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Las expectativas de debilitamiento de la economía y de la confianza de los consumidores también inducen a la cautela, según el analista
MADRID. ¿Quién no ha vivido una situación así? En hora punta, las cosas no van muy deprisa, hay que parar y volver a empezar: la clásica situación de stop-and-go como dirían los anglosajones. Esta enervante situación en el transporte puede aplicarse sin duda a la evolución económica actual.
Los tres últimos años han estado marcados por grandes cambios, desencadenados por una serie de crisis. En primer lugar, el coronavirus sumió al mundo en una especie conmoción generalizada, paralizando prácticamente la vida social y económica. Las consecuencias han sido de gran alcance. Desde oficinas y fábricas vacías hasta calles desiertas. Un confinamiento que provocó importantes ajustes en toda la economía: despidos a corto plazo, sobre todo en Estados Unidos, cancelaciones de pedidos y ajustes de capacidad de producción. Aunque algunas industrias se beneficiaron del cierre, la economía en su conjunto sufrió un duro golpe. Del acelerador a fondo al punto muerto, por así decirlo.
A su vez, las medidas de apoyo acordadas por gobiernos y bancos centrales provocaron un aumento de la demanda tras la reapertura de las fronteras, que vació rápidamente las existencias de productores y comerciantes. Estos, a su vez, intentaron aumentar rápidamente la producción y reponer sus existencias. En la jerga del transporte, esto se llamaría un kickdown o 'arranque displicente', por lo que estos reinicios provocaron importantes dislocaciones. Un ejemplo destacado son los fletes de los contenedores, que se recuperaron varias veces en muy poco tiempo. Al mismo tiempo, algunas regiones, como China, siguieron luchando con los cierres de fábricas relacionados con la Covid-19.
El resultado fue un fuerte aumento de los precios y retrasos masivos en las cadenas de suministro. Estas disrupciones se vieron acentuadas por los cambios en el comportamiento de los consumidores provocados por la pandemia. Los cuellos de botella logísticos provocaron a su vez retrasos masivos y algunos adornos navideños producidos en Asia no llegaron a los clientes hasta Semana Santa. En general, las empresas intentaron llenar sus almacenes rápidamente tras la apertura en periodos de gran demanda. Por si esto no fuera suficiente desafío, el siguiente shock llegó en forma de la guerra en Ucrania, que volvió a causar importantes disrupciones. En particular, la fuerte subida de los precios de las materias primas, el cambio de paradigma en la política de los bancos centrales y la fuerte subida de los tipos de interés hicieron resurgir las preocupaciones económicas, especialmente en Europa.
Al mismo tiempo, los retrasos se encontraron con otro cambio en el comportamiento de los consumidores, que causó grandes problemas para las empresas. En el periodo posterior a la pandemia, muchos contenedores de utensilios de cocina se quedaron sin vender y, en algunos casos, productos de categorías fuera de demanda provocaron amortizaciones multimillonarias en empresas minoristas como Walmart y Target. Como consecuencia, se espera que la contención del gasto empresarial siga siendo elevada. Las expectativas de debilitamiento de la economía y de la confianza de los consumidores también inducen a la cautela.
Por el momento, las empresas se muestran prudentes en sus informes comerciales, ya que los inventarios aún se están ajustando y falta información precisa sobre los patrones de la demanda. Las dificultades de la situación actual se reflejan también en el hecho de que muchos minoristas de moda, por ejemplo, están acumulando grandes existencias y reduciéndolas, mientras que la gente sigue teniendo que esperar mucho tiempo para comprar un coche nuevo.
Si la actual evaluación de los mercados de capitales sobre una ralentización económica este año es correcta y no se produce una corrección significativa, en contra de la opinión predominante, podemos esperar ver cómo se levanta rápidamente el pie del freno y se pisa de nuevo el acelerador, con todas las complejas consecuencias para los participantes económicos y de los mercados de capitales.
En general, es probable que continúen estas fluctuaciones bruscas y a corto plazo del comportamiento económico. Asimismo, es posible que la era de los ciclos a más largo plazo haya terminado en un futuro previsible. Es probable que la cacofonía de desafíos sólo conduzca a un progreso desigual, incluso a medio plazo. Por lo tanto, el lema del conductor en un atasco también se aplica a todos los participantes en el mercado de capitales: ¡Hay que mantener la calma!
Thomas Meier es gestor del equipo de Global Dividend en MainFirst
La buena gestión de la formación de la plantilla y la atención a voces expertas externas son aspectos determinantes para las empresas que quieren ser intensamente competitivas a largo plazo, según José Luis Vilar (Grupo Gimeno) y Fernando Tomás (Smalticeram España)