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en la frontera  / OPINIÓN

Legislar las conciencias

13/11/2022 - 

Se acaba de aprobar en Les Corts, a ver si lo escribo bien, la Ley de Residuos y Suelos Contaminantes para el fomento de la Economía Circular. Que ley más larga, tan larga como largo es el listado de sus propósitos, desde regular las podas de la agricultura hasta el fomento de arreglar aparatos electrónicos (lavadoras, neveras, televisiones) antes de irse corriendo al hiper o a una tienda especializada a comprar uno nuevo. Lo definía muy bien la consellera de Transición Ecológica Isaura Navarro  el pasado jueves, que es cuando se aprobó  con el voto a favor de casi todos (menos PP y Vox): “Esta ley va en contra de la economía de usar y tirar”. Personalmente practico siempre esa máxima, antes muerto que desistir de reparar las cosas. Viene de herencia cultural paterna. Por lo tanto, la ley, que no es otra cosa que la adaptación a la ley estatal que se aprobó la pasada primavera (la de que los bares no cobren por el agua), me parece estupenda; mucho.

El problema que veo es que con esta nueva normativa lo que se intenta más que nada es legislar la conciencia de las personas y eso es más tarea educativa que legislativa. ¿Cómo regular que a la mínima de cambio unos papás le compren un smart phone al nene, que cuesta un pastizal, y que aún no se encuentra ni en la antesala de obsolescencia? Nada: al móvil le falta no sé que aplicación y además hace un ruido raro en una tecla. A por otro. Combatir el derroche alimentario....¿Cómo? Eso lo tienen que hacer las familias, también enseñando en la escuela: tirar pan es un delito, como nos han enseñado toda la vida. Tirar un plátano que está muy maduro, es medio delito: se reconvierte en un zumo con otras frutas y santas pascuas. Estoy ironizando sobre un asunto extremadamente serio, más aún cuando el hambre es una de las plagas que asolan el mundo. Palabras mayores. También denoto,  por lo menos eso es lo que vende la tele, que cada vez hay más restaurantes sensibles con estos temas, y este año ya hay un buen puñado en España que han obtenido la estrella verde de la Guía Michelín (galardón de reciente instauración). Lo dice la tele: bien, pedagogía para el resto de restaurantes.

La ley pretende fomentar el tejido comercial de productos de segunda mano, “reparados”....estamos en las mismas: ¿Cómo se fomenta eso salvo que se contemplen exenciones fiscales radicales y se fiscalicen de paso determinados locales que de tapadillo hacen la vista gorda en la venta de cosas, bicis, de dudosa procedencia? Y para todo esto, y algunas cosas más, la ley prevé la creación de la Agencia Valenciana de Residuos y Economía Circular: burocracia y más funcionarios, cuando la ley de marras está pensada para reforzar respaldo jurídico a los ayuntamientos, sobre todo en materia de residuos.

Tenemos por tanto una ley autonómica que ya existía, la ley estatal, y que está plagada de buenismos, aunque acierte de pleno en toda su filosofía del reciclaje, de la economía circular en síntesis. Algún borde podría pensar que Les Corts necesitan justificar el tiempo en algo. Me recuerda bastante a la ley que promovió el PP en 2015, Alberto Fabra, sobre las Señas de la Identidad del Pueblo Valenciano con el objetivo básico de combatir a los que equiparan el valenciano con el catalán: una cuestión filológica instrumentalizada por unas minorías con fines políticos. En Austria se habla alemán pero no son alemanes, ya saben.

Hay que ver los contextos: ni en los sectores más duros de Compromís nadie habla ya de la ensoñación de los Països Catalans (otra cosa es que lo piensen; pero no lo dicen, salvo cuatro maulets, porque eso genera un profundo rechazo en casi todas la capas y grupos sociales de la Comunitat). Y, en última instancia, este asunto está definido y acotado en el preámbulo del texto de la constitución de la Academia Valenciana de la Lengua, órgano que creó el PP, Eduardo Zaplana, en 1998. El PP contra el PP.

Las señas de identidad  están perfectamente definidas en el Estatuto de Autonomía. Carlos Mazón ha prometido que resucitará la ley, derogada por el Botànic al poco de llegar al poder, con el fin de contentar a los sectores más ultramontanos de la derecha. Lo que no sabemos es si se mantendrá la consideración de los bous al carrer como patrimonio cultural inmaterial de la Comunitat. Estamos en las mismas: legislar identidades es también legislar conciencias, todo lo contrario al espíritu de una sociedad abierta. Cosa distinta es que al Consell se le vaya la mano en subvencionar a determinadas entidades con marcado sesgo sectario. Por cierto: leo por ahí que Mazón quiere rescatar a Alberto Fabra....

CODA: Luis García Montero en El País: la disyuntiva ahora es “elegir entre la España representada por Queipo de Llano o por la de García Lorca”. Un exceso verbal y conceptual y fundamentalmente anacrónico: ¡Estamos en 2022, no en el 36¡ En fin. Por el olivar venían bronce y sueño los gitanos, las cabezas levantadas y los ojos entornados. Mientras, una cuarta parte de los jóvenes españoles de entre 19 y 30 años  se declaran abiertamente racistas, cebándose de forma especial con los gitanos. Sospecho que la mayoría casi absoluta de esta gentucilla no sabe ni quién es Queipo, o si lo saben es por el trajín de la exhumación de sus restos (también sospecho que muchos no han leído ni un solo un poema de Lorca en su vida). Queipo: la momia de Tutankamón.

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