmente el de Ciudadanos, Narciso Estellés, quien ha criticado siempre sus maneras. Este miércoles Estellés hablaba de “cacicada” a la hora de referirse a la prohibición de aparcar en el carril bus en horario nocturno y de “paripé” al acuerdo plenario del jueves pasado. Si al final todo lo decide Grezzi, ¿para qué aludir a la ordenanza, a la Junta de Gobierno...?, se preguntaba.
Sin ir tan lejos, compañeros de gobierno de Grezzi se han sentido molestos por la imposición de la medida sin un proceso previo de debate interno y sin unas alternativas ya concretas de parkings con tarifa plana y más autobús nocturno. Otro aspecto que ha molestado a algunos de la polémica es que ha sido, dicen, innecesaria. En una cuestión como ésta el concejal de Movilidad puede exhibir el apoyo de decenas de entidades vecinales, profesionales, de personas con movilidad reducida, de ingenieros… Teniendo la partida ganada, ha parecido ser su capricho y no la respuesta a las peticiones de asociaciones de vecinos, asociaciones profesionales...
Junto a esto, se ha puesto en solfa las prisas por ponerla en práctica porque fue anunciada a finales de marzo para aplicarla... el 10 de abril. Una crítica ésta, la de la premura, que, al alargarse tanto el conflicto, comienza a dejar de tener sentido. Así lo hacía ver este miércoles un concejal de Compromís quien, sin querer enmendar la plana a Grezzi, advertía: “Bueno, el PSOE quería tiempo y ya ha pasado un mes; no hace falta dar más”. Igualmente, hacía ver que la única petición expresa que hizo Sandra Gómez en la Junta de Gobierno es que, fuese cuando fuese que se adoptara, la prohibición no se pusiera en marcha un viernes, sino un lunes.
A Grezzi parece que el pulso con sus compañeros socialistas en el Gobierno no le ha gustado. Este miércoles negaba cualquier conflicto. Lo de la confrontación ya no iba con él. Ese “relato” no era el suyo y culpaba del conflicto a los otros, a quienes lo buscaban; él no había hecho nada. “En la Junta de Gobierno [de este viernes] se comunicará la fecha de este mes [en que se comenzará a aplicar la prohibición], como habíamos dicho. Hay que ser rigurosos”, aseguraba a media tarde el concejal. Y eso es precisamente lo que se le echa en cara: Demasiado rigor; demasiado estricto. Como pasaba con Esquilache. Pero, siendo optimistas, ya hay muchos que miran al futuro. “Todo este tema se habrá olvidado en un par de meses”, vaticinaba una fuente municipal. El tiempo lo cura todo y con suerte, sostenían, dentro de dos años, cuando llegue la hora de votar, ya nadie se acordará.