El subsuelo valenciano cuenta con más de 13.000 cavidades. Otras tantas, donde nunca ha entrado el ser humano, están aún por descubrir. Un patrimonio natural con escaso apoyo institucional
VALENCIA. Existe un territorio inexplorado. Una tierra virgen, todavía no descubierta, que aguarda desde hace miles de años. Y está cerca de casa, bajo nuestros pies. Son las cuevas, simas, cavidades subterráneas a las que nadie, o muy pocos, ha accedido. Bocas halladas a veces por casualidad y, otras tantas, por el esfuerzo de un colectivo de buscadores de estos tesoros naturales: los espeleólogos.
Más de 13.000 cavidades están registradas en la Comunitat Valenciana, que van de los tres metros de profundidad o recorrido hasta el infinito. Cifra que puede llegar a las 20.000 en los próximos años porque los especialistas no cejan en su empeño de descubrir nuevos espacios. «Todo el subsuelo no está hueco pero hay más de las que en principio suponemos», señala a Plaza el presidente de la Federación de Espeleología de la CV, Hilario Ubiedo de Oñate. Al año se hallan unas 30 nuevas y pese a que se piensa que «no se pueden encontrar cuevas con grandes desarrollos, es equívoco. Todos los ejercicios nos sorprenden nuevos pozos de 60 metros. En cualquier momento puede ocurrir», añade.
Y no sólo hallan la boca de entrada y las galerías; también les salen al paso rocambolescas o fantásticas formas: estalagmitas, estalactitas, coladas, banderas, columnas, corales, rosetones, aragonito, excéntricas... plantas y animales. Porque estas simas han servido tanto de refugio como de trampa para vertebrados e invertebrados, lo que ha permitido encontrar no hace mucho un esqueleto completo de pantera en la provincia de Valencia. Estas muestras facilitan componer la flora y fauna del territorio a lo largo de la historia.
La composición del terreno valenciano, especialmente calcáreo pero sin grandes espesores de paquetes calizos, es la causa de que no se hayan producido enormes profundidades o desarrollo, como ocurre en el Macizo Central de Picos de Europa. En Cantabria es donde está la cavidad de mayor longitud, con 130 kilómetros, y en Asturias, la más profunda, la Torca del Cerro del Cuevón con 1.589 metros. Récords mundiales en cuyas campañas han intervenido equipos valencianos, como el de David Maragliano, del Interclub Espeleológico Valenciano, o como en la segunda en profundidad, con -1.511 metros del Proyecto Llambrión, que organiza Silvino Vila de la Unión de Espeleólogos junto a técnicos belgas.
Frente a estas extensiones subterráneas, en la Comunitat Valenciana se hallan cavidades más reducidas pero igual de espectaculares. Con 235 metros, la Avenc Pilar, en Barx, es la de mayor recorrido en profundidad (terreno pisable), también la Mina Virgen del Amparo, en Artana, con 5.800 metros pero es mitad natural y mitad artificial; le sigue la Cueva de la Autopista, en Gandia, con 4.500 pero de la que aún se sacan metros. En cuanto a pozos, el más hondo es el Alto de la Hiedra, en Quatretonda, de 129 metros mientras que El Campillo, en Tous, muestra el mayor volumen de sala, con una única sala de 300.000 metros cúbicos, una superficie de 8.500 metros cuadrados y un pozo de 60.
Además, hay una serie de cuevas visitables, dedicadas sobre todo al turismo, como son la Gruta de Sant Josep con su río subterráneo, en la Vall d’Uixó; la de Don Juan en Jalance; la del Rull en la Vall d’Ebo y la de Las Calaveras en Benidoleig, o las abiertas al mar como las del Moraig en Benitaxell o la Tallada en Xàbia.
Todo el subsuelo está protegido aunque el monte es libre y cualquier persona se puede adentrar bajo su responsabilidad en las cavidades, siempre que no estén en el paquete de las 105 reguladas a través del decreto 65/2006, por su especial geomorfología, como los yacimientos, o por su interés biológico, sobre todo por la existencia de colonias de murciélagos.
La catalogación oficial de este patrimonio natural está inconclusa después de fallidos intentos. Son espeleólogos privados quienes, desde el inicio de la actividad en 1952, consideran necesario topografiar, poner nombre y ubicación a lo que van hallando y con tenacidad elaboraron inventarios, pero en algunos casos se duplican denominaciones o se designa a una misma cueva de varias formas.
En particular, el especialista Josep Fernández lleva trabajando de forma altruista desde los años 70 en el Catálogo Espeleológico del País Valencià, del que la Federación de Espeleólogos ha publicado tres de los seis volúmenes, y que ha derivado en el reciente Archivo digital de la Espeleología Valenciana (ADEV), algo más que una relación de nombres, estructurada en tres amplias bases de datos.
En la actualidad se dispone de 132.045 archivos digitalizados, de los cuales 28.588 están operativos (asociados a bases de datos) y unos 50.000 documentos se encuentran en proceso de digitalización. La información disponible y digitalizada hace referencia a 12.635 cavidades con 6.560 topografías, 1.698 archivos pdf y 5.673 registros bibliográficos, trabajo que debería haber sido impulsado por la Conselleria de Medio Ambiente.
Lo cierto es que la Generalitat elaboró un inventario, que no llegó a publicar, a principios de este siglo y, además, dejó de subvencionar la catalogación que realiza parte del colectivo, integrado por 1.150 asociados, muchos de ellos barranquistas.
Es esta entidad la que impulsa la recopilación a través de la concesión de zonas a clubs y de ayudas económicas obtenidas por las cuotas de los asociados. No obstante, se preservan los resultados de este reducido grupo de espeleólogos hasta que concluyen de rastrear su área y de elaborar el correspondiente informe para «evitar la picaresca de otros y que invadan estas cavidades aprovechándose del esfuerzo y el trabajo en su tiempo libre de los compañeros», subraya el presidente, quien destaca la «expectación que supone adentrarse donde nunca ha estado nadie antes».
«Éste es un fantástico deporte, que está muy cerca de casa y que nos da la posibilidad de descubrir todavía nuevos espacios», concluye Silvino Vila, de la Unió de Espeleólogos.
(Este artículo se publicó originalmente en el número de agosto de la revista Plaza)