VALÈNCIA. Hace cuatro años, a principios de abril de 2019, Ciudadanos, por aquel entonces un partido en plena efervescencia que parecía no tener límites en su crecimiento, divulgó un listado con sus alcaldables en la provincia de València.
Ese elenco contenía, en bastantes casos, nombres de personas proclamadas por los comités locales o con ya casi cuatro años de experiencia municipal; pero en otros, y numerosos, sorprendía con nombramientos que dejaban fuera a sus propios líderes o representantes en ayuntamientos. El único concejal en Alfafar, Toni Milla, no repetía (se enteró al publicarse la nota del partido) pese a su voluntad de continuar; al igual que, por ejemplo, Ciro Palmer en Gandia, decisivo con su escaño para inclinar la alcaldía. La situación se repitió en muchos municipios.
El resultado, en los dos casos antes citados, derivó en que Ciudadanos se quedara fuera del consistorio de Alfafar o que en la actualidad el único representante en Gandia lleve casi dos años expulsado del partido. En Catarroja o Paiporta hubo diversos abandonos. En Silla, el coordinador, Armando Peris, ante lo que se avecinaba, ya había formado una lista local que no logró acta por escasos votos; los suficientes para que Cs también se quedara fuera del pleno en junio de 2019 y no repitiera edil.
De aquellos polvos derivan los lodos actuales. Con Albert Rivera como presidente plenipotenciario y con la marca boyante, el partido desoyó las protestas locales e impuso, como si de designación divina se tratara, a sus alcaldables sin contemplaciones y por encima de agrupaciones municipales. Luego, a partir de noviembre de aquel 2019, empezó a marchitarse, a pasos acelerados, la flor de Ciudadanos.
Y, mientras se mustia, muchos de aquellos alcaldables (Canals, Requena, Gandia, Loriguilla, Chiva, Rafelbunyol, Tavernes de la Valldigna, Beniflà...) se han ido marchando del partido, al igual que un buen repertorio de concejales que les seguían en listas. En bastantes casos, como ha venido relatando Valencia Plaza, para enrolarse en otros, principalmente el PP.
Esto es el pasado de un partido, Ciudadanos, que desatendió sus bases confiado en un efímero halo. Mientras, Vox vive su presente, en 2023. Lo hace, a escala estatal, en pleno fragor de una moción de censura presentada por su dirección nacional, la misma que, presidida por Santiago Abascal, marca el paso de la elección de sus alcaldables en la provincia de València, también por idéntico método de designación rubricada desde Madrid.
Hasta la fecha ha proclamado a los cuatro de las ciudades (cinco, si se incluye la capital) con más de 50.000 habitantes. Se trata de los abogados Guillermo Alonso del Real (Torrent) y Manuel Millet (Gandia), el diputado provincial Joaquín Alés (Paterna) y el policía local Alejandro Vila (Sagunt).
Los dos últimos ya son concejales en sus respectivos municipios, por lo que su nominación responde a una cuestión de continuidad en el trabajo; en cambio, los dos primeros, no, lo que ha empezado a elevar quejas desde la militancia local, que no se ve escuchada, y deriva en dimisiones de dirigentes locales gandienses, según publica el diario Levante-EMV. Mientras, en Torrent ha causado sorpresa el anuncio de un candidato cuya vida profesional se desarrolla en València, donde tiene su despacho, y sin raíces torrentinas.
Y esto no ha hecho más que empezar. La siguiente tanda corresponderá a alcaldables de municipios de más de 25.000 habitantes. Entre ellos se encuentra Alzira, capital de la comarca de la Ribera Alta, donde Vox cuenta con un edil, Ricardo Belda, y dos pretendientes a enrolarse en la marca mostrando públicamente su predisposición, como el exconcejal del PP Enrique Montalvà y la exmunícipe de Ciudadanos -precisamente-, y ahora en el grupo de no adscritos, Clara Aledón.
Apura, ya que las listas han de presentarse en Junta Electoral de Zona entre el 18 y el 22 de abril. Aguanta como hizo Cs, de manera que apenas queda margen de maniobra para quienes son excluidos puedan armar listas alternativas.
"Ha sido un desprecio a la afiliación. Nos hemos enterado por la prensa. No respetan a la militancia ni su trabajo. Ya no creemos en el partido". Estas frases resumen algunas de las críticas que recibió de sus bases damnificadas en la provincia Ciudadanos en 2019, tras su imposición de candidatos, y que ahora comienzan a saltar en Vox.
"Son movimientos normales y responden a la decepción de quienes no son elegidos. Siempre buscamos los mejores candidatos", constituye la réplica de Vox, casi en los mismos términos que la que argumentaba en 2019 Ciudadanos, una formación por entonces embriagada de sus buenas perspectivas electorales. Con esa tendencia al alza poco importaban los daños colaterales. Y, salvo los damnificados, el resto acataba las directrices del mando.
Por aquel entonces la dirección de organización en la provincia de València del partido naranja correspondía al diputado autonómico Juan Córdoba, quien -otra similitud- había iniciado su carretera política en el Partido Popular, como el actual presidente provincial de Vox, el parlamentario en el Congreso Ignacio Gil Lázaro.
Córdoba, al igual que el secretario autonómico de organización de su partido, Emilio Argüeso, eran las personas de confianza en la Comunidad Valenciana del en aquellos tiempos responsable nacional de su ramo, Fran Hervías, y este último -o, más específicamente, el Comité Ejecutivo Nacional- tenía un peso considerable en la aprobación de las listas.
Como Gil Lázaro en el caso de Vox, designado presidente provincial hace escasas semanas en sustitución de José María Llanos y con hilo más que directo con el -igualmente- Comité Ejecutivo Nacional de su formación, que también es quien adopta formalmente las determinaciones.
Tanto Córdoba como Argüeso ya no están en Ciudadanos. El primero emigró recientemente al grupo de no adscritos de Diputación de València y el segundo acaba de cumplir un bienio en el del Senado. Sus sucesores en los cargos orgánicos (Jorge Ibáñez a escala provincial y Narciso Estellés en el ámbito autonómico) se las ven y desean para convencer a sus concejales de que repitan.
El Comité Ejecutivo Nacional ahora aprueba sin reparo -previo paso por el regional, que también les da el plácet- las candidaturas que le llegan, que son las que emanan de los comités locales. Sin tocarlas. Es lo que hay. O lo que queda. Ciudadanos ha pasado de escoger y desechar candidatos, con la marca en alza, a esperar que no se le vayan a última hora quienes ha conseguido proclamar.
Vox, en cambio, experimenta la primera fase, la de crecimiento, la que suena a 'deja vu', la de poner y quitar al libre albedrío de la dirección nacional, sobre todo en los grandes municipios, porque tiene postulantes. Le sobran.
Como a Ciudadanos en 2019, cuando cometió lo que entonces no percibió como lo que el paso del tiempo ha confirmado como error: no escuchar las propuestas locales y designar, desde la distancia, a alcaldables. Esto derivó en la desmoralización y la desmovilización progresiva que le corroe en el presente.
¿Le pasará a Vox en 2027? El paralelismo que recorre este artículo no atiende al calado ideológico sino a los métodos prácticos de funcionamiento interno. En cualquier caso, el futuro resulta imprevisible, aunque el dramaturgo gallego Ramón María del Valle-Inclán ya advertía que "quien sabe del pasado sabe del porvenir".