VALÈNCIA. A las 12.30 de la madrugada del domingo 26 de mayo, el alcalde de València, Joan Ribó, se encontraba en la estación de Santa Justa de Sevilla, a punto de tomar el AVE de regreso fletado con motivo de la final de la Copa del Rey. Su intención era dormir durante el viaje, pero estaba demasiado excitado y decidió leer el último libro de Yuval Noah Harari, 21 lecciones para el siglo XXI, que llevaba consigo y al que le dio un buen empujón. Junto a él se encontraba Juan David Matas, miembro del equipo de comunicación del Ayuntamiento de València que le había acompañado a Sevilla, con quien había disfrutado de la victoria de los de Mestalla. Ribó no es especialmente futbolero y por eso quizás no tiene un equipo favorito. Desde hace muchos años acompaña a sus amigos del Levante y del Valencia y en ocasiones ha quedado para ver finales del Valencia CF o de la selección. Pero esta vez era el alcalde de la ciudad donde reside el club ganador del torneo, y eso le emocionó especialmente.
El tren llegó a las 4.15 a València, a la estación Joaquín Sorolla. Ribó se desplazó a su casa en Patraix y se acostó casi de inmediato. El domingo, “por primera vez en muchos años” según su confesión, se levantó pasadas las 10 de la mañana. Ribó es madrugador y normalmente se despierta sobre las 6.30 de la mañana. Como todos los domingos, desayunó con su mujer y leyó la prensa del día. Con su té delante, repasó las crónicas del partido de la Copa del Rey y algunas informaciones referidas a las elecciones. Pasadas las 11.30 de la mañana, salió a votar. Le esperaba su equipo de comunicación, con Pau Vendrell al frente, así como prácticamente todos los concejales de la coalición Compromís que fueron a hacerle compañía. Pere Fuset, Isa Lozano, la futura regidora Luisa Notario, Pilar Soriano, Giuseppe Grezzi, Sergi Campillo, Glòria Tello… Tras equivocarse de cola, votó siguiendo las indicaciones de Vendrell (“lentamente, que te deben fotografiar los medios, acuérdate de ellos”), e hizo unas breves declaraciones en la puerta del colegio electoral en las que aludió a su emoción por la final de la Copa del Rey. Después, el alcalde y los concejales posaron para una fotografía en el jardín de la calle Uruguay, y Ribó se fue a tomar un aperitivo con familia, amigos, y un grupo reducido de colaboradores.
Mientras hacían tiempo hasta la comida, sentado en la terraza, la gente se le fue acercando para hacerse fotografías con él. Así sucedió con las personas de las mesas de al lado de la suya. También con las camareras del local que le dijeron que hablarían con su jefe para enmarcar la imagen y colgarla en el bar. En medio del proceso electoral, Ribó y Vendrell hablaron de su otra pasión, la vida en el campo. Vendrell es hijo de agricultor y conoce bien los ritmos de las cosechas, sobre todo el arroz, que es de lo que hablaron. Hubo tiempo también para conversar sobre la marcha de las elecciones. El alcalde estaba convencido de que podían ganar desde el principio de la campaña. Así lo aseguró durante el encuentro con los periodistas de Valencia Plaza en el #AlmuerzoVP. Pero, como dijo entonces, “uno nunca sabe si es deseo o realidad”. Había un dato, y así se lo comentó a Vendrell, que le daba buenos augurios: el número de apoderados. Ribó estaba muy contento porque no habían tenido problemas para conseguirlo. Eso era una demostración de fuerza. Precisamente, con un grupo de apoderados y parte de su familia se fue a comer en un bar del barrio de Patraix. Este viernes no recordaba ni lo que comió.
En torno a las cuatro de la tarde se fue a casa: a leer un poco más de Hariri, a relajarse un rato y a “bajar la adrenalina”, según dice. Porque estaba siendo un fin de semana de lo más movido. No fue hasta las seis que comenzó a plantearse el salir para ir a la sede de Compromís en la plaza del Pilar. Como quiera que tenía tiempo de sobra, decidió ir andando. De camino, cerca de la avenida del Cid, se encontró casualmente con uno de sus asesores de confianza, el economista y sociólogo Xavier Ribera.
—Creo que vamos a ganar —le comentó a Ribera.
—Seguro; estoy más que convencido —le respondió su asesor.
