VALÈNCIA. "Todo arde si le aplicas la chispa adecuada", cantaba Enrique Bunbury en 1995 dentro del disco Avalancha firmado por Héroes del Silencio. Un verso que, con el agravamiento de la pandemia, podría aplicarse a la situación que atraviesa el Govern del Botànic conformado por PSPV, Compromís y Unides Podem.
A lo largo de estos más de cinco años y medio de gobierno progresista en la Comunitat Valenciana, se ha escuchado varias veces, incluso en los peores momentos, la expresión acuñada por la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra: "El Botànic está hecho a prueba de bombas".
Es posible que la máxima referente de Compromís esté en lo cierto y el acuerdo pueda resistir cualquier ataque externo e incluso también la propia tendencia a la autodestrucción de las fuerzas de izquierda. El problema, no obstante, parece venir de ese desgaste lento, progresivo pero continuo, en el que parece sumido el pacto desde ya antes de las elecciones de 2019 y que, con la pandemia, ha pasado a empeorar.
Quizá nadie rompa la baraja ni llegue a estallar 'la bomba' de la separación del gobierno tripartito -a nadie le interesa de momento que ocurra- pero sí puede alcanzarse un punto de permanente estado de discordia y tensión pública que termine con un ascenso de los partidos conservadores. En definitiva, no parece tan lejana la probabilidad de que salte una chispa que inicie una especie de fuego eterno hasta que concluya la legislatura. Y, a día de hoy, esa chispa podría salir de la Conselleria de Sanidad o, en su defecto, de todas las decisiones relacionadas con la lucha contra la pandemia.
Debajo del escenario germina, desde hace muchos meses, una semilla de rencor. La plantada al inicio del coronavirus: los primeros casos, la cancelación de las Fallas a las que Compromís se opuso -aún el PSPV lo recuerda-, el presidente Puig tomando el mando absoluto de la información y del control de las operaciones, las acusaciones subterráneas de que Oltra prefería pasar desapercibida... Un partida política paralela a la gestión de la pandemia que se disputa en la trastienda entre los poderes públicos y los medios de comunicación.
Tras el verano, nuevas tensiones entre PSPV y Compromís -con Unides Podem fuera de juego-. El presidente de la Generalitat estaba fuerte: la Comunitat Valenciana, con Puig a la cabeza, había superado la primera ola con mejores resultados que casi todas las CCAA; Oltra y Compromís trataban de sacar la cabeza -presupuestos, petición en los medios de reunión con Puig que tardó un mes en producirse- y en Presidencia se manejaban los tiempos de forma calculada, regándolo además con coqueteos hacia Ciudadanos.
Pese a las marejadas, la situación estaba claramente controlada por el PSPV y, en concreto, por el búnker de Presidencia liderado por Puig. No obstante, las peticiones de Compromís de endurecer las medidas de cara a la Navidad no fueron escuchadas y la creencia existente en el Palau de que se podía 'sorber y soplar' -salvar la hostelería, el comercio, las fiestas... preservar la economía y al mismo tiempo la salud- condujo a la Comunitat Valenciana a liderar todos los indicadores de España en incidencia, contagios, ingresos, UCI y fallecimientos.
"Aquí todavía estamos salvando la Navidad, estamos salvando las vidas de las consecuencias de salvar la Navidad", sentenció este viernes Oltra preguntada en rueda de prensa por la Semana Santa. Un dado envenenado a su socio -PSPV- en el Botànic por no haber endurecido las restricciones antes.
Las pistas sobre el clima están en los pequeños detalles. A la vicepresidenta se le preguntaba también ese día por el alcalde de Catarroja, de Compromís, quien se habría saltado las restricciones por una reunión en su casa de cuatro personas. Oltra deslizaba en su respuesta una referencia al alcalde de Alcoi, el socialista Toni Francés, quien tampoco habría cumplido el cierre perimetral.
Las críticas -incluso en privado de sus propios socios- a la gestión de las residencias, que siguen acumulando casos y fallecidos, señalan a la vicepresidenta como responsable de la conselleria correspondiente. En su área, se muestran molestos con la Conselleria de Sanidad que dirige la socialista Ana Barceló porque todavía quedan ancianos y trabajadores sin vacunar cuando son el grupo 1 de prioridad. Mientras tanto, Ciudadanos ha entrado en escena para atacar de forma selectiva las áreas del Consell que recaen en Compromís. La coalición valencianista no cree en las casualidades y mira a Presidencia como artífice de la pinza.
Pero aún hay más. Si la chispa prende en algún momento existen muchas posibilidades de que ésta surja en la Conselleria de Sanidad dado que el mestizaje ha funcionado deficientemente desde casi el inicio, cuando ni siquiera había pandemia. La socialista Ana Barceló es la máxima responsable del área, mientras Compromís ocupa el departamento de Salud Pública con la secretaria autonómica Isaura Navarro y la directora general Ofèlia Gimeno como referentes. De la frialdad, distancia o desacuerdo, se ha llegado a una situación límite en la que, si no se produce un reseteo y comienzo desde cero, todo puede acabar en llamas.
Prueba de ello es lo ocurrido la semana pasada con el informe de Salud Pública sobre la vacunación del alcalde de Rafelbunyol. Un escrito remitido a la residencia por la responsable del departamento en València de la que no tuvieron constancia las altos cargos hasta que fue publicado por este diario, lo que derivó en un toque de atención que terminó en la dimisión de la autora. La consellera mostró su enfado ante los medios por no haber tenido constancia sobre el informe y puso el punto de mira sobre el área que controla Compromís, para que su departamento 'vendiera' a los medios el cese fulminante a instancia suya cuando la firmante ya había transmitido su renuncia.
Es un ejemplo de una situación permanentemente incómoda donde la desconfianza y el ventajismo político reinan con autoridad. Las representantes de Compromís luchan por tener su espacio y la consellera y su entorno por cerrarlo o, por señalarlas cuando se produce un error tenga o no que ver con sus responsabilidades. Un pulso permanente al que asiste con perplejidad el personal de la conselleria ajeno a esta guerra.
¿Cuál será el siguiente paso? Difícil de pronosticar. Especialmente porque, tal y como decía la canción mencionada al inicio de este artículo: "Ya somos más viejos y sinceros", algo que también ocurre en el Botànic. Y eso de decir lo que uno piensa, en política, no siempre contribuye a generar paz y sosiego.
El sindicato rechaza participar ahora en movilizaciones sindicales ya que cree que "no es el momento"