VALENCIA. En este momento no logro recordar en qué capítulo del maravilloso podcast Todopoderosos Nacho Vigalondo dijo que a M. Night Shyamalan se le había ido la fuerza cinematográfica con su afán por hacer pesas. Ese equilibrio de fuerza en su fulgurante carrera se ha reequilibrado con Múltiple, la cinta que cuenta la historia del joven Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) y su Trastorno de Identidad Disociativa. En esa lucha por la identidad interna, un punto de partida tan brillante como todos los que ha manejado el director indio hasta la fecha, 23 personalidades libran una inagotable batalla por sobreponerse entre sí.
Entre todas las personas que conviven en un mismo cuerpo, Kevin alberga la mente de un pervertido capaz de secuestrar y sacrificar adolescentes. Ese peligro público tiene antídotos en varias de las demás personalidades e incluso una vis súperpoderosa y catártica que muy de tanto en cuanto se manifiesta para acabar con todo. Ese es el escenario en el que se desarrolla la nueva película de uno de esos directores que todavía es capaz de captar a miles de seguidores con su apellido. Un disfrute que queda reducido a escombros si el espectador visualiza sus trailers. Las majors (Universal, en este caso) siguen ninguneando al espectador con este acto terrorista contra el disfrute de la gran pantalla.
Múltiple está lejos de esa tetralogía con la que Shyamalan se merendó el cine de entretenimiento: El sexto sentido (1999), El protegido (2000), Señales (2002) y El bosque (2004). En apenas un lustro aquel joven crecido en Pennsylvania demostró un vasto conocimiento del que su biografía en Twitter es la mejor síntesis: "My Mount Rushmore: Kubrick, Kurosawa, Hitchcock and Ray". En su duodécima película como director, los reflejos con Psicosis tienen poco de teoría conspirativa y mucho de referencia esencial: la vida de un psicópata que cambia de personalidad al travestirse y asesinar a sus víctimas. Y la pista sirve para aceptar que Shyamalan, en esta ocasión, ha decidido enfundarse el traje de maestro del suspense sin complejos. Afortunadamente. De nuevo.
Con ese dominio de la fundacional galería de trucos, el indio-estadounidense desarrolla un film que vuelve a demostrarle como un cineasta superdotado, aunque todavía lastrado por algunas de sus más recientes manías. Por ejemplo, la de reírse de sí mismo. Si en La visita (2015) ese gesto nos dio una lección, en el final de Múltiple esta torticeramente encajado. Pero más allá de estas taras -la película hará las delicias de los cazadores de fallos de raccord- lo mejor es que la alianza con Blumhouse parece haberle liberado como creador hasta permitir que volvamos a disfrutar de una mirada tan contemporánea -dentro del cine convencional- que lo hace tan clásico.
Múltiple permite olvidar la desfachatez de su travesía por el desierto: Airbender, el último guerrero, 2010; After Earth, 2013. Un trabajo elevado por un McAvoy que hace parecer fácil aquello que el espectador intuye díficil, pero que es mucho (¡muchísimo!) más complejo de lo que acaba por parecer. Los personajes entran y salen de ese cuerpo afilando una historia claustrofóbica, llena de tensiones humanas y donde los resortes del género de terror se intuyen sin llegar a desatarse. Shyamalan juega con la audiencia a hacerle creer que se aproxima a una historia densa, aunque al contrario de lo que podrían hacer Christopher Nolan o David Fincher, por ejemplo, deja que sea el espectador el que avance por esos caminos tras los títulos de crédito.
Y aunque los temas en torno a los que gira el film bien podrían ofrecer la excusa para hablar de un tema tan moderno como la gestación y uso de la identidad, Múltiple obtiene ese mérito tan cuestionable que es acabar la película rodeando a la figura de su director. Un rasgo positivo en el que la posmodernidad nos permite poner por delante de la historia la forma en que se cuenta. De ahí tanta atención por su filmografía como un todo, cuando esta nueva etapa generada con la producción y consejo de Jason Blum nos permite recuperar el suspense sobre si Shyamalan, a sus 46 años, todavía no ha hecho más que iniciar una cosecha de films tan nutritivos como Múltiple.
Mención a parte merecen los contenidos y perfectos trabajos de vestuario (del lanzaroteño Paco Delgado) y tipografía, en un icónico diseño de créditos que usa la multiplicidad de pantallas (24) para redundar en el concepto de la película.