Las sensaciones eran buenas. Ribera tenía en mente un dato que para él era tranquilizador: el 80% de los votantes de Podemos preferían a Ribó como alcalde. Estaba convencido de que, en caso de perderse esos votos por desánimo con la formación morada, acabarían en el contador de Compromís. “No puedes hacer política diciendo no a que se lleven a cabo proyectos”, comentaba este viernes, en alusión a la oposición por sistema de València en Comú a todos los planes urbanísticos y de desarrollo de la ciudad. “Y esto también vale para nosotros [Compromís]. Mira lo que nos ha pasado en Paterna”, recordaba. En este municipio, donde Compromís se ha opuesto a la instalación de Puerto Mediterráneo, el PSPV-PSOE ha ganado siete concejales, tiene mayoría absoluta, y Compromís ha perdido tres.
Tras despedirse de Ribera, el alcalde se encontró con grupos de valencianistas que venían de Sevilla y con los que celebró la victoria en la Copa del Rey. Entre unas cosas y otras, al final arribó a la sede de Compromís un poco después de las 7.00 de la tarde. Al llegar pudo ver el panel que habían realizado con los carteles de los ilustradores para su campaña. Era la primera vez que podía contemplarlos todos juntos en vivo. Entró en la sede, saludó al personal y, durante unos primeros minutos, estuvo en el despacho de Comunicación, pero finalmente se acomodó en el de estrategia. Junto a Ribó se encontraban Esther Tarín, Amadeu Mezquida, Paula Simó y Vendrell. Campillo fue uno de los primeros concejales en llegar. Al poco lo hizo Ribera. Allí vivió Ribó las primeras horas de la noche electoral. A sus 71 años, y con una actividad política de décadas, ha vivido toda clase de sinsabores. En el Senator Parque Central, cuando era Hotel Hesperia, vivió junto a Glòria Marcos la decepción de las elecciones de 2007, cuando Francisco Camps logró su segunda mayoría absoluta. Fue entonces cuando Ribó aprendió que no se podía hacer una campaña sobre la base del No y así lo dijo. El ‘No’ repele al electorado, aseguró entonces. Las campañas deben ser en positivo. Esa idea siempre la tienen en mente en Compromís.
Antes de las ocho llegó Mónica Oltra, con la que estuvieron hablando de cómo veían la situación. En estos comicios partían con una desventaja, y es que, al no existir encuestas a pie de urna, no podían tener una aproximación de cómo iba el recuento. Conscientes de que el voto en las elecciones del 28 de abril había sido dual, sabían que no podían fiarse del resultado de las europeas, el primero en contabilizarse. No era fidedigno, ya que mucha gente que iba a votar al PSOE podían no hacerlo en ciudad y apostar por ellos. Pero sí que podían emplearlo como orientativo. Lo que importaba era que venciera el voto de los partidos de izquierda, así que analizaron los resultados en forma de bloques: por un lado estaban los partidos de izquierda y por el otro los de derecha. La victoria del bloque de izquierdas era holgada. Eso garantizaba la reedición del Govern de la Nau. Aún así no quisieron tirar las campanas al vuelo y abogaron por la cautela.
La tranquilidad se fue tornando en moderada satisfacción conforme fueron llegando los resultados de las primeras mesas. Muy pronto quedó claro que el bloque de izquierdas tenía más que consolidada la mayoría absoluta. Sólo podía perder un concejal el PSPV, como así fue, pero los siguientes concejales en disputa estaban entre los partidos del bloque de derechas. El PP estuvo a punto de conseguir un regidor más, pero era a costa de Vox. Uno de los primeros en llamarle para felicitarle fue el portavoz del PP en el Ayuntamiento de València durante esta legislatura, Eusebio Monzó, quien demostró su elegancia una vez más. Al poco le llamó el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, quien se puso en contacto con él a través de gente de su equipo.
Un cuarto de hora antes de la medianoche abrieron la persiana de la sede y comenzó a sonar el ‘Don’t stop me now’ de Queen. Aún faltaba un 5% del escrutinio, pero la victoria era más que segura. El alcalde pudo hablar con su rival del PP, María José Catalá, al coincidir en la emisión de la cadena SER. El alcalde permaneció hasta la hora límite. La música se acababa a la una de la madrugada. Es lo que manda el Ayuntamiento. Habían pasado 24 horas y media desde que Ribó estaba en la estación de San Justa de Sevilla. Había visto al Valencia ganarle la Copa del Rey al Barça, culminando así el año del centenario. Había ganado las elecciones al Ayuntamiento de València y había logrado ser la formación más votada. Y se había leído un buen puñado de páginas del libro de Harari. Se volvió a sus colaboradores. Quedó con ellos a las nueve en el Ayuntamiento de València. Iría en bicicleta, como hizo hace cuatro años. “Fins demà”, se despidió. Y se fue a su casa.