MADRID (EFE). Ser o no ser. Ciudadanos afronta un año decisivo para su futuro, con elecciones autonómicas en Castilla y León y Andalucía, que condicionarán su supervivencia en las generales de 2023, un penúltimo tren al que se agarran en marcha pero convencidos de que en el peor de los escenarios su recorrido no se agota por completo.
Porque aunque no consiguieran mantenerse a flote ni en las elecciones de Castilla y León, el 13 de febrero, ni en las andaluzas, -aún por concretar la fecha- no significa que no puedan sacar la cabeza en el resto de convocatorias electorales del año que viene, explican a Efe fuentes de la dirección. Está claro, dicen, que un buen resultado "da la vuelta al marcador, pero uno malo no lo cierra del todo".
Argumentan que lo que realmente sí pondría en jaque su futuro a corto y medio plazo es la situación financiera, pero en su caso ni están endeudados ni tampoco van justos de presupuesto, con lo que pueden afrontar las elecciones de 2023, afirman, aunque quedaran excluidos de los parlamentos castellano leonés y andaluz.
Y aún van más allá al sostener que incluso si en las próximas generales no consiguieran representación en el Congreso tampoco darían por finiquitado el proyecto naranja, poniendo de ejemplo la situación del Partido Liberal alemán, que en las elecciones federales de 2013 se quedó fuera del Bundestag (el Parlamento), volvió en 2017 y en los comicios de 2021 ha entrado en el gobierno socialdemócrata con cuatro carteras.
Para Ciudadanos la prioridad es seguir en el Congreso y poder marcar agenda, como hacen otras formaciones con un puñado de escaños. Si logran esa fuerza, que Inés Arrimadas ve posible es este escenario político tan fragmentado, los naranjas se darán por satisfechos tras dos años aciagos en los que dilapidaron su potencial político al pasar de 57 a 10 escaños en las elecciones de noviembre de 2019 y salir de los gobiernos de Madrid, la Región de Murcia y Castilla y León.
A pesar del cataclismo que han sufrido, "están vivos", recalcan al sacar pecho de cómo han impedido que el PP completara la opa hostil que les lanzó para acabar con ellos, aunque en la operación de los populares sí han arrastrado a unos cuantos dirigentes y militantes.
De momento, los análisis demoscópicos no parecen dar a Cs la posibilidad de ser determinante porque según la última encuesta publicada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), correspondiente a diciembre, Ciudadanos obtendría un 5,9 por ciento de los votos, mientras que otros sondeos no le dan más del 3,6 por ciento (2-3 escaños).
En todo caso, buena parte de su futuro dependerá de lo que suceda en las elecciones autonómicas de este año a las que Cs se enfrenta con ganas de pelear, convencidos de que entrarán en las Cortes de Castilla y León y que además pueden tener otra vez la llave de la gobernabilidad. Confían en el potencial de Francisco Igea y en que el adelanto electoral, que lo ven como una traición de Alfonso Fernández Mañueco forzado por Pablo Casado, pasará factura al PP.
Ya no quieren hablar de socios preferentes y, si es que finalmente cuentan para condicionar el Ejecutivo, sea del PP o del PSOE, se sentarán a negociar con su programa en la mano, pero lo que sí dejan claro es que no serán socios de investidura de Mañueco y no le harán presidente con sus votos. Por el momento, las distintas encuestas solo otorgan a Cs un procurador de los 12 que obtuvo en las autonómicas de 2019.
En Andalucía, el panorama no pinta mucho mejor para el partido de Arrimadas, de acuerdo con el barómetro andaluz del pasado diciembre, porque solo retendrían 4 o 5 escaños (en 2018 entraron con 21), pero ellos creen que hay posibilidad de influir.
No está sobre la mesa concurrir en coalición con el PP, aunque dirigentes naranjas como el consejero de Educación y Deporte, Javier Imbroda, defienden esta fórmula, pero las mismas fuentes insisten en que son ofertas diferentes y no se dan las circunstancias para plantear una candidatura conjunta.