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opinión

No se puede luchar a la vez contra la inflación y el desempleo

El BCE tendría que ser un banco central que no tolerara en absoluto la inflación, ya que en teoría sólo tiene un objetivo: el de la estabilidad de los precios

30/09/2022 - 

MADRID. El miércoles de la semana pasada, el Comité Federal de Mercado Abierto de la FED volvió a subir el tipo de interés, esta vez en 75 puntos básicos, hasta el 3,25%. Con ello, el aumento se eleva a 300 puntos básicos desde marzo de este año. Este agresivo endurecimiento es una de las razones de la fortaleza del dólar frente al euro, la libra esterlina o el yen japonés, por ejemplo. Además, la economía estadounidense apenas se ha visto afectada por la crisis energética y, por tanto, va bien en comparativa. Sin embargo, estos factores no pueden explicar por qué, por ejemplo, el franco suizo, el peso mexicano o el real brasileño se han mantenido fuertes, aunque estos países tienen problemas económicos similares a los de la zona del euro. Lo que llama la atención es que los bancos centrales de estos países luchan rigurosamente contra la inflación. 

Es cierto que el Banco Central Europeo (BCE) ha señalado recientemente que quiere tomar medidas contra la inflación. Pero esto no ha hecho que el euro gane valor frente al dólar. Así que es evidente que el mercado no confía en la seriedad del BCE. Hay voces en los mercados de capitales que lo consideran un banco central débil que no puede compararse con el Bundesbank antes de la introducción del euro. Si este es el caso, se plantea la cuestión de qué factores estructurales podrían ser los responsables.

En primer lugar, cabe suponer que el BCE tendría que ser un banco central que no tolerara en absoluto la inflación, ya que en teoría sólo tiene un objetivo: el de la estabilidad de los precios. Desde la incorporación del euro, es cierto que la inflación no ha sido un verdadero problema en la zona de la moneda común. Sólo a partir de 2022 ha aumentado drásticamente. Sin embargo, fracasó en su primera prueba: la inflación es ahora de dos dígitos en más de la mitad de los países de la zona del euro. Si se analiza con detenimiento, hay esencialmente dos factores estructurales responsables de este fracaso. 

El primer factor es que, en la práctica, la institución monetaria europea persigue varios objetivos. Cuando el presidente, Mario Draghi, anunció en julio de 2012 que el BCE defendería la moneda común "cueste lo que cueste", introdujo otro objetivo además de la lucha contra la inflación, a saber, evitar la quiebra del euro centrándose más en el crecimiento económico y el empleo. Draghi hizo esta declaración en un momento en que la comunidad internacional dudaba de que el euro fuera a durar, dado el endeudamiento de los distintos países miembros. Sin embargo, la crisis de la deuda en la zona de la moneda común no se ha superado realmente hasta la fecha. Si la inflación y los tipos de interés aumentan ahora, se plantea la cuestión de cómo estos países deben hacer frente al pago de su deuda. Al fin y al cabo, el mercado de capitales es racional y exige una prima de riesgo a los países más endeudados. Esto, sin duda, puede acarrear problemas económicos a los afectados. 


Por ello, el BCE ha asumido otro objetivo, el de hacer frente a la fragmentación de las rentabilidades. Pero se trata de riesgos de crédito y la solvencia debería ser en realidad responsabilidad de los ministerios de finanzas. Sin embargo, el organismo presidido por Christine Lagarde evalúa la situación de tal manera que el funcionamiento de la política monetaria en su conjunto está en peligro debido a las primas de riesgo. Sin embargo, luchar al mismo tiempo contra la inflación, el desempleo y el riesgo de crédito no es posible.

El segundo factor radica en la heterogeneidad de la zona monetaria común, que se refleja en la actitud de los bancos centrales locales. Alrededor de un tercio de los miembros del Consejo del BCE proceden de países que casi siempre han tolerado una mayor inflación para generar un mayor crecimiento económico. Por tanto, sólo puede ser un banco central blando. A esto hay que añadir la actual dirección del BCE, dado que Lagarde es percibida generalmente como una presidenta política. 

Compromisos

La política, sin embargo, se nutre de compromisos. Así que la heterogeneidad en la eurozona podría incluso verse reforzada por ello: Cuando se trata de objetivos contradictorios, habrá aún más concesiones en lugar de centrarse en un solo objetivo. Por eso, la lucha contra la inflación sólo puede llevarse a cabo a medias. Así que un BCE blando no puede garantizar un euro duro.

El Bundesbank, en cambio, siempre ha seguido una línea de estabilidad estricta para conseguir una economía fuerte. La lógica ha funcionado de la siguiente manera: La estabilidad conduce a una moneda fuerte y así las empresas se ven obligadas a seguir siendo innovadoras. El resultado final es una economía fuerte a nivel internacional. Sintomáticamente, el crecimiento de la productividad en la industria manufacturera alemana ha sido casi nulo en los últimos trimestres. Afirmar que esto tiene que ver con el BCE es ciertamente prematuro y no hay datos suficientes. Pero también es cierto que podría reflexionar sobre la situación actual.

Xueming Song es director de estrategia en divisas de DWS

